A las trumpadas

Opinión Por

Se suele decir que los políticos hacen campaña en poesía y gobiernan en prosa, para significar que unas son las promesas del candidato y otras son realizaciones cuando asumen el mando. Pero quien, contra todos los pronósticos, resultó elegido Presidente de EEUU ha roto este paradigma, como tantos otros. Y en este caso no le quedaba difícil, dada su proverbial aversión por la poesía y por la prosa. El Presidente Trump se hizo el propósito de hacer trizas el mandato de su antecesor Barack Obama y a fe que lo ha venido cumpliendo a pié juntillas, así le lluevan rayos y centellas, sin reparar en el daño infligido a su propio país.

Dijo Georges Louis Leclerc, que “el estilo es el hombre” y Trump tiene su propio estilo y nada cambió en él cuando se trasteó de la Trump Tower de la Quinta avenida de Nueva York a la Casa Blanca en Washington. Se trata de un personaje enigmático, ciclotímico y neurasténico, que actúa por impulsos irreprimibles, pendenciero y así gobierna, perdón, así trina. Pues bien, desde que llegó a la Presidencia, con su sonsonete de “Estados Unidos primero”, ha enconchado como ostra a la primera potencia mundial, aislándola y confinándola en sus propias fronteras. Y como su paranoia no tiene límites, lo ha llevado a concluir que el resto del mundo conspira contra EEUU y por ello ha optado por renegar de los acuerdos y tratados suscritos.

Al fin y al cabo, según afirma su nuevo Consejero de Seguridad el halcón John Bolton “Estados Unidos no tiene la obligación legal de cumplir los tratados que ha firmado y ratificado”. Ya este mismo señor Bolton, siendo Embajador de EEUU ante ONU había espetado con arrogancia que “no existen las Naciones Unidas. Existe una comunidad internacional, que de vez en cuando puede encabezar la única potencia real que queda en el mundo y cuándo convenga a nuestros intereses, podremos conseguir que otros se apunten” (¡!).

En el  curso de su campaña Trump despotricó en contra de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a la que calificó de organización del “desastre”, “siempre nos está molestando” afirmó y amenazó con retirarse si los demás países miembros no se allanaban a sus pretensiones, especialmente en materia de tarifas aduaneras. Y más recientemente tuiteó que “la OMC es injusta con EEUU”. Por su parte Robert Lighthizer, nuevo representante comercial de EEUU, afirma que “EEUU debería ignorar con más frecuencia a la OMC”. Por ello no causó sorpresa su anuncio rimbombante, desde el Salón Oval de la Casa Blanca, de la imposición de aranceles proteccionistas del 25% a sus importaciones de acero y del 10% para las de aluminio el pasado mes de abril. Esta decisión significaba una declaratoria de guerra comercial contra sus socios Canadá, la Unión Europea, Corea del sur, que son sus principales proveedores de acero, pero su blanco principal es China. Así se desprende del más reciente Informe de Estrategia de seguridad nacional de EEUU, el cual considera a China como un rival estratégico que busca «desafiar el poder, la influencia y los intereses estadounidenses, intentando erosionar la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos».

Trump aduce que la balanza comercial entre EEUU y China está muy desequilibrada en su contra. En efecto, las exportaciones de EEUU a China en 2017 fueron del orden de los US $130.000 millones, mientras que sus importaciones provenientes de China registraron US $505.000 millones, arrojando un déficit de US $375.000 millones, de un déficit total de US $566.000 millones. Huelga decir que China es el mayor exportador del mundo, desde 2009 cuando desbancó a Alemania, acaparando el 13.2% (US 2.1 billones) de las exportaciones globales y es al mismo tiempo el segundo importador, con el 9.8% (US $1.6 billones), entre tanto EEUU participa con el 9.1% y el 13.9%, respectivamente.

Pareciera que Estados Unidos con Trump estuviera retrocediendo a las ideas mercantilistas decimonónicas, que hace rato caducaron, de Abraham Lincoln, cuando afirmaba: “no sé demasiado acerca de los aranceles, pero lo que sí se muy bien es que, cuando compramos bienes manufacturados a los extranjeros nosotros nos quedamos con los productos y ellos con el dinero. Cuando compramos productos nacionales nos quedamos con ambas cosas”.

Para Trump, “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, son pan comido y su proceder va muy en línea con uno de sus asertos en su publicación El arte de la negociación, cuando dice que “hay veces en que la única salida es el enfrentamiento. Cuando alguien me trata mal o injustamente, mi respuesta, toda mi vida, ha sido devolver el golpe lo más fuertemente posible”. Quienes creyeron ingenuamente que eran sólo bravuconadas y baladronadas de Trump se equivocaron. Ya desde diciembre del año anterior había notificado a quien quisiera oírlo que su política comercial incluiría “todas las herramientas posibles para preservar la soberanía nacional y fortalecer la economía” a su manera. Y procedió en consecuencia.

Economista de la Universidad de Antioquia, fue Senador y Presidente del Congreso, Ministro de Minas y Energía, y Director Ejecutivo de la Federación Nacional de Municipios hasta principios de 2017.