Mientras los consumidores hemos tenido la fortuna de contar con un superintendente de industria y comercio altísimamente eficiente, los usuarios de la salud no podemos contar la misma historia, porque nos correspondió en suerte tener un superintendente de salud ineficiente, temeroso y, si se quiere, incapaz.
Mientras en la SuperIndustria se aplica con rigor la ley y se sanciona de manera ejemplar a los empresarios que engañan a los consumidores o que violan los principios de la libre competencia; en la SuperSalud permiten toda clase de atropello, que significan ni más ni menos, que perjuicios para la salud de las personas e incluso la muerte para muchas de ellas.
Mientras Pablo Felipe Robledo se erige como el funcionario más destacado del gobierno nacional desde la SuperIndustria y nadie duda de que es un ícono en la lucha contra la corrupción en el sector privado; su homólogo en la SuperSalud, Norman Julio Muñoz, es calificado con notas bastante negativas por su permisividad con las ineficiencias y actos corruptos de directivos de las EPS y de clínicas y hospitales.
Muñoz lleva 30 meses en su cargo y lo único que aprendió fue a evadir respuestas, a decir mentiras y a congraciarse con empresarios de la salud que han defraudado la confianza pública, al usar de manera inadecuada e incluso tramposa, los dineros destinados a la salud de los afiliados al sistema.
Las sanciones económicas y administrativas aplicadas por la SuperSalud son tímidas y bastante escasas. El empeoramiento de la atención a los pacientes es cada vez peor y en su defensa no acude la Superintendencia. El cierre de los servicios de atención en casi todas las ciudades es visto como un hecho normal, y las reacciones del ente de vigilancia son tardías o inexistentes. El manejo de los recursos es corrompido, en medio de un desconocimiento institucional sobre cuál es la realidad de la situación financiera de la salud en Colombia.
El superintendente Muñoz se ha vuelto el hazmerreír en el Congreso y dada su incapacidad administrativa, los actores del sistema de salud saben que pueden pasar por encima de él y de la ley, con la seguridad de que no les ocurrirá nada.
Ojalá se pudiera, en el diseño institucional, encargar a Pablo Felipe Robledo, durante lo que falta del gobierno Santos, de la dirección de la Superintendencia de Salud. Con seguridad, su actuación profesional ayudaría bastante a corregir el rumbo que hoy tiene esta entidad y favorecería a millones de usuarios.
El nombramiento de Norman Julio Muñoz es una de los grandes errores del ministro de salud, Alejandro Gaviria, y una enorme falla del presidente Juan Manuel Santos.