Hace 40 años se expidió la Carta Política de España (1978). Fue el resultado de una larga lucha con raíces en el Constitucionalismo nacido de las Cortes de Cádiz de 1812. Raíces liberales y democráticas que tienen las libertades y los derechos como fundamento de todo el ordenamiento estatal. Así, España, ingresó a la modernidad.
La larga y cruel dictadura de Francisco Franco hundió a España en el oscurantismo, destruyó el espíritu de tolerancia y pluralismo, acompañado de una centralización política que liquidó la autonomía de las regiones, así España quedó excluida del mundo moderno y anclada en el atraso y el subdesarrollo que conminó a los españoles al exilio por el mundo, especialmente en América Latina. La Constitución de 1978 marcó el retorno de las libertades y del poder limitado por el derecho a territorio español.
Una nueva España en el orden institucional nació de las cenizas de la dictadura. Fue la génesis de un pacto constitucional, real y efectivo entre los españoles, en cuyo proceso existió una rica y amplia deliberación plural de la sociedad civil. No fue un pacto de élites, sentó las bases de la legitimidad política necesaria y suficiente para que la estabilidad de la constitución sea uno de los signos que ofrezca seguridad jurídica y política a la nación.
Un aspecto relevante de la importancia de la Constitución de España que cumple sus 40 años, insisto, es haber nacido de un pacto político constituyente en el que intervino la ciudadanía, sin exclusión ni imposición. Este proceso democrático ha hecho fuerte su democracia. Sus crisis, normales, se tramitan en el proceso de la deliberación plural. España transita de la premodernidad a la modernidad democrática, gracias a su Carta Política de 1978.
De la dictadura a la democracia se ha construido una nación cuyas instituciones republicanas son dignas de ser tomadas como modelo, pese a sus deficiencias, hoy es gobernada por las leyes en la que reinan los derechos y las libertades.
Por otra parte, un Gobierno nacional, caracterizado por una fuerte centralización política, cedió el paso a una descentralización política dotada de la autonomía de las regiones con sus parlamentos y recursos fiscales, y trajo como resultado mayor democracia y desarrollo de la nación en los territorios. Una carta política rígida que ofrece las suficientes garantías al disfrute de los derechos y de las libertades. La Carta Política de 1978 no es una colcha de retazos en la que se tejen periódicamente reformas que la debilita.
Un Constitucionalismo democrático liberal y un Estado Constitucional de Derecho o Estado Social y Democrático de Derecho, igual es su significado, es el modelo institucional de la Carta Política de 1978. Los estatutos de autonomía que las regiones españolas constitucionalmente han expedido y que están facultados a promulgar mediante sus instituciones parlamentarias autónomas, son gracias a esa Constitución. Un modelo que han armado los españoles.
Felicitamos a los españoles por su Carta Política. Un modelo digno de estudiar, un procedimiento digno de seguir. Sí, un procedimiento digno de imitar. En nuestro país nunca la ciudadanía ha intervenido en la expedición de su Constitución, ya es hora de apelar a este procedimiento. La Carta Magna es de todos y debe ser expedida por todos. No debe ser impuesta por élites a espaldas de la ciudadanía. Ya es hora de que seamos libres y votemos por la instauración de un régimen de autonomía regional.