Los ediles y concejales juegan un papel en la gobernabilidad, participación ciudadana, y planeación con enfoque territorial, no son súper-poderosos, tampoco determinan el rumbo de toda política en un municipio o distrito, pero ignorar su importancia, es darle paso a las mismas prácticas de antaño que han abierto las puertas de par en par a favor de la corrupción y la incompetencia en la administración pública.
Su papel
Probablemente al abrir las redes sociales en estas fechas, todos encontramos un mar publicaciones pautadas de candidatos a su Junta Administradora Local (JAL), y al Concejo de su ciudad o municipio. Y muchos se pregunta ¿Y estos para qué sirven?
Pues los concejales, por ejemplo, aprueban el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), allí donde se plantea, por ejemplo, el uso de suelos de un barrio, o la planificación a largo plazo del uso de las vías para construir en ellas medios de transporte masivos tan necesarios en algunas ciudades, también aprueban el presupuesto, y ejercen control político a las medidas del alcalde (entre muchas de sus funciones, entre ellas las consagradas en el artículo 313 de las Constitución Política).
Los ediles, vigilan los servicios distritales en una localidad, piden a las autoridades distritales informes, y velan por el espacio público. (Vean todas las funciones en la Ley 136 de 1994, artículo 34, artículos 117 al 140).
Pero mientras en ese mundo ideal, donde los ediles y concejales, sirven de puente con los ciudadanos para vigilar la administración de la Alcaldía, y plantear propuestas, también se han convertido en el puente electoral para los candidatos, hasta allá llegan los futuros alcaldes, incluso presidentes, con eventos organizados por estos líderes, y presentándose ante su electorado como la mejor opción.
No es de cuestionar esa función, pero su papel en la administración de los diferentes municipios y distritos, también le abrió paso a la corrupción, allí donde se organizan grandes eventos a electores que llegan por diferentes “motivos personales” a donde un concejal o edil, pocos cuestionamientos hay a su verdadera función, y a los candidatos que proponen a otros cargos.
Por ejemplo, una función crucial de los concejos es elegir a los Personeros y Contralores, hombres y mujeres dedicados a vigilar lo que pasa en esas administraciones, pero cuyo papel se convirtió en un cruce de favores, puertas giratorias, y decisiones irregulares, que permitieron el robo masivo de esos entes territoriales.
Después de las elecciones
¿Ya decidió por quién votará al Concejo y JAL? Pues además de revisar seriamente a sus futuros representantes, debería también tener en la lupa el papel que jugarán luego de las elecciones.
En 2018, fueron capturados en plena sesión 8 concejales de Neiva, por la elección irregular de la personera y el contralor de esa ciudad. En Cartagena el ahora exalcalde Manolo Duque terminó preso por la elección irregular en el concejo de la una contralora que no llenaba los requisitos, y 13 concejales terminaron investigados (7 de ellos se volvieron a presentar este año para intentar ser reelegidos). Y ni hablar del carrusel de la contratación en Bogotá, pues varios de los concejales de la ciudad fueron los que abrieron paso al entonces alcalde, a sus proyectos, y a la aprobación del presupuesto que terminó en parte en mano indebidas, (allí estarían 12 de los entonces concejales), pero entonces ¿Dónde estaban los ciudadanos que eligieron a estos “honorables”?
Una pregunta a un candidato al concejo y a edil, debería ser ¿Dónde lo busco cuando salga elegido para revisar su gestión?, ¿Cómo realizará su rendición de cuentas?, ¿Cuál será su criterio para elegir a su equipo de trabajo?
Claro que no sobra revisar el candidato que más se acerque a sus preferencias, pero este 27 de octubre todos los ciudadanos deberíamos prestar atención a algo: Elegir concejales y ediles, también constituye en una forma de continuar o frenar las prácticas corruptas en el país.