Colombia es pasión, decía una vieja campaña publicitaria que buscaba promover a nuestro país como destino turístico internacional. Ignoraba quien se ideó ese eslogan que, contrario a ser algo positivo, pasión, según la RAE, es definida como la “acción de padecer” o la “perturbación o afecto desordenado del ánimo”. Pese a que el mensaje dado fue contrario a lo pretendido, en algo acertó: en este país se padece, y de una gran pluralidad de males. Uno de los padecimientos más arraigados es la violencia sexual, entendiendo por ésta toda forma de contacto sexual no deseado (violación, incesto, acoso sexual, explotación sexual, entre otras).
Si bien los noticieros y medios de comunicación se enfocan en la violencia contra las mujeres, este fenómeno tiene una faceta aún más oscura: cuando las víctimas son los hombres. Entre los muchos mitos sociales que existen, es frecuente escuchar que nosotros siempre queremos tener relaciones sexuales y, por nuestra naturaleza, nunca nos atreveríamos a rechazar un encuentro sexual. Se considera normal que en la vida de un joven las experiencias sexuales inicien a muy temprana edad, y no hacerlo se convierte automáticamente en una causa para cuestionar nuestra hombría: “bobo”, “cobarde” o “maricón”, son algunos de los calificativos que suelen usarse para referirse a aquellos quienes se demoran en su iniciación sexual. En algunas regiones, incluso, es frecuente ver a los padres llevando a sus hijos a prostíbulos para que pierdan su virginidad y ello es considerado como el paso a la adultez; en otras, se les lleva a tener relaciones sexuales con burras. Sí, leyó bien, burras.
A pesar de que poco o nada se habla de ello y de que la violencia sexual contra nosotros sea socialmente aceptada y/o menos reprochable, los hombres sufrimos de los mismos síntomas que las mujeres después de un abuso sexual, pero existe en el fondo una gran diferencia: a nosotros no se nos permite ser vulnerables.
En enero del año pasado ocurrió un hecho poco común que visibilizó y puso este grave problema en la agenda nacional: el columnista del diario EL TIEMPO, Adolfo Zableh, denunció haber sido víctima de este delito a los 5 años. En una demoledora y conmovedora columna denominada De eso no se habla, detalló lo que se siente ser un hombre abusado y expresó que mientras los animales, las mujeres, los niños y las minorías étnicas tienen sus defensores, a nosotros (…) nadie nos cobija. Es cierto.
Recientemente se presentaron dos episodios que corroboran lo anterior: en el primero, el cantante Maluma durante un concierto se vio obligado a rechazar a una fanática que, violando todas las medidas de seguridad, se subió al escenario tratando en forma desesperada de besarlo. En el segundo caso, el actor de cine pornográfico Nacho Vidal fue desnudado y manoseado por parte de un médico en una prestigiosa clínica del norte de Bogotá, en donde éste se encontraba como consecuencia de un dolor de oído. Ambas situaciones reflejan la soledad que afrontamos los hombres cuando la violencia sexual se ejerce en nuestra contra: las redes sociales y los medios de comunicación en general se prestaron para ridiculizar a las víctimas. Tanto de Maluma como de Nacho se rumoró su posible homosexualidad toda vez que no se rechaza un beso y tampoco se tiene una erección ante un tocamiento indebido si a uno “no le gusta eso”, como afirmó un mal llamado periodista en medio de una entrevista con el actor.
Si bien las cifras de violencia sexual contra los hombres son relativamente bajas si se comparan con la cometida contra las mujeres, esto no implica que no exista o que sea menos grave; la invisibilidad del fenómeno es aún mayor debido a la revictimización que sufren quienes la denuncian tal como le ocurrió a Maluma y a Nacho Vidal. Hay un agravante, según cifras de Medicina Legal y del ICBF, el 83% de los más de 3000 casos registrados afectan a menores entre los 0 y los 14 años quienes, al igual que sucede con las mujeres, son abusados por personas cercanas. El 73% de los hombres fueron abusados en su propia casa y en el 72% de los casos el agresor pertenecía al núcleo familiar o era una persona muy cercana. Pero, tal vez, el dato más impactante sea que el segundo sitio donde más se reportaron casos de abuso fue en las instituciones educativas. Allí se presentaron el 9 % de los abusos sufridos por hombres.
¿Por qué se considera más grave cuando se abusa de una mujer que de un hombre? La ley colombiana es clara, la violencia sexual es delito sin importar el género de la víctima. No es un chiste y tampoco motivo de burla que un hombre sea ultrajado en su dignidad o en su integridad física, y las mujeres deben tomar consciencia de que así como a ellas no les gusta que las toquen sin su consentimiento, a nosotros tampoco.
La gran pregunta es: ¿Cuándo se hará por parte del Estado una campaña para sensibilizar a la población al respecto?