El virus COVID-19 (Coronavirus), y su acelerado contagio a nivel mundial, ha sido una de las noticias más devastadoras para economía y la vida cotidiana de todos, y está totalmente justificado.
Esto abre una gran cantidad de debates: ¿Estamos listos para enfrentar la inminente pandemia que llegará a todas las ciudades del país? ¿Nuestro sistema de salud está preparado para atender a los ciudadanos más vulnerables a este virus? ¿Nuestras instituciones gubernamentales están listas para el inminente avance de un virus que seguramente cobrará la vida de varios colombianos?
Las preguntas que parecen sacadas de una lista de temas para una película apocalíptica, ya no parecen tan conspirativas, ni tan lejanas, como se ha visto en los últimos días, pero también deberían trasladarse a nivel individual: ¿Estamos los colombianos listos para actuar en favor de todos y detener nuestra cotidianidad para evitar una tragedia a gran escala?
Decidí quedarme en casa, y comprar víveres, me sorprendió cómo en muchos establecimientos de comercio las personas ya habían acabado con el jabón para manos, el gel antibacterial y (como ha sido burla constante en las redes sociales) el papel higiénico.
También me ha sorprendido la actitud de algunos empleadores, manteniendo hasta el extremo la asistencia de sus trabajadores a las oficinas, o de personas que alardean en sus redes sociales salir a eventos, o fiestas, o incluso me atrevo a decir, reuniones religiosas abarrotadas de personas. Pensé e hice mea culpa por las actividades donde estuve expuesto en los últimos días, y recordé un concepto Ayn Rand llamado egoísmo irracional.
No soy un gran fan del pensamiento de Rand, tan utilizado en ocasiones por los libertarios económicos, pero al menos creo que su idea de egoísmo irracional, sienta las bases para entender por qué un colombiano cree que llenar sus estanterías con productos so pena de dejar a otros sin ellos, es coherente, o racional, o por qué creer que obligar a sus empleados a ir a la oficina, es un acto justificado, e incluso, aquellos que piensan que ir a una fiesta o hacer una con todos sus familiares en casa, es inofensivo.
Podría quedarme todo el día analizando ideas como la desinformación, o la ingenuidad, pero creo que el título más adecuado es el egoísmo irracional.
Rand defendía el egoísmo, creía que toda persona debe actuar en favor de su interés racional, y que esto solo se puede aplicar bajo un código de principios morales racional, en otras palabras, lo que es mejor para mis intereses, y por lo tanto, lo contrario (como es el ejemplo del coronavirus), es que casi todos se contagien por COVID-19, o llenar de llamadas las líneas de atención porque un hijo, o un abuelo tosen, eso no sirve a mis intereses racionales, y por lo tanto, es egoísmo irracional.
El egoísmo irracional lo describe Rand en The Virtue Of Selfishness (La Virtud del Egoísmo), como aquel motivado solamente por las emociones, por el capricho que define como: “un deseo experimentado por una persona que ni conoce ni se preocupa por descubrir sus causas”, y “los hechos no pueden ser alterados por un deseo, pero pueden destruir al que desea.”
Todos queremos que nuestros familiares tomen las precauciones necesarias ante el COVID-19, que nuestra vida o la de nuestros amigos no se vea afectada por algo que es mucho más que una “simple gripa grave”, pero eso no puede ir en contradicción del bienestar de otros, y esta pandemia parece el ejemplo perfecto a ese principio.
Cuando un conductor se salta la fila de vehículos para girar en una vía, cuando una persona empuja a la otra en una fila en el sistema de transporte, cuando alguien tira basura en la calle, o incluso, cuando se recibe un billete de 50 mil por un voto en elecciones, aunque todas parecen decisiones de beneficio propio, todas son de total egoísmo irracional.
Como dice Rand: “Para el irracional, la existencia es sólo un choque entre sus caprichos y los caprichos de los demás; el concepto de una realidad objetiva carece de realidad para él.”
Vienen días de medidas más fuertes, que afectarán aún más nuestra vida cotidiana, y seguramente nuestra comodidad. Sin importar lo que ocurra, necesitamos tener una idea racional sobre las decisiones con las que afrontaremos esto, las medidas individuales, y nuestro cuidado al contagiarnos, esas acciones, son mucho más valiosas que miles de millones invertidos en campañas de prevención, o en el sistema de salud.
Todo esto es quizá la mayor lección dejará el virus, recordarnos que somos un mundo, con vidas entrelazadas, y que nuestros intereses racionales, deben responder al bienestar de todos. Sigamos las recomendaciones, tomemos las medidas, pero no olvidemos que es un tema de todos, lo racional, es buscar que nadie más se contagie, lo irracional, es aplastar a los demás buscando una “salvación” caprichosa, o mantener unas cuantas comodidades en medio de ella.