Desde hace algunas semanas atendiendo el llamado de Maximino Espinoza y de otros líderes de la región veníamos planificando nuestra visita a la Zona de Reserva Campesina cuenca del Río Pato –Balsillas, jurisdicción de San Vicente del Caguán, Caquetá.
Iniciamos nuestro recorrido muy temprano desde la ciudad de Neiva, por delante nos esperaban 94 kilómetros hasta nuestro destino final, el centro poblado de Guayabal. Saliendo de la capital del Huila encontramos algún poco trayecto de vía pavimentada, luego iniciamos un terreno escarpado en muy mal estado, las condiciones de la carretera hacían pensar lo que sería una travesía difícil de transitar, lo que indudablemente fue así.
Descolgando la cordillera Oriental, nos encontramos el hermoso valle de Balsillas, decenas de humildes viviendas se veían a lo largo del paisaje, sobresalían de la densa neblina que recorría la zona, sus pobladores se dedican a la pequeña ganadería, a la producción de leche y de lácteos que les brindan el sustento familiar.
Una buena taza de café nos recibió en una tradicional tienda de la zona, sus gentes amables, optimistas con un mejor país, nos recibieron con toda la hospitalidad y amabilidad propia del campesino de provincia, valores que nos identifican a los que provenimos de pequeños municipios de la Colombia lejana.
Después de casi cuatro horas de trayecto logramos llegar a Guayabal, un pequeño caserío donde convergen algunos locales comerciales, unos pocos restaurantes e incluso un centro de telefonía que recuerda al desaparecido TELECOM. Las difíciles condiciones climáticas de la zona, azotada por el invierno convertían a sus calles en verdaderos lodazales.
El calor humano de sus gentes opacaba el frío que se tomaba a Guayabal, para nadie es un secreto que la Zona de Reserva Campesina El Pato-Balsillas, vivió en medio de la guerra, la presencia permanente de las FARC los estigmatizó por más de 50 años, lo que impedía que se generará inversión social por parte del Estado.
En medio de la reunión propiciada por la comunidad, se encontraron todos, representantes de las entidades del Gobierno, del Alto Comisionado de Paz, del PNUD de Naciones Unidas, de la Electrificadora del Huila, del Concejo municipal de San Vicente del Caguán, campesinos de las 27 veredas de la Zona de Reserva, empresarios y también asistieron algunos desmovilizados de la antigua FARC que están concentrados en la zona de Miravalle, muy cerca de Guayabal.
Todos con el deseo de unir esfuerzos para que su región salga del atraso histórico del cual han estado sometidos, y es que en Guayabal literalmente no tienen nada. Es una región rica en agua, pero no tienen agua potable, tampoco alcantarillado, mucho menos electrificación rural, las vías son un completo desastre, el acceso a las comunicaciones es nulo, la señal de la telefonía móvil y de datos no existe, la salud es un calvario, el único puesto de salud está en ruinas y no funciona, la infraestructura educativa es deficiente y la estigmatización de zona guerrillera no permite que llegue la inversión social. La única presencia estatal es el Ejército Nacional que patrulla y vigila la zona.
Lo que sí existe en la ZRC El Pato-Balsillas es el deseo vehemente de sus gentes, el anhelo de recibir inversión social del Gobierno, las ganas de desarrollar proyectos productivos, el afán por mejorar sus condiciones de vida y sobre todo la aspiración de seguir viviendo en Paz, algo que era imposible un par de años atrás.
Esta Zona de Reserva Campesina, fue la primera en declararse en Colombia en 1997 bajo la Ley 160/94, desde entonces la comunidad organizada y las asociaciones sociales han emprendido una gran cruzada de liderazgo, reconstrucción del tejido social y de emprendimiento para que su territorio, el cual abarca 8802 hectáreas, con siete mil habitantes distribuidos en 27 veredas tenga la oportunidad de un resurgimiento, que les ha sido esquivo durante más de cinco décadas.
Siendo testigo directo, hoy afianzó mi compromiso de apoyo y respaldo en todo lo que esté a nuestro alcance para que sus proyectos y anhelos se cristalicen lo más pronto posible, estos compatriotas que habitan la inmensidad de la cordillera oriental en el Caquetá merecen otro futuro y sus hijos otro amanecer.
Al final de la tarde regresamos de nuevo a Neiva por esa vía difícil de transitar, atrás dejamos colombianos valiosos, gente buena que espera que su país voltee las miradas y les tienda la mano. A Guayabal y a la Zona de Reserva Campesina El pato-Balsillas volveremos con la esperanza de verlos en condiciones mejores.