Esta semana nos visita y estará entre nosotros el otrora arzobispo argentino Jorge Mario Bergoglio y ahora sumo Pontífice Francisco, sucesor 266 de San Pedro, con esta es la tercera vez que un Papa llega a Colombia. Primero fue Pablo VI en 1968 y luego Juan Pablo II en 1986, hace 31 años. Pero ha valido la pena esta larga espera del Vicario de Cristo, pues se trata del primer Papa americano, del primer Papa de la Orden de los Jesuitas, sencillo y humilde, como lo es él, alejado de la pompa, el boato, la parafernalia; eso sí, aunque muy espiritual, con los pies bien puestos en la tierra. Sus mensajes, siempre profundos, cargados de sabiduría, de sapiencia, trascienden a la iglesia, son verdaderamente ecuménicos y siempre ponen a pensar a los pensadores del mundo entero. Su primer mensaje fue la escogencia de su nombre, pues bien pudo inspirarse en su hermano en la compañía de Jesús San Francisco Javier optó por San Francisco de Asís, quien lo abandonó todo al descubrir su verdadero tesoro, Dios!
El Papa Francisco siguió muy de cerca y acompañó con sus oraciones los diálogos que se adelantaron en La habana entre los voceros del Gobierno y los de las FARC, convencido de que “es el diálogo el que hace la paz”. Y una vez que tuvo conocimiento de que se había arribado a un acuerdo prometió, en vísperas del Plebiscito de octubre pasado, que “cuando este acuerdo sea blindado por el Plebiscito y tenga el reconocimiento internacional, yo iré a Colombia para enseñar la paz”.
Como es bien sabido, si bien el Acuerdo alcanzado ha tenido el más amplio reconocimiento internacional, no pudo ser “blindado” a través del Plebiscito, pero ello no fue óbice para que el Santo Padre cumpliera con su promesa. Y no es para menos, pues él debe de estar advertido que, ante el revés en el Plebiscito, el Acuerdo Final se refrendó por parte del Congreso de la República y avalado por parte de la Corte Constitucional. Bien dijo el Papa Francisco que “no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”. Con motivo del arribo del Papa Francisco se ha dado el primer paso en Quito en el camino de alcanzar un acuerdo con el ELN y, como un gesto de paz, se ha pactado entre el Gobierno y el ELN un cese al fuego y de las hostilidades bilateral a partir del 1º de octubre. Ha querido el Papa Francisco que en su visita los 8 millones de víctimas del conflicto armado en Colombia, cifra que supera la población de más de 107 países, estén en el centro de su esmerada atención y de sus mensajes pontificios. Se reunirá con ellos, especialmente, en Villavicencio.
El Papa Francisco visita a Colombia en unas circunstancias bien distintas a las que encontraron sus antecesores, en Colombia desde 1991 el Estado dejo de tener la religión católica como la oficial y se consagró la libertad de cultos, lo cual ha dado lugar a la proliferación de iglesias, muchas de ellas de garaje. Es más, en el año 2014, la Corte Constitucional declaró inexequible la norma mediante la cual se consagraba Colombia al sagrado Corazón de Jesús, rompiendo con ello una tradición de 92 años. Francisco es el primer Papa que visita a una Colombia que acaricia la paz, después de un largo conflicto que la desangró por más de 50 años. Pero, también, nos sorprende enzarzados en una gran confrontación y polarización política, sumidos además en la más profunda crisis institucional por cuenta del cáncer de la corrupción, que ha hecho metástasis, involucrando tanto al sector público como al sector privado y desestabilizando al país. Ad portas como estamos de las elecciones al Congreso de la República y a la Presidencia de la República el próximo año, se impone un serio y sincero acto de contrición y propósito de enmienda, antes de que sea demasiado tarde.
Ojalá esta visita sirva para atemperar los ánimos, desarmar y serenar los espíritus y desengatillar la lengua, pues esta habla de lo que abunda en el corazón. Es obvio y así lo ha enseñado el Papa Francisco, quien se caracteriza por predicar con su ejemplo, que para alcanzar la paz hay que empezar por la paz interior, sanando los corazones, mediante la compasión y la comprensión, que pasan por el perdón y conducen a la reconciliación. Es bueno recordar que no hay justicia sin perdón y que este no es parte de la Justicia, es generoso; la justicia y el perdón van de la mano. Pretender separar la Justicia del perdón es como intentar aplaudir con una sola mano. Por su parte el Cardenal Rubén Salazar nos invita “a dejar atrás todos esos fangos que nos impiden caminar y a empezar, decididamente, la construcción de un país nuevo”. Es obvio de toda obviedad que no se puede ser buen cristiano si no se es buen ciudadano. Dice un adagio chino que aún el camino más largo para recorrerlo hay que dar un primer paso, démoslo!