A nivelar la cancha

Opinión Por

Sea lo primero resaltar y valorar el esfuerzo realizado por parte de los organizadores del VIII Foro del Caribe, escenario por excelencia para tomarle el pulso a la región, analizar su realidad y sus perspectivas, al tiempo que se planteen sus retos y oportunidades. Una de mis criticas a este tipo de eventos, particularmente los foros, es la falta de continuidad, seguimiento y evaluación de los mismos, su intermitencia. Es lo que yo he catalogado como el síndrome de la luciérnaga, que prende y apaga su tenue luz. Pero, justamente por ello tengo que valorar el empeño de los organizadores en retomar su hilo conductor, perseverar en el empeño de quienes le antecedieron y perseverar en tan loables propósitos.

En mi exposición me permitiré abordar tres aspectos estructurales que ameritan su consideración por parte de este importante Foro, en el que se escucharán distintas posiciones, diferentes puntos de vista y opiniones divergentes, que contribuirán a conducir a la región Caribe por la senda del progreso, para lo cual es fundamental contar con una hoja de ruta compartida por parte de toda su dirigencia cívica, social y política. Me referiré en primer término a las brechas interregionales e intrarregionales, así como a la desigualdad y a la exclusión social, a la crisis institucional que embarga al país y finalmente a la paz territorial.

EL PAPEL PUEDE CON TODO

A pesar de que, en el papel, la Constitución Política expedida en 1991 consagra no sólo la necesaria profundización de la descentralización y le da partida de nacimiento al de la autonomía territorial, allí se han quedado como letra muerta. No sólo no hemos avanzado en autonomía, sino que las últimas dos décadas se han caracterizado por la re-centralización, sobre todo bajo la modalidad de la descentralización disfuncional, consistente en que se delegan mayores funciones y competencias por parte de la Nación a las entidades territoriales, pero sin los recursos necesarios y suficientes para cubrirlos, como lo manda la propia Constitución. este es un requerimiento a hacer tanto al Gobierno Nacional como a quienes aspiren a regir los destinos de la Nación.

Vemos en el Acuerdo final con las FARC suscrito en el Teatro Colón una ventana de oportunidad para revertir esta tendencia. Es la hora de replantear el SGP y el SGR, tanto en lo concerniente a la distribución de sus recursos como en el funcionamiento y operatividad de los mismos. Ello es inaplazable y debe ser una de las tareas a acometer a partir de este Foro, pero no nos podemos quedar en una reforma cosmética, de lo que se trata es de barajar de nuevo para volver a repartir, esta vez con más equidad. Porque, la verdad sea dicha, el verdadero desequilibrio de poderes es el que existe entre la Nación (el Gobierno central) y las entidades territoriales y no entre las ramas del poder, como se ha querido hacer creer.

Con razón Feliciano, un líder indígena le dijo al ex vicepresidente Humberto de La Calle, cundo fungí de Coordinador del equipo negociador con las FARC que “Bogotá está muy lejos de Colombia”, para referirse a esa Colombia profunda, en donde no ha existido ni Estado ni mercado y que sólo ahora, con el cese del conflicto armado con las FARC empiezan a tener visibilidad ante el resto de los colombianos, con sus penurias y sus falencias. Es tan acendrado el centralismo en este país que mientras no llueva en Bogotá no se reconoce que hay invierno en el territorio nacional. Pero, como bien dijo el Alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo “el modelo centralista en el que unos funcionarios aterrizan como unos marcianos entre las comunidades para ´traer el Estado´ se quedó sin oxígeno”.

Aunque la Constitución política establece en su artículo 13 que “todas las personas nacen libres e iguales ante la Ley”, ello en la práctica no se cumple, dado que no todos los colombianos, no todas las regiones arrancan de la misma grilla de partida, porque llegan a ella rezagados en la pole position. Y el principal factor que contribuye a ello es la falta de cobertura y calidad en la educación. De allí la imperiosa necesidad de implementar un programa encaminado a corregir lo que yo prefiero llamar desigualdad de trayectoria. Por ello además del cierre de brechas contemplado en el Plan de Desarrollo, se deben tomar las medidas necesarias para que la región participe activamente en la formulación y elaboración de los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), como también el Plan Marco de Implementación de los acuerdos, para no ser excluidos de los beneficios que se espera de ellos en procura de nivelar la cancha de juego.  

