El documental de Netflix sobre Las dos Cataluñas es un excelente trabajo audiovisual que permite entender el porqué hay dos caras de un territorio: por un lado, los que quieren la independencia y, por otro, los que prefieren mantenerse como parte integral de España.
Es clave estudiar si ellos se sienten o no españoles, y por qué se habla, de manera especial, de la regresión de España al centralismo, lo que finalmente se quiere contrarrestar.
Se preguntan, incluso, si gran parte de Cataluña siente resentimiento hacia España. La respuesta posiblemente sea no. Sin embargo, necesitan un camino claro para avanzar en su desarrollo.
El éxito de este proceso depende del resultado que se alcance precisamente en las instancias democráticas. Por tanto, debe ser una convocatoria transparente y sensata que no defraude a la ciudadanía catalana y respete su decisión.
Sin embargo, no ha habido decisión determinante en las urnas, ni siquiera en el último referendo sobre separatismo que tuvo muchas críticas procedimentales.
Todo esto entraña una historia larga que contabiliza 11 intentos de independencia. Inicia en el año 1402 con el Compromiso del Coste y en 1714 con la Guerra de Sucesión. Sin embargo, estos intentos de separación catalana nunca han tenido un resultado positivo. Por eso no se ha podido proclamar como república, a pesar de que, por ejemplo, se expidan carnés de catalanidad para exacerbar el sentimiento patriótico.
El líder de esta última etapa es Carles Puigdemont, quien se mantiene en el extranjero para evitar ser encarcelado. Él advierte que la intensidad del proceso va en aumento. Sus seguidores dicen que “no odian a España, solo persiste la necesidad de construir la propia Cataluña”.
La posibilidad de que el Gobierno español hiciera efectivo el artículo 155 (control coercitivo sobre las comunidades autónomas) era latente. Y en el momento decisivo, Puigdemont, como líder del proceso, hubiese declarado la independencia, sin embargo, no se atrevió porque no tuvo la cantidad de votos suficientes. El líder catalán afirmó: “se criminalizó nuestro voto, pero a pesar de ello nos hemos hecho oír”.
Por su parte, el rey convocó a los empresarios para que cumplan la Constitución y mantengan la unidad de España.
Los analistas mencionan que España no tiene un proyecto de país que convoque y, a su vez, les preocupa que la Unión Europea sea un proyecto apocado y gastado, por tanto, los catalanes tienen la obligación de construir un proceso propio. Este no es un problema exclusivamente español y mucho menos catalán, es global. Es importante que se analice también cómo el Brexit inglés tomó decisiones que no correspondían a las lógicas territoriales.
La diferencia entre el proceso autonómico del Caribe colombiano y el separatista catalán es que el nuestro ha sido más cerebral y ha cumplido con los requerimientos constitucionales. Ejemplo de ello, el Voto Caribe. El de ellos es más emocional, de multitudes, de banderas en plazas y balcones. Ha tenido más pueblo.
La gran conclusión es que hoy los catalanes exigen respeto para finalmente lograr su proceso de independencia y de construcción de su país. Muchos consideran que todo este gran desgaste se pudo evitar, y la lección hacia el futuro, especialmente para nuestros hijos, es que juntos diseñemos el Estado que mejor se ajuste a las necesidades de la ciudadanía.