En lo que fue por meses un secreto a voces, hoy por fin Sergio Fajardo sacó del closet a Claudia López y oficializó el nombramiento como su vicepresidenta. Así, lista la formula, solo queda la inscripción de ambos ante la Registraduría para protocolizar su aspiración a ser los sucesores de Santos y Naranjo en el palacio de Nariño.
Fajardo es un académico cuya trayectoria política es reconocida por el país y, en particular, por los antioqueños que lo eligieron como alcalde de Medellín y como gobernador de dicho departamento con 925.956 votos. Su carácter sosegado, claridad conceptual al hablar y la imposibilidad de ubicarlo en alguno de los extremos del espectro ideológico le representan el cariño, la confianza y la credibilidad de diferentes sectores políticos que, de entrada, son incompatibles entre sí: uribistas, liberales, conservadores, izquierdistas; Sergio, cual enlazador de mundos, es capaz de atraerlos a casi todos en torno a él.
Para un candidato presidencial, la elección de su fórmula electoral, el vicepresidente, es tal vez una de las decisiones más importantes ya que, de hacerse acertadamente, puede propulsar la campaña. ¿Tomó Fajardo una decisión acertada? ¿Cuál será el efecto de Claudia en su campaña? López es una líder social que, valiéndose de sus denuncias contra la parapolítica, logró reconocimiento nacional y llegó al senado con poco más de 81.000 votos; votación nada despreciable. Desde el legislativo ha emprendido una lucha contra la corrupción que le ha ganado notoriedad y la simpatía de los ciudadanos más jóvenes, desencantados de la política. Pudiese parecer la fórmula ideal, pero, lamentablemente, dista de serlo. ¿Por qué?
Claudia quita más votos de los que pone: su actitud populista, su agresividad verbal y los ataques personales señalando de corrupto a todo aquel que se niegue a pensar como ella o a acceder a sus pretensiones, son factores que generan más prevenciones que afectos. En múltiples ocasiones ha sido obligada por jueces de la república a retractarse de acusaciones hechas en medios de comunicación contra sus contradictores políticos; el mismísimo Fajardo fue victima de sus ataques el año pasado cuando lo acusó en Twitter de que era él el obstáculo para lograr construir la “Coalición Colombia”, poniendo a la opinión pública en su contra. Contrario a atraer votantes, López los espanta. Por ejemplo, son muchos los uribistas que, ante la falta de simpatía hacia Iván Duque, candidato del Centro Democrático, hubiesen estado dispuestos a votar por Sergio, pero que jamás votarían por Claudia.
Por otro lado, la elección de Claudia deja sin piso al Polo democrático dentro de la coalición pues ni ella ni Fajardo representan a la izquierda. Robledo, el izquierdista del grupo, tuvo que desistir de su aspiración a la presidencia y postularse al senado para tratar de obtener los votos necesarios en aras de conservar la personería jurídica de su partido político, la cual está amenazada por la enorme fragmentación del voto zurdo. Sin alguien que los represente es altamente probable que el electorado del Polo termine inclinándose a apoyar a Petro, a la Farc, a Piedad Córdoba u otros candidatos.
El nombramiento de López seguramente tuvo por finalidad tratar de buscar que, bajo su liderazgo, se mantuviese la unidad de los verdes, muchos de los cuales ya estaban manifestando su intención de apoyar a Petro; es probable que ella lo logre. No obstante, pese a que Claudia despierta algunas simpatías y representa algunos miles de votos, ello no será suficiente para hacer de Fajardo un candidato viable a clasificar para la segunda vuelta. Pudiendo buscar una formula de unidad, Sergio optó por una de división. Una gran pérdida para el país.
Mockus pagó sus malas decisiones viendo naufragar su campaña a la presidencia en el año 2010, arrastrando con él a Fajardo, su fórmula vicepresidencial, y destruyendo el anhelo de construir un mejor país que tenían millones de colombianos que creyeron en el sueño de esa llamada “Ola verde”. Ocho años después, sin aprender de las lecciones del pasado, Sergio ha condenado su candidatura al fracaso y lo recordaremos en el futuro como una especie de “Ola Verde” versión 2.0.
Es probable que, consecuencia de lo anterior, se haya aclarado por fin el panorama político y muy seguramente tendremos una segunda vuelta entre Germán Vargas Lleras y el ganador de la consulta de la derecha, que, me atrevería a asegurar, será Martha Lucia Ramírez. Que entre el diablo y escoja entre esos dos.