EL POPULISMO ACECHA

El país se esta gestando una crisis institucional de enormes proporciones, a consecuencia de la corrupción que, como afirmó el Papa Francisco en su visita a Paraguay  “es la gangrena de un pueblo”, que ha hecho metástasis y está corroyendo los cimientos de la democracia, la degradación de la política y la polarización política. Además de sus estragos en la política y en la ética, la corrupción afecta el desempeño de la economía. Según un estudio reciente subir un punto en el Índice de percepción de corrupción, cuya escala es de 1 a 10, baja la tasa de crecimiento del PIB per cápita 0.86%. Cuando ello ocurre sobreviene una crisis de confianza en las instituciones, que a poco andar deriva en una pérdida de gobernabilidad y si ella no se detiene a tiempo puede conducir a la pérdida de legitimidad. Así empezó Guatemala y el pueblo terminó eligiendo a un payaso de oficio y profesional (Jimmy Morales), ahora cuestionado, también él, por actos de corrupción y así empezó también la tragedia de Venezuela con el asalto a su democracia por parte de Chávez y vean por dónde vamos. Bien se ha dicho que el pueblo le perdona a sus líderes, a sus dirigentes, que metan las patas, pero lo imperdonable para él es que metan las manos en donde no deben.

Quienes viven con la monserga del “castrochavismo” a flor de labios no se han dado cuenta que con sus actitudes y sus diatribas en contra de la Justicia, el ejecutivo y el Congreso están cavando su propia sepultura. El desapego del pueblo por sus maltrechas y denostadas instituciones, por puro malpecho, lo puede llevar a embarcarse en la aventura del populismo de cualquier signo. Este fenómeno lo caracterizó muy bien el sociólogo argentino Guillermo O´Donnell y lo denominó acertadamente como la “democracia delegativa” o de “baja intensidad”, producto del desencanto ciudadano, que lo lleva a delegar todo el poder de decisión en las manos de un líder carismático, providencial y mesiánico, que lo lleve a cualquier parte. Y bien sabemos que, como lo dijo The Economist, “los populistas prometen a las gentes quitarles de encima a las tensiones que causan las restricciones institucionales”, desembarazarse de ellas. Como corolario podemos decir que los riesgos de caer en los abismos del populismo no están en lo acordado con las FARC, como se ha pretendido hacer creer interesadamente, sino en la corrupción y en la degradación de la política.  

Por todas las razones anteriores, desde este Foro debemos levantar la bandera, no banderiza, no partidista, sino ciudadana de la lucha frontal, una guerra sin cuartel, en contra de la corrupción y por la dignificación del ejercicio de la política. Tenemos que sacar la cara por nuestra región Caribe y así como se nos atribuía desde el altiplano que aquí se decía que la Ley 80 no había pegado, digamos ahora, para que nos oigan y nos crean, que aquí la corrupción no va a pegar. Y en ello está llamado a cumplir un papel muy importante la ciudadanía a través del control social, que es el mejor antídoto contra la corrupción. Karl Popper dijo que “ no necesitamos tantos buenos hombres como buenas instituciones”, pero no hablaba de Colombia, pues aquí necesitamos de buenos hombres y mujeres y también de buenas instituciones!

EL FIN DEL CONFLICTO ARMADO Y LA ESCALADA DEL CONFLICTO SOCIAL

Y, por último, no podemos pasar por alto el reto que tenemos como país, como región y como ciudadanos de cara a la implementación del Acuerdo final con las FARC, que no se limita al cese al fuego y de las hostilidades, así como la entrega de las armas que ya concluyó. Lo que se vienen ahora son unas transformaciones económicas y sociales largamente aplazadas, ahora al orden del día por cuenta de este arreglo. Habiendo sido la región Caribe una de las regiones mal golpeadas por este conflicto que ahora llegó a su fin, debe ser también la más beneficiada por los dividendos que habrá de depararnos la implementación del Acuerdo Final. Como afirmó el líder alemán Willy Brandt “la paz no es todo, pero sin la paz todo ya no es nada”.

Empero, no podemos perder de vista que lo negociado con las FARC fue ponerle fin al conflicto armado, nada más pero tampoco nada menos. Lo previsible es que los conflictos sociales se van a exarcerbar aún más y ello porque como lo afirma el Padre Fernán Enrique González, “puede ser, incluso, que los problemas sociales emerjan con más fuerza, porque la lucha armada ha neutralizado muchas formas de protesta, que pueden aparecer ahora”. Pero está comprobado que “una sociedad está madura para la paz  cuando aprende a tramitar sus conflictos sociales”, porque como lo dejó sentado Estanislao Zuleta,  “una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir, no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos”. De ello hay que tomar nota y disponer de los mecanismos necesarios para canalizar y tramitar de la mejor manera esta conflictividad creciente que ya se avizora.  

Economista de la Universidad de Antioquia, fue Senador y Presidente del Congreso, Ministro de Minas y Energía, y Director Ejecutivo de la Federación Nacional de Municipios hasta principios de 2017.