Tomado de El Espectador
Ofrezco disculpas por la utilización del término “mamola”, pero bien sabemos los colombianos que se utiliza para denotar que alguien no permite la realización de una acción.
En el caso del titular, no solo deseo que no se reforme la tutela, sino como ya nos dimos cuenta -menos el gobierno- el país no quiere que se toque este instrumento de defensa de los derechos fundamentales.
La ministra de Justicia Gloria María Barrero quiere perder su primera batalla jurídica si insiste en cambiar una institución que ya ha alcanzando los 7 millones de usuarios, permite interpretar que las autoridades no están cumpliendo con los fines para los cuales la Constitución las creó. Pésimo diagnóstico.
El país se divide en “antes de la tutela” y “después de ella”, porque en el primer estadio los derechos se aplicaban a unos pocos haciendo carrera la frase del vulgo “la justicia es para los de ruana”. En el segundo estadio, ahora los de ruana reclaman sus derechos.
Las minorías recibían trato de desiguales, ahora la justicia también es para ellos. Esta es la magia de la tutela, que se convirtió en la opción que tiene el ciudadano de demandar lo que cree que es su derecho, y el juez, -cualquier juez- de definirlo. Eso es tan importante y mágico como la novela de García Márquez, Cien años de Soledad, para los desvalidos en la aplicación y reconocimiento de sus derechos.
Fijémonos cómo el tema de los animales cuando estudiamos derecho, se consideraban así, simplemente animales. Hoy la tutela generó un clima de protección a ellos como seres vivientes y sintientes.
En los pueblos más alejados como Bahía Solano, sus ciudadanos tienen por fin Constitución y derechos. Y así podría citar miles de ejemplos en los que la tutela reivindicó derechos que nadie imaginaba.
El mayor problema que le ven los detractores de la tutela está en que no aceptan que los jueces cometen a diario errores que cuestan derechos. que como en casos como el de Andrés Camargo Ardila, a quien no se le decretó la prescripción de su acción penal, aún estando prescrita, dejan huella en un Estado de derecho que no cumple ciertos estándares de justicia. No nos cansaremos de decirlo.
Le sugerimos al gobierno que no insista en cambiar la tutela, como tampoco en cambiar los acuerdos de paz, o sostener un ministro de Hacienda cuestionado, entre otras cosas, porque todas esas batallas las perderá. O como dice el dicho: ¡mamola!