Respaldo unánime de la sociedad colombiana recibió la suspensión por parte del gobierno del quinto ciclo de conversaciones con el ELN, a raíz de los criminales atentados terroristas perpetrados por ellos contra la Policía.
Los elenos se niegan a entender que no será sobre una pila de cadáveres de servidores públicos y de civiles inocentes que lograrán volver a parar una mesa de negociación a la medida de sus deseos.
La sociedad civil en todas sus expresiones está hastiada de la violencia y muestra completo repudio a las acciones demenciales del ELN que se limitan a repetir el libreto sanguinario de siempre: ataques contra la fuerza pública y los civiles inermes, la infraestructura petrolera y energética, el transporte y el medio ambiente al que siguen ocasionándole daños acumulativos e irreparables.
En 54 años de accionar armado el grupo guerrillero, que surgió a la vida en 1964 como una estructura de orientación marxista leninista, compuesta esencialmente por académicos y universitarios sobre las huellas y con el influjo de la revolución cubana y el apoyo de Fidel Castro, no ha logrado provocar un solo cambio en la sociedad colombiana, encaminado a solucionar las necesidades sociales de la población, alterar positivamente los esquemas de explotación de las riquezas mineroenergéticas, o impactar para bien las condiciones de vida de las comunidades en torno a las cuales se ha insertado o llegado a copar.
Su huella en la historia del país únicamente se contabiliza en actos terroristas y sanguinarias emboscadas: Remedios, Puerto López, Machuca, Puracé, Fortul. Boyacá, Barranquilla, Soledad, Santa Rosa del Sur…..
Fidel Castro terminó reconociendo a principios de los 90 que la revolución armada no era el camino y se convirtió en el inspirador del proceso de paz no solo con las FARC, sino con los otros movimientos que lograron antes concluir acuerdos de dejación de armas en el país.
Pero el ELN, sordo y además autista, se niega todavía hoy incluso a escuchar a Castro pionero de la revolución en el Continente, quien sin descartar los objetivos ideológicos de los alzados en armas, abrazó la causa de la paz y contribuyó de manera decisiva a consolidar los acuerdos tan trabajosamente alcanzados en Colombia.
La agrupación armada ha contado siempre con las simpatías de los partidarios de la llamada Teología de la Liberación y tuvo entre sus filas a los sacerdotes Camilo Torres Restrepo, malogrado líder social de amplia proyección, además de los españoles Manuel Pérez y Domingo Laín.
El ELN registra múltiples altibajos en su devenir, ha tenido periodos de consolidación y crecimiento vertiginoso y también ha quedado algunas veces al borde de la aniquilación: como en 1973, después de la operación Anorí, o en 1983 cuando llegó a quedar reducido apenas a 30 efectivos. Pero, una y otra vez se ha vuelto a recomponer y a levantar. Actualmente se calcula oficialmente que está integrado por alrededor de 1500 combatientes.
Sin embargo, nunca jamás el ELN ha abandonado su andadura militar, ni hecho a un lado las prácticas delictivas que constituyen sus fuentes de financiamiento ligadas al secuestro, la extorsión y más recientemente según lo evidencian las investigaciones de inteligencia militar, al narcotráfico, apareciendo asociado en los Departamentos de Cauca y Nariño con bandas de narcotraficantes atados al paramilitarismo de derecha y en otras regiones con las organizaciones criminales que explotan la minería ilegal.
La única vez en más de medio siglo de confrontación e intentos fallidos de negociación que se ha logrado convenir algo ocurrió el 5 de septiembre de 2017 y se materializó en el acuerdo bilateral de cese al fuego entre el Gobierno y el ELN, a raíz de la visita oficial del Papa Francisco a Colombia.
La tregua pactada la rompió el ELN con el asesinato del gobernador indígena Aulio Isarama, a quien retuvo supuestamente para investigarlo por “supuestos nexos con la inteligencia militar”. Y por parte del gobierno no puede asegurarse tampoco que el alto al fuego fue perfecto. Pero nada explica ni puede justificar la oleada de atentados que apenas finalizada la tregua desató el ELN contra la infraestructura, ni los actos terroristas en los cuales perecieron 7 policías y más de cuarenta resultaron heridos.
¿Al interior de la organización está ganando el pulso la minoría que se opone a la paz?
¿La falta de mando unificado está impidiendo que avance un proceso, que se desarrolla en medio de la confrontación e inmerso en la hostilidad y la desconfianza de una ciudadanía cada vez más indignada y escéptica?
Por lo pronto le resultará casi imposible al presidente Santos y también a quien lo suceda propiciar otro cese de hostilidades y en el terreno movedizo de una campaña electoral envenenada y con tantos partidarios de la guerra la perspectiva de paz completa ha sufrido un revés muy difícil de superar.