Al buscar opinar, no solo expresamos un análisis personal de ciertas realidades, sino además tenemos la oportunidad de decir aquello que consideramos un ideal.
Ese ideal que considero defendible, siempre debatible, pero en mi concepto una constante de las elecciones en todo el mundo, es lo que hoy por hoy definimos como progresismo.
No estoy buscando el desarrollo del concepto, y por ello basta con decir que me refiero a este como la búsqueda del desarrollo de todo lo que rodea lo político-social, todo aquello que intenta revolucionar la forma como concebimos nuestros imaginarios, como el concepto de familia, la protección de los recursos naturales, o nuestra relación y forma como concebimos la muerte.
Claro que es mucho más que esos ejemplos, pero al menos estos ya generan toda la polémica alrededor de una sociedad que no está naturalmente dada al cambio de sus imaginarios, una constante en la historia humana.
Y es la gran diversidad alrededor de este debate la que creo que será esencial en las elecciones de 2018. ¿Por qué votaremos?, ¿Buscaremos una sociedad apegada al inmovilismo o al cambio?, ¿Es ese el debate que quieren poner sobre la mesa los candidatos?.
En 2016, fue necesario tragarnos la realidad, entender que existe más que nunca una ola que se resiste a las ideas de líderes progresistas, y que esos líderes cometieron errores en otros cambios, y pensaron que a pesar de ellos sus ideas estarían protegidas por un electorado que no quiere volver al pasado, sin duda, una errada lectura del voto.
Así, perdimos el plebiscito por la paz, ocurrió la victoria del Brexit, y Donald Trump derrotó contra todo pronóstico.
En 2017, aprendimos a acomodarnos a esa realidad, a entender que Londres ejecutará el Brexit, ver las polémicas decisiones de Trump, y sin lugar a dudar enfrentar el escepticismo alrededor del Acuerdo de paz en Colombia.
Y ahora en 2018, con las lecciones aprendidas, uno esperaría que los líderes de las ideas progresistas defiendan las banderas de las minorías, de los debates esenciales para el futuro del país, y la verdadera renovación política.
¿Qué se pretende con la polarización entre uribistas y santistas?, ¿Por qué centrar el debate en una coalición del SI y otra del NO del plebiscito para presidenciales?, ¿Qué se pretende intentando reducir todo este problema en una lucha contra la FARC, e incluso solo contra la corrupción?.
Al final, los distractores del debate, surgen por las preocupaciones del electorado, pero detrás de ellas está también la forma como esos líderes ven a la sociedad, y si las políticas y decisiones que tomarán defenderán o no esas banderas progresistas.
Si a usted como colombiano, no le gusta este gobierno, pero cree que debemos seguir avanzando en la defensa de los derechos de las minorías, ¿No sería ilógico votar por un candidato que habla mal del Gobierno, pero al mismo tiempo quiere restringir los derechos a parejas del mismo sexo, o animalistas?, y es que este solo ejemplo demuestra la magnitud del debate, pues finalmente para eso también son las elecciones, para que cada ciudadano piense y reflexione alrededor de lo que quiere a la hora de ir a las urnas, de lo que apoya o no, y de cuanto está dispuesto a sacrificar para elegir a un candidato que quizás no sea de su gusto.
¿Se elegirá un Gobierno dispuesto a sacrificar los avances progresistas?, la decisión es de cada votante.