All men are born equal
Es el principio base de la fundación de los Estados Unidos, esa que consolidaron Washington, Adams, Jefferson, Jackson, Franklin y Hamilton, quienes soñaron con un país en el que todos tuvieran asegurado el ejercicio de los derechos en igualdad. Para llegar a esa meta, en esa gran nación, el proceso ha sido lento: tomó más de un siglo lograr que las mujeres, los pueblos autóctonos y los afroamericanos pudieran acceder a esa igualdad. Luego, hace muy poco, les llegó el turno a las minorías sexuales, y, apenas en el último mandato, se hicieron importantes esfuerzos por que los millones de inmigrantes ilegales pudieran gozar de los derechos de todos.
Esta revolucionaria noción de igualdad, que implica una ruptura conceptual con el antiguo régimen de privilegios legales para unos pocos, fue desarrollada durante la Ilustración, especialmente por Rousseau, y fue oficializada por primera vez en la Constitución de los Estados Unidos, en 1787, para, poco después, quedar eternizada en el lema de la Revolución Francesa, que clamaba por “Libertad, igualdad y fraternidad”.
Ese es el gran recordatorio del presidente Obama, en el discurso de despedida que pronunció en Chicago, el pasado martes. Aunque este presidente , de profundo criterio social, para muchos no llenó las expectativas (sobre todo, en materia de política internacional y de defensa de los Derechos Humanos allende las fronteras de su país), claramente es un hombre que pone a pensar al mundo y es un líder comprometido con esos valores fundamentales que, en la política oportunista e individualista de hoy, están siendo soslayados. Valga la pena mencionar las reflexiones urgentes de la Unión Europea, en la lucha contra los nacionalismos de diferentes tipos, en aras de respetar la diversidad, siempre entendida con una base común en la defensa de la igualdad de todos los ciudadanos en el ejercicio de los derechos, independientemente de sexo, raza, lengua, religión, origen, ideología política o cualquier otra característica individual.
Esa es la gran reflexión con la que comenzamos el año, luego de que, en el 2016, la protección a los Derechos Humanos siguió evolucionando en el discurso, pero, en los hechos, pareciera que hubiera retrocedido. El año pasado, a causa de la amenaza terrorista, se llegó al impensable de que las dos grandes naciones fundadoras de la Teoría del Equilibio de Poderes, Francia e Inglaterra, entraran en la lista de aquellas que avanzan en esta involución. En Inglaterra, el crecimiento del antieuropeísmo tiene en vilo al país, y, en Francia, con excusa en los atroces ataques terroristas, se sospecha que se ha llegado al extremo de permitir que la principal agencia de seguridad de ese país esté violando los Derechos Humanos, fuera del territorio de Francia, justificándose en la necesidad de defender la seguridad nacional. «La democracia puede tambalear cuando se entrega al miedo», es una de las más contundentes frases del discurso de Obama, que pueden aplicarse ante este panorama.
Esta semana, vendrán a Colombia el presidente francés, François Hollande, y el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, quienes visitarán zonas de agrupamiento de las Farc. En un mundo globalizado, los hechos no pueden leerse aisladamente. Por ello, esta visita pone a estos dirigentes europeos en la mira de si, efectivamente, su política de lucha contra el terrorismo y su defensa de la igualdad es de principios o si es una política oportunista, proteccionista e imperialista. En consecuencia, desde la Federación Colombiana de Víctimas de las Farc (FEVCOL), hacemos un llamado a estos importantes líderes del Viejo Continente, para que no sólo se entrevisten con nuestros victimarios, sino, con mucha mayor razón, con nosotros, las víctimas de esos perpetradores de los hechos más atroces que conozca la humanidad.
Así mismo, apelamos al presidente Hollande y al ministro Steinmeier para que alcen su voz (de tanta resonancia en el mundo) para que, efectivamente, las Farc cesen la ejecución de hechos victimizantes, para que, en esas zonas de concentración que van a visitar, no haya más presencia de menores reclutados forzosamente por las Farc (que, desde hace tiempo, deberían estar con sus familias y en programas estatales de recuperación) y para que las Farc, finalmente, entreguen al mundo la verdad sobre el paradero de las 704 secuestradas por ellos, de quienes sus familias ignoran totalmente el sino.
El Código Penal de Francia garantiza la igualdad de las personas ante la aplicación de la ley, cuando dispone que: “Las personas que se encuentren en condiciones similares y que sean juzgadas por las mismas infracciones deben ser juzgadas según las mismas reglas”. Por ende, durante la estadía en Colombia del presidente francés y del ministro alemán, los colombianos demócratas, los que creemos en el Estado de derecho y en que la Ley es para todos, tenemos el reto de transmitirles a las grandes potencias el mensaje de que ese discurso que defienden con vehemencia sobre la imposibilidad de aceptar los medios terroristas para luchar por las ideas no debe ser una responsabilidad exclusiva de los demócratas en su territorio sino en todos los territorios.