No será posible que Colombia consolide la paz, ni mejore sus índices de competitividad, ni supere la iniquidad y el subdesarrollo, si no logra ganarle la guerra a la pobreza y la miseria.
La pobreza afecta hoy a 13 millones de colombianos, que apenas si logran tener recursos para pagar un techo inadecuado y una alimentación desbalanceada. Los más pobres están representados especialmente por mujeres negras o indígenas, de origen campesino, que han sido víctimas de la violencia y tienen la condición de desplazadas, son cabezas de familia, no cuentan con un empleo formal y sus ingresos diarios no superan los quince mil pesos.
Dentro de esos 13 millones de pobres, hay 4 millones que son calificados como pobres extremos, también se les denomina “atrapados por la miseria”. La mayoría de ellos viven en las regiones apartadas, donde la inversión del Estado no llega y lo único que allí ha persistido es la más profunda degradación del conflicto armado. También se les ve, en gran número, alrededor de áreas urbanas, ocupando espacios en zonas muy marginadas, asentamientos humanos inadecuados e ilegales y sin posibilidades ciertas de ascender en la escala social por falta de acceso a la oferta de bienes sociales y a la carencia de servicios públicos.
La pobreza y la miseria en Colombia están acompañadas de unos niveles de desigualdad en la distribución de la riqueza, que ponen al país en el grupo de las quince naciones que menos avances presentan en términos de equidad.
Los colombianos tenemos la gran responsabilidad de romper con el círculo tenebroso de la reproducción de la pobreza por las vías intergeneracional e interfamiliar. Un niño que nace en un hogar pobre o en condición de indigencia, tiene altas probabilidad de seguir en esa misma situación durante toda su vida, al igual que sus hijos y nietos. Es una realidad agobiante, que no le permitirá a Colombia poder tener un desarrollo sostenible ni una paz duradera.
El gobierno y el Congreso, además de los empresarios privados, tienen que sentarse a pensar sobre las políticas que se deben diseñar y el papel que deben desempeñar para tener mejores y más rápidos logros en la lucha contra la pobreza, entendiendo que esta es multidimensional, o sea, que no se explica únicamente con la variable del ingreso.
Los más reputados estadistas y los investigadores sociales y económicos coinciden en que la pobreza es el resultado de múltiples dimensiones que van desde la negativa de acceso a un empleo formal, hasta la ausencia de paz y seguridad, pasando por la imposibilidad de tener alimento, salud, educación, vivienda y servicios públicos básicos, además de no poder disfrutar un entorno ambiental sano.
La guerra contra la pobreza debe ser el compromiso político más importante de los próximos años.