El atentado en la Escuela de Cadetes General Santander es una muestra de barbarie, pero también de los difíciles tiempos que Colombia aún está por vivir, básicamente tiempos donde se debe aprender a seguir adelante contra la violencia, pero sobre todo contra el miedo, la emoción producto del terror.
El terror no es nuevo, es un arma utilizada de distintas maneras a lo largo de la historia, para infundir en las personas las emociones y sentimientos necesarios para determinado fin. De hecho, Antonio Damasio, uno de los más reconocidos neurocientíficos en la actualidad ya se refería a esto: “No creo que la humanidad haya inventado nada a nivel cultural que no haya sido motivado por un sentimiento. Y los esenciales son el dolor y el sufrimiento por un lado y el placer o el deseo de placer por otro…. Toda nuestra cultura se ha construido entre bambalinas gracias al conflicto entre dolor y placer” (Entrevista para QUO)
De hecho Damasio considera que el miedo, es sumamente racional, y el dilema que se presenta aquí es que Colombia no superará esta etapa buscando solo entre lo racional, o solo en lo emocional. En lo racional bien cabe preguntarse ¿Qué debería hacer el país ahora que finalizaron los diálogos con el ELN?, ¿Qué tipo de líderes escoger este 27 de octubre?, ¿Quiénes nos darán la seguridad que necesitamos?, y la verdad es que no existe decisión racional en la política en la que no medien las emociones, si realmente queremos resolver estas dudas debemos además de intentar ser racionales, usar las emociones correctas.
Es decir, el fin del terror no es simplemente controlar territorios, recursos naturales, o bienes, es antes que nada controlar estados mentales. Cuando un narcotraficante, o un grupo guerrillero usaban el terror, lo hacían para enviar mensajes, no solo para cobrar víctimas en específico, lo hacían para que los colombianos tomarán esas decisiones bajo esa presión o estado mental, y que no decir de los falsos positivos, un engaño asesino de fuerzas oscuras del Estado para hacer creer que una política era efectiva, basado en el número de muertos.
El país se enfrenta nuevamente a actos de violencia calculada, para infundir terror, y con esto, llegan también los discursos apasionados de analistas, de ciudadanos del común o políticos, que exigen todo tipo de cosas, transportados por el miedo, o la ira, con un cascarón que intenta venderlos como racionales o necesarios, y mientras no puedo decir que escaparemos a nuestras emociones y sentimientos, si puedo hoy recomendar usar los correctos.
No estoy pidiendo que busquemos ser indulgentes con los victimarios, y probablemente era necesario acabar con la Mesa de diálogos con el ELN, pero lo que sí puedo pedir es que busquemos conectar esto con las emociones y sentimientos que nos lleven a la esperanza, a recordar que somos mejores que aquellos amantes de la violencia, recordar también que el mejor gobernante no es el que garantiza seguridad ante el terror, sino que busca la paz para acabar o minimizar al máximo el terror.
Mis más sinceras condolencias a los familiares de las víctimas del atroz atentado contra nuestros oficiales, y que en medio de su dolor recordemos que la política no es solo un mar razonado de decisiones, es también la búsqueda y uso de las emociones y sentimientos ante las amenazas, lo que tanto necesita el país hoy, menos terror, y más esperanza.
Ñapa: Me alegra que los estudiantes cancelaran las marchas luego del atentado y buscaran donar sangre a cambio, quizás son hoy el mejor ejemplo de lo escrito en esta columna de opinión.