Escribo esta columna el sábado antes de las elecciones para el Congreso, mientras que muchos lectores solo la verán después de conocidos sus resultados, de manera que no pretendo hacer de adivino pronosticando cuantos congresistas va a sacar cada partido ni quienes se quemaron en sus aspiraciones; no obstante, intentaré vaticinar algunas tendencias generales de estas elecciones, con base en lo que ocurrió en el 2014.
En primer lugar, el triunfo absoluto de la abstención –directa o indirecta- que puede acercarse al 70% de potenciales votantes. Esta enorme apatía, y confusión, cuestiona la legitimidad del Congreso pues implica que solo es elegido por menos de la tercera parte de los ciudadanos, llegando al extremo de tener senadores elegidos con menos de 20.000 votos y políticos que llegaron a la Cámara con 1.500 votos. ¿Es eso una democracia representativa?
Llamo abstención directa a los que no fueron a votar, que en el 2014 fueron el 57% de los 33 millones de colombianos en edad de votar; y abstención indirecta a los más de 3 millones de votantes, es decir casi el 10% del censo electoral. que no quisieron (votos en blanco) o no pudieron (votos anulados por marcar mal el tarjetón) votar por un partido o candidato.
Hay que recordar que el partido con la mayor votación en las elecciones pasadas fue el de la U con el 16% de los votos; es decir que si esta abstención indirecta fuera un partido político habría sido el triunfador con el 21.5% de los votos depositados.
La impresionante cifra de votos nulos o no marcados (2.4 millones) implica que se perdió el voto de uno de cada 6 ciudadanos que hicieron el esfuerzo de ir a las urnas hace 4 años. En esta ocasión es posible que sean más los votos perdidos por la complejidad de los tarjetones electorales que es solo un reflejo de la fragmentación de los partidos políticos y el predominio de las aspiraciones personalistas en feudos electorales.
En efecto, el tarjetón para elegir senadores tiene 16 opciones de partidos -10 de ellos con voto preferente- y otras 7 de circunscripciones indígenas, con 900 candidatos para escoger. El tarjetón de la Cámara es todavía más complejo. En el Valle por ejemplo son dos páginas con 14 opciones de partidos políticos, 6 de indígenas y 42 de afrodescendientes para un total de 152 candidatos.
Tal complejidad y confusión implica que se van volver a perder millones de votos, dando una ventaja adicional a las bien aceitadas maquinarias de caciques electorales que tienen la capacidad de adiestrar a sus clientelas en la forma de marcar el tarjetón.
El otro resultado que se puede anticipar sin temor a equivocarse es que ningún partido va a tener mayoría absoluta ni relativa en el Congreso, sino que se llegará a una situación de cinco bancadas que tendrán cada una entre el 15% y el 20% de las curules, para un total entre el 80% y el 85% del Congreso, mientras que el resto se repartirá entre unos 4 o cinco partidos o movimientos más pequeños.
En estas circunstancias la tendrá muy difícil el presidente elegido, cualquiera que sea, porque en el peor de los casos tendrá una mayoría opositora que le bloqueará todos sus proyectos, y en el escenario optimista podrá conformar una coalición a punta de mermelada, puestos y otras concesiones.