Pareciere exótico soñar con una Medellín sin criminales, no obstante, es factible lograrlo. Pero, para ello hay que definir una línea de acción directa en contra del crimen organizado, de tal manera que, sea aquella reglamentada como una política de Estado. Y así debe ser porque, uno de los principales problemas de las administraciones públicas en el mundo contemporáneo, radica en el efecto Adán y Eva, según el cual, todo inicia cuando uno llega y todo finaliza cuando uno se va.
Ese es el problema: cada mandatario que llega a dirigir los hilos de Medellín formula sus estrategias para luchar contra el crimen, pero desconociendo de manera absoluta el avance de las administraciones antecedentes. Y en tanto sigamos así, no habrá criminalidad que podamos derrotar. Empero, se fortalecerá muchísimo más. Y es que, en Medellín la bandera de la seguridad ha sido la joya de la corona de algunas administraciones para hacerse al poder. Hasta dicho punto ha sido efectiva la estrategia de campaña. Sin embargo, se han quedado cortos en la aplicación implacable de los planes diseñados.
¿Y por qué se han quedado cortos? Por tres razones. La primera: porque no basta únicamente con capturar cabecillas de alto valor, si previamente no les quitamos el dinero a las estructuras fuertemente organizadas que, encuentran su sustento en el cobro, las vacunas, el sicariato y la extorsión. Allí lo que sucede es que capturan a Tom, pero llega Jerry para reemplazarlo bajo el poder de la misma estructura. Y así sucesivamente. La segunda: todos los alcaldes, sin excepción alguna, no han logrado anteponer la razón sobre sus egos, y es esto lo que les ha impedido continuar con los avances de las administraciones pasadas. La tercera: no han logrado consolidar una red de apoyo ciudadana en la que incentiven a los ciudadanos con beneficios efectivos- mucho mejores que una simple recompensa- que los motive a denunciar a todos los bandidos que delinquen en sus narices, principalmente, en los barrios populares, donde, el comerciante del granero, el peluquero, el tendero y hasta el perrero presencian de manera cotidiana el accionar de los ‘pillos’. La gente está cansada, pero siente temor de denunciar. Hay que recuperar la confianza en la institucionalidad.
Ahora bien, ¿Cuál es la línea que proponemos para soñar con una Medellín sin criminales? Primero: el próximo alcalde debe preocuparse por desestructurar a las bandas fuertemente organizadas. Y para ello hay que despedazar sus finanzas; hay que arrebatarles el dinero. Sin dinero, sencillamente, no tienen cómo funcionar y se los lleva el que sabemos. Segundo: es indispensable rescatar los aspectos buenos de las administraciones pasadas en materia de seguridad, para fortalecerlos y construir una política de seguridad de Estado, sólida y organizada. Acá es fundamental eliminar los egos y anteponer los intereses superiores de la ciudadanía. Tercero: se debe recuperar la confianza en la ciudadanía para que se motiven a denunciar. No basta con recompensas, porque los ciudadanos esperan algo más que eso. Verbigracia, becas para educación y apoyo en vivienda, salud y recreación. En vez de ofrecerle dinero a quien denuncia a un criminal, resulta más óptimo brindarle una beca para educación, porque el dinero se acaba, pero la educación prevalecerá para siempre.
Les parecerá romántico, pero sigo creyendo que: ¡Es posible soñar con una Medellín sin criminales!