Hace unos días tuve la oportunidad de encontrarme con varios jóvenes candidatos a los Consejos Municipales de Juventud en el departamento de Cundinamarca.
Tuve la oportunidad de conocer a jóvenes entusiastas, enamorados de su país; liderazgos positivos llenos de sueños, ilusiones, expectativas, propuestas y, sobre todo, ganas de trabajar por sus territorios.
Jóvenes talentosos que tomaron la difícil decisión de ingresar al mundo político para transfórmalo y hacerlo mejor.
Estos liderazgos juveniles confirman algo que me he venido planteando durante años: la situación actual de nuestro país necesita, urgentemente, propuestas coherentes, acertadas, sinceras, materializables, pero, sobre todo, que se hagan desde la política de los valores.
Tristemente, el ejercicio político (que para mí son las acciones individuales o colectivas desde los valores como los derechos y libertades, de igualdades y de justicia, de la creación de ideas para exigir y defender con nobleza la ciudadanía), paradójicamente, ha demostrado una desconexión de la comunidad, con sus dirigentes, motivada por la pérdida de confianza y las falsas promesas presentadas en campaña por algunos políticos (no todos, hay unos muy buenos) que hábilmente utilizan la elocuencia en sus discursos para seducir; de hecho, se han dedicado a prometer para no cumplir, a decir lo que creen que la población necesita escuchar y luego desaparecer.
Todo aquel que les diga que sí a todo, ténganle miedo.
Les aseguro que difícilmente cumplirá.
¡A la gente siempre hay que decirle la verdad!
Prácticas y tácticas sucias dentro de los procesos políticos en nuestro país, estrategias y argucias indecentes que afectan la confianza, no deben estar presentes en una sociedad que reconoce su responsabilidad en las elecciones y que, además, después de esta crisis que aún no termina, exige honestidad.
Hoy más que nunca, es de vital importancia retornar a la política de la transparencia y la palabra. Resulta esencial devolverle a la ciudadanía la esperanza de una política con sensatez y respeto, resaltando que los dirigentes están para representar el interés del pueblo y deben ser estos quienes dispongan de sus capacidades absolutas de servicio con la comunidad.
Nada mejor para la valerosa democracia, la que tanto aprecio, que hoy florezca el ejercicio político de los jóvenes, quienes tienen la responsabilidad de ser el ejemplo para las actuales y futuras elecciones, con campañas y propuestas coherentes, decentes, responsables y con posibilidades de que se cumpla la palabra, en contiendas que se destaquen por el debate de las propuestas, donde el respeto por la ciudadanía sea la mayor virtud.
La democracia importa y todos creemos saberlo, pero es necesario hoy recordarlo más que nunca: la democracia es fundamental para la construcción de nuestra sociedad; y esta es responsabilidad de TODOS.
En términos simples, la democracia existe cuando el pueblo decide, cuando elige a sus dirigentes. Y es sobre nosotros, la ciudadanía, que recae el poder de decisión, somos quienes disponemos frente al qué hacer con los asuntos más importantes de nuestras comunidades; tenemos también la responsabilidad de no dejarnos engañar, de no dejarnos enredar, de no dejarnos ilusionar con lo incumplible.
Debemos entender que no todo será posible de transformar de la noche a la mañana, mucho menos en un país que viene acumulando por siglos, tantas necesidades y tantas desigualdades.
Por esta razón, propongo que se utilice el arma más importante que tenemos como sociedad: EL VOTO, y que este sea por la política que merece la sociedad. Celebro la democracia y las elecciones de las juventudes que se avecinan; conozco a jóvenes, hombres y mujeres líderes con propuestas innovadoras, que seguramente tendrán impactos positivos en sus territorios.
Queda entonces la invitación a los jóvenes y a la ciudadanía en general en nuestro país: debemos ser capaces de cambiar todo lo que está mal, es hora de pensar y decidir con responsabilidad.
Hemos aprendido lo bueno al lado de los buenos; hemos visto también lo que no se debe hacer en política; por ello, ha llegado el momento de practicar la buena política, la política de la sensatez.
Bienvenida de nuevo, la política de los valores.