El reconocimiento por parte de la FARC del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, de Hernando Pizarro León-Gómez, de José Fedor Rey, de. Jesús Antonio Bejarano, del general Fernando Landazábal Reyes y de Pablo Emilio Guarín es un gran adelanto para la paz del país.
Si no se hubiera llevado a cabo el acuerdo de paz, este resultado no se habría dado, pues llevan muchos años de ocurridos estos homicidios y aún tanto la Fiscalía como las demás entidades judiciales no han podido esclarecerlos ni obtener resultados serios.
Es hora de que empecemos a buscar la manera no solo de agilizar las investigaciones sino de lograr que estas lleguen a feliz término con celeridad, eficacia, eficiencia y en justicia. El país y, sobre todo las familias de las víctimas, requieren conocer la verdad para poder sanar las heridas y el dolor causado por estos delitos, y así poder voltear la página de la historia y lograr la reconciliación que no solo necesita, sino que merece, el pueblo colombiano.
Así mismo sería interesante que se investigara el motivo por el cual las entidades judiciales no pudieron avanzar con los procesos de estos homicidios, pues llevan más de 20 años sin resultado alguno y lo único que ha reinado ha sido la impunidad.
No se pueden poner en tela de juicio la Jurisdicción Especial para la Paz ni las confesiones dadas por la cúpula de la FARC, solo porque algunos siguen sin estar de acuerdo con los acuerdos de paz, y prefieren seguir ahondando en los odios, la polarización y la guerra la cual no trae beneficios a nadie, salvo a los violentos que se lucran del dolor y la miseria de todo un pueblo.
Aquellos que desconfían del reconocimiento que ha hecho este actor del conflicto armado, deberían pensar que no tiene sentido el responsabilizarse de un delito que no cometieron. De igual forma quienes, sin tener en cuenta que no es fácil esclarecer los delitos cometidos durante más de cincuenta años, creyeron que la JEP no daría resultados, deberían aceptar que esta institución de justicia transicional que se creó con los acuerdos de paz ha venido realizando una buena labor.
Se observan con beneplácito los avances que el partido de la FARC como actor del conflicto armado ha tenido no solo con las confesiones de estos delitos, sino con el reconocimiento del reclutamiento de menores y del abuso sexual.
Al parecer la FARC con estas actuaciones tiene claro el proceso de paz y los acuerdos, pues la verdad, la reconciliación y la no repetición son principios fundamentales a respetar.
La Farc le ha dado una lección al país y a los escépticos a través de su compromiso en reconocer la verdad de sus delitos, esperamos que sigan cumpliendo con los demás compromisos que adquirieron, y que esto motive a los otros actores del conflicto para que sigan el ejemplo de reconocer sus actuaciones delictivas para que el país pueda al fin conocer la verdad de todos estos hechos para que no se repitan.
Estos reconocimientos pueden haber sorprendido al país y sobre todo a los que aún se oponen a la paz y se niegan a reconocer las bondades de los acuerdos de paz, pero es importante comenzar a reconstruir la confianza como un medio de rescatar la cohesión social y la democracia, pues con los acuerdos se reconstruyen también la institucionalidad y la gobernabilidad que hemos perdido.