En 2018 tres procesos electorales generarán turbulencias adicionales en la política y en la economía de América Latina.
La palabra más precisa para describir la situación que enfrentarán Brasil, México y Colombia es: incertidumbre,
En 2017 la crisis de la baja abrupta de las commodities, que afectó a toda la región en 2015 y 2016, alcanzó a contenerse y, se registró, además, un proceso lento de estabilización que permite a los analistas ser un poco más optimistas para el 2018 de lo que eran en sus proyecciones iniciales.
Pero, mientras Estados Unidos, Europa, China y Japón crecen a un ritmo superior al esperado, en América Latina se sigue registrando una baja tasa de inversión a largo plazo, hay demasiada informalidad, no mejora suficientemente la calidad de la educación y la construcción de clases medias no avanza a la velocidad que se precisa para dinamizar la economía.
No obstante los avances logrados en materia de disminución de la pobreza en el último decenio, según el más reciente informe de la Cepal, 7 de cada 10 hogares de América Latina no logran mínimos simultáneos de inclusión social y laboral y existe un gran riesgo de retroceso en la actual coyuntura de bajo crecimiento.
La CEPAL afirma” que el desarrollo sostenible no es alcanzable si se mantiene o se incrementa la “huella social” del modelo de desarrollo vigente, es decir, los altos niveles de pobreza, la desigualdad, los déficits de trabajo decente, la desprotección social y la vulneración de derechos de la población.”
Hay que advertir que, con solo ligeras, casi imperceptibles diferencias de acento, en Colombia el modelo neoliberal es el responsable de esta “huella social”. Y que desde el 7 de agosto de 1990, cuando asumió la Presidencia Cesar Gaviria, quien lo implantó, ha seguido vigente hasta hoy y siendo manejado sustancialmente por el mismo equipo económico, que alterna caras pero no orientación académica.
Las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2018 se realizarán en el país con el telón de fondo de la más aguda crisis política que hayan sufrido los partidos tradicionales en todo su devenir, en una sociedad polarizada de manera casi suicida por el logro de la paz, que a última hora le quedó grande incluso al Congreso.
Hay rabia e indignación generalizadas ante las dinámicas de corrupción evidenciadas de manera tan dramática durante los meses recientes al interior de los partidos, en el gobierno, en los organismos de control y en la propia cúpula de la justicia.
Y las encuestas realizadas hasta ahora evidencian que se está abriendo campo para alguien que no aparezca inmerso en este entramado de corrupción, apropiación privada del erario público, padrinazgos clientelistas, ambiciones de poder en disputa y odios cruzados.
Por eso no es de extrañar que hasta los mismos candidatos huyan como de la peste de sus colectividades partidistas que alcanzan un índice de desconfianza ciudadana del 87% y prefieran lanzarse por firmas.
Temer en Brasil, ha logrado evadir dos veces juicios penales, sostenido a la brava por una base parlamentaria cuyos integrantes están acusados de aprovecharse de los dineros del Estado al resultar involucrados en los casos de Petrobras y Odebrecht. Han respaldado a Temer porque nadie sabe con quién podrían reemplazarlo, garantizando simultáneamente que salgan avante unas reformas estructurales muy polémicas e impopulares en proceso de aprobación que desmontan derechos adquiridos de los trabajadores al cambiar, entre otras, sus reglas de acceso a la jubilación.
Aunque lo peor del más grande colapso económico que ha sufrido Brasil en toda su historia parece haber terminado, los riesgos del proceso de recuperación siguen siendo altos y el crecimiento no es robusto.
La inestabilidad política exacerba tales peligros. Y en el futuro inmediato sólo se avizoran nuevas perplejidades y amenazas. El más opcionado candidato a suceder a Temer es el ex presidente, Luiz Inacio Lula Da Silva, condenado a nueve años y medio de prisión por corrupción. Su sentencia está en suspenso por apelación que deberá ser resuelta en el primer semestre de 2018 y si el fallo adverso es confirmado no podrá ni siquiera volver a candidatizarse.
En México, aupado por el clima de rechazo y matoneo contra el país y sus emigrantes, Andrés Manuel López Obrador, candidato de izquierda considerado populista por sus adversarios, arranca con más de 15 puntos de ventaja por encima de sus competidores, aspirando con muchas probabilidades a que la tercera sea la vencida.
Y la amenaza de retiro de los Estados Unidos del TLCAN se torna cada día más creíble y con ella las perspectivas sombrías para la economía mexicana a mediano y largo plazo derivadas de la volatilidad y la incertidumbre que una decisión de tal naturaleza muy del estilo y de las ejecutorias recientes de Trump comportaría.