La corrupción es un cáncer social que nos cuesta al año cerca de 50 billones de pesos, según datos de la Contraloría General de la Nación. Es decir, casi un billón de pesos por semana, algo cercano al 4% del Producto Interno Bruto. El equivalente al presupuesto de inversión que se incluyó en el presupuesto del 2017.
Es preocupante pensar en todo lo que estamos dejando de invertir por cuenta de la corrupción: obras para Bogotá, líneas del Metro, mejor educación, más cobertura en salud y asistencia social.
Cada semana, nos encontramos con un escándalo nuevo y más grande que el de la semana anterior. Tantos casos de corrupción sin una debida sanción penal ni tampoco social, porque cada caso lastimosamente opaca al anterior.
Lo más preocupante es que esta enfermedad social parece haber hecho metástasis en muchos sectores tanto públicos como privados, y ha escalado los diferentes niveles de nuestra sociedad.
No podemos olvidar el caso de Interbolsa, Estraval, DMG, manejados íntegramente por particulares y donde muchos colombianos pusieron sus ahorritos y fueron vilmente estafados.
Algunas responsabilidades entregadas a particulares por parte del Estado, entre otros argumentos para hacerlas eficientes y libres de procesos amañados, terminaron en escándalos que cobraron no sólo dinero, sino vidas, por ejemplo la EPS Saludcoop y algunas curadurías urbanas en ciudades como Medellín y Cartagena.
Pero por algún lado debemos iniciar el tratamiento a esta crónica enfermedad. En el tema político específicamente, soy amigo de puntos que planteaba la frustrada reforma que se tramitó el año pasado en el Congreso de la República y que contemplaba puntos como la lista cerrada; Esto obligaría a disciplinar y unificar a los partidos en torno a ideas y proyectos.
Otro punto, es la financiación total por parte del Estado de las campañas, pues el actual sistema permite que los particulares intervengan y obviamente quién más recursos posea tiene muchas más opciones de hacerse elegir.
Aunque soy consciente que la verdadera vacuna para este mal es una educación y prevención que se dé a las generaciones en formación, creo que esto sería un paso efectivo para iniciar el cambio.