Se lo propuso y lo logró. Eran dos las obsesiones del Presidente Juan Manuel Santos. Desde el 7 de agosto de 2010, al asumir la Presidencia de la República, se empeñó en el propósito de encontrarle una solución política negociada al conflicto armado con las FARC y el 24 de noviembre de 2016 firmó con Rodrigo Londoño, alias Timochenco, el Acuerdo final. Y el día de hoy Colombia fue admitida en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), gracias a su perseverancia y después de pasar el examen de los 23 comités que sirven de filtro para el ingreso de nuevos miembros. Dios premia la paciencia y la constancia vence lo que la dicha no alcanza.
Colombia se convierte en el socio número 37 y en el tercer país Latinoamericano, junto con México y Chile, de este club de buenas prácticas fundado en 1961, que tiene como propósito fundamental “compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes”. Como lo afirma el profesor de la Universidad EAFIT Oscar Eduardo Medina, “estar en la OCDE es muy interesante porque es pertenecer a un club social que nos da una identificación interesante con inversionistas y puede jugar a favor en momentos en que pesa la baja en la calificación de Standard & Poor’s”. Explicó, además, que su membresía a la OCDE se convierte en “un elemento de presión para que Colombia empiece a tener otros estándares” más exigentes para sus políticas públicas.
Al dar su espaldarazo a la gestión adelantada por el Gobierno tendiente a acceder a la OCDE, la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI) y la Cámara de Comercio de EEUU manifestaron en una Declaración al término de su reunión en Washington, que ello contribuye a “elevar los estándares, mejora las políticas públicas y fortalece las mejores prácticas en Colombia, atrayendo mayor inversión a la economía por tener un ambiente más transparente y estable”.
En una primera reacción, una vez que el Consejo de ministros de la OCDE, a través de su Secretario General Ángel Gurría, hizo el anuncio de la admisión de Colombia, el Presidente Santos dijo que con este paso que se acaba de dar estaremos “comparándonos con los mejores para ser mejores”. Y no le falta razón en ello. No obstante, es preciso entender que ingresar a la OCDE por parte de Colombia es, a la vez, un punto de llegada y un punto de partida, pues de ahora en adelante le tocará emular con los demás países miembros de la misma, con los que ahora se va a codear, para estar a la altura de los estándares que se comparten por parte de ellos, los cuales le servirán de baremo retador. El listón para las políticas públicas y la gobernanza, en todos los ordenes (económico, social, laboral y ambiental, especialmente), estará ahora mucho más alto, lo cual nos obliga salir de la zona de confort en que por décadas se ha mantenido la economía colombiana, con todas sus limitaciones. Ese es el reto, ese es el desafío mayor a encarar.
Como lo afirmó William Thomson Kelvin (Lord Kelvin), físico y matemático británico (1824 – 1907) “lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. Este es el mayor mérito de hacer parte de este club tan exclusivo: nos vamos a someter a unos parámetros supremamente exigentes, lo que va a demandar esfuerzos de largo aliento, que sólo son posibles adoptando políticas de Estado y no de gobierno, cuyo período es escasamente de cuatro años. Esta será la mejor carta de presentación de Colombia ante al resto del mundo, que empezará a mirarnos con otros ojos, nuestra exposición será mayor porque nos tendrán en el radar, pero al mismo tiempo seremos objeto de un riguroso y continuo monitoreo por parte de los organismos multilaterales y, desde luego, por parte de las firmas calificadoras de riesgo.
En la postrimería de su gobierno el Presidente Santos deja estos dos legados, el del Acuerdo final con las FARC, pendiente de su implementación y el de la admisión de Colombia a la OCDE, con las tareas que conlleva, las cuales le quedan por delante a la próxima administración para ver de honrar sus compromisos. Quienes aspiran a sucederlo tendrán que tomar atenta nota de los compromisos adquiridos tanto con las FARC como con la OCDE, los cuales comprometen al Estado, no sólo al Presidente Santos, que ya está de salida. Digamos con Víctor Hugo que “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. Seamos valientes y capaces de aprovechar esta ventana de oportunidad!