¿Habrá una bonanza exportadora con el dólar por encima de los $4.000? ¿Nuevas exportaciones incentivadas por la devaluación compensarán la caída de los ingresos petroleros? Son preguntas relevantes para entender que tan grave puede ser la crisis de la balanza de pagos con el desplome del precio del petróleo.
Ante todo una distinción importante. Una cosa son los ingresos en pesos de los exportadores, es decir la cantidad de pesos que reciben por sus ventas en dólares, y otra los ingresos en dólares que recibe el país por las. exportaciones
Respecto de los primeros, no hay duda que una tasa de cambio a $4.000 les generaría una cuantiosa ganancia ocasional. Por ejemplo, si los cafeteros exportaran a esa tasa la misma cantidad de café que vendieron el año pasado (unos USD 2.700 millones) tendrían ingresos adicionales por $1.9 billones. Aumentos proporcionales tendrían bananeros, floricultores y los demás exportadores, siempre y cuando el precio internacional de sus productos no disminuya, que es lo que le pasa a otros productos como la palma de aceite y, por supuesto, al carbón y el petróleo, en los que el ingreso puede disminuir.
El caso de las remesas que mandan los colombianos en el exterior es significativo: el año pasado se recibieron USD 6.800 millones, de manera que la devaluación representaría $2.9 billones más en los bolsillos de las familias receptoras. El problema es que con el freno a la economía y la pérdida de empleos en Europa y USA por el coronavirus, los primero perjudicados serán los inmigrantes y entonces es posible que disminuya el volumen de remesas enviadas a Colombia, lo que anularía parte del impacto positivo del aumento del precio del dólar.
La situación es muy diferente respecto de la posibilidad de nuevos ingresos en dólares por un aumento de las exportaciones. Un dólar más caro debería incentivar las ventas de productos colombianos en el exterior, pero para que eso ocurra se tienen que cumplir simultáneamente tres condiciones: primera, que tengamos la capacidad de producir más, pero con calidad de exportación; segunda que haya quien le interese comprar nuestros productos, y tercera que no aumente la competencia de otros países productores.
No es fácil que se cumplan esas tres condiciones al tiempo. En el sector industrial hay capacidad instalada para producir más, por ejemplo textiles, confecciones, autopartes y algunos productos químicos, pero la demanda externa ha caído sobre todo por la crisis de nuestros vecinos, o es más dura la competencia de países como Brasil o México que han devaluado más sus monedas. En el sector agrícola hay posibilidades pero toman años en madurar, como es el caso del aguacate, o la competencia mundial es grande como sucede con el café de Vietnam o Brasil.
Después de la devaluación de 2014, con el pasado choque petrolero, no se cumplió alguna de esas tres condiciones y por eso nuestras exportaciones de productos agrícolas se han estancado alrededor de 7.300 millones de dólares, y las de productos industriales cayeron de 9.400 a 8.300 millones.
Uno de los pocos productos que responde rápidamente al estímulo de la devaluación es la coca: se siembra y cosecha en seis meses y la adicción de los gringos y europeos asegura una demanda creciente. Por eso no es de extrañar el aumento del área sembrada, a pesar de que se hayan erradicado más de 90.000 hectáreas.