La similitud entre el exsenador Uribe y el actual presidente de Estados Unidos es indiscutible, y hasta tienen el mismo estilo de campaña: las noticias falsas, el castrochavismo, y los acuerdos de paz como el monstruo comunista o la bruja mala de Halloween. Pasado de moda y nada original, además sin lógica alguna.
El mundo de hoy carece de líderes y, ante el caos que presentan los partidos políticos actuales y la falta de credibilidad en la mayoría de los gobernantes, la sociedad pierde motivación en ejercer el derecho al voto, o se vota por el menos peor.
Los errores de los partidos tradicionales y la falta de voluntad política, junto con el alejamiento de los gobernantes con los gobernados permiten el surgimiento de los populistas en el mundo, y ese ha sido el caso de Colombia y de los Estados Unidos entre otros países como Venezuela, Brasil y México en donde ha surgido populismos de derecha y de izquierda que permean y destruyen la democracia.
Es indudable que la actual campaña presidencial del presidente de los Estados Unidos es una copia exacta de la campaña que viene ejerciendo el Centro Democrático en los últimos tiempos, tanto con el plebiscito como ahora en esta época preelectoral, lo cual es otro punto negativo para el señor Trump que viola el principio internacional de no intervención en los asuntos internos de un país para ganar el voto latino y en particular el colombiano.
La miopía colombiana ya es más que ceguera, pues no solo rompió la estabilidad’ de la relación bipartidista en Estados Unidos sino que politizó la relación binacional. Dependiendo de quién gané en las elecciones de ese país, se le pasará la factura a Colombia, un motivo más para que el gobierno colombiano cruce los dedos para que gane Trump y no Biden.
Pasadas las elecciones independientemente de quien sea el ganador, es urgente que Colombia reconstruya las relaciones bipartidistas, pues en política exterior, se tiene que mirar al país como un todo y no como una fragmentación.
No cabe duda que Biden sería la mejor opción no solamente para Colombia, sino para la América Latina y el mundo que requiere de un equilibrio de poder, pues nos encontramos en un mundo apolar con un peligro que se asemeja al Leviatan en el que el más fuerte se impone, rompiendo la armonía que se debe tener en el contexto internacional, junto a la confianza y a la cooperación para dar respuestas a los desafíos y problemáticas del multilateralismo.
El triunfo de Trump, sería el triunfo de las dictaduras en el mundo, el fin del multilateralismo, el desorden mundial, el resquebrajamiento de los derechos fundamentales, el aumento de la xenofobia y el asentamiento de la injerencia en los asuntos internos de Colombia.
La falta de una política exterior colombiana que se mira de manera parroquial y partidista, permite que se ofenda a un país con injerencias como las que ha hecho el presidente Trump pretendiendo acabar con los acuerdos de paz que significan no solo la reconciliación del país sino su desarrollo, la verdad y la justicia.
Cada país debe ser autónomo para resolver sus propios problemas, decidir sus dinámicas y su futuro. La Cancillería debió protestar ante la injerencia del señor Trump en los asuntos internos de nuestro país, y ha sido incapaz de hacer respetar al pueblo colombiano, no en vano el embajador de los Estados Unidos acreditado en el país, pidió a los políticos colombianos no interferir en las elecciones americanas.