Colombia ha venido perdiendo la buena imagen que ganó en el contexto internacional bajo la presidencia de Juan Manuel Santos. Esta es una afirmación que no tiene una connotación partidista, ni ideológica, ni de odios y amores, sino que muestra una penosa realidad.
La miopía de unos pocos y el odio de un partido en particular que sin pensar en el bien común de la nación ha preferido acabar de un brochazo con una parte del legado del gobierno Santos, es vergonzoso e irresponsable.
Mantener la polarización e incentivar el resentimiento, perjudica el desarrollo del país y divide a la sociedad como sucedió en el período de la violencia política en el siglo pasado; lo que significa que no hemos aprendido de los errores del pasado y se desconoce la historia.
Colombia asumió la presidencia de la Comisión de Consolidación de Paz del sistema de las Naciones Unidas, un órgano subsidiario del Consejo de Seguridad, lo que significa una posición honrosa para el país y un reconocimiento por los logros alcanzados con la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el Estado colombiano.
En todos los procesos de paz que han existido en el mundo, acudir a un país como un tercero creíble para que ayude y asista al Estado que lo necesita dentro de un proceso de negociación, es normal y hace parte de sus protocolos, a fin de brindar imparcialidad y poder avanzar hacia el objetivo propuesto.
Estos terceros países pueden participar en calidad de verificador, facilitador, testigo o mediador.
Colombia solicito de manera seria y creíble la colaboración de países como Cuba, Venezuela, Noruega, Chile Ecuador y Brasil, cuando requirió la intervención de estas naciones para lograr una solución negociada al conflicto armado interno con las FARC y con el ELN en épocas distintas.
Así mismo, gracias a la intervención del Vaticano y a las Naciones Unidas y de algunos de los países mencionados anteriormente, se obtuvo la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el Estado.
Esta práctica tan utilizada en varios países como por ejemplo Ruanda, Estados Unidos, Tailandia, El Salvador, y consagrada a la vez, en el Derecho Internacional debe ser respetada. No se puede catalogar a los países que brindan esta asistencia en la construcción de paz, como cómplices del terrorismo, tal como está pretendiendo Colombia hacer con Cuba y a Noruega en el caso del proceso de negociación con el ELN, cuando es responsabilidad únicamente de este grupo insurgente el que se hubiera roto la mesa de negociación.
El utilizar Colombia esta honrosa posición como presidente de la Comisión de Consolidación de Paz del sistema de las Naciones Unidas solo para traspasar los odios y la polarización que el Centro Democrático hace en la política interior a la esfera internacional, es demasiado provinciano y deja muy mal parado al país quien se había venido caracterizando por el respeto a la normatividad internacional y por un dialogo democrático, respetuoso e incluyente.
¿Cuál será la imagen de Colombia? Ningún país querrá a futuro aceptar una invitación del gobierno colombiano para que conforme una mesa de negociación, ni tampoco prestará atención a los distintos procesos que el país genere, pues con esta actitud junto a la falta de voluntad política para consolidar los acuerdos de paz, lo que ha venido haciendo el gobierno Duque es minar la credibilidad del país en todos los frentes.
Es tanto el odio que parecería tener el partido del gobierno por la herencia de Juan Manuel Santos, que su alucinación raya lo absurdo, pues tratar de minar la dignidad de la investidura de este expresidente como Jefe de Estado y de Gobierno, es como poner en duda la misma condición del actual Jefe de Estado.
El gobierno del presidente Iván Duque en lugar de continuar haciendo el oso internacional, debería aprovechar esa honrosa posición para demostrarle con hechos al mundo y a sus opositores que consideran que mantiene un doble discurso y de estar acabando con el proceso de paz, para consolidarlo, y para que el planeta siga admirando a Colombia por haber podido llevar con éxito el mejor acuerdo de paz posible.
Lo que debe propiciar el Gobierno Duque es el cumplimiento de los pilares de paz positiva por tener una sólida relación con los objetivos del desarrollo sostenible 2030, pues solo así el país podrá estar a la vanguardia y a la altura de los nuevos derroteros del actual orden internacional que surgió con ocasión del Coronavirus.
El acuerdo de paz de Colombia es un modelo a seguir para la comunidad internacional, y se ha constituido en una esperanza para el mundo convulsionado. El dialogo vuelve a recobrar fuerza como una herramienta para resolver los conflictos en el mundo y para cambiar la cultura de la guerra por la cultura de la paz.