No le fue bien en el 2017 a la economía colombiana, esta se rajó en varias asignaturas que le dan por reprobado el año que termina. En primer lugar, de cuerdo con el Informe Global de Competitividad 2017 – 2018 del Foro Económico Mundial (FEM) Colombia perdió 5 posiciones con respecto al Informe anterior, al pasar del puesto 61 al 66 entre 137 países evaluados. Según el mismo “la caída se da por un deterioro en el entorno macroeconómico, debido al aumento del déficit presupuestario, la inflación y la falta de eficiencia de las instituciones del país”. En cuanto a las instituciones, relegadas en la casilla 117 en dicho Informe, tal vez lo que más incidió en esta última fue el fenómeno de la corrupción, que ha hecho metástasis, convirtiéndose en un pesado lastre para el buen desempeño de las mismas.
Además, según el más reciente Informe de la firma internacional de auditoría KPMG, “el país es menos capaz de enfrentar choques externos”, como el más reciente de la caída de los precios de los commodities, que en el pasado. En la edición 2017 del Change readiness Index se sitúa a Colombia en el puesto 65 a nivel mundial con una caída estrepitosa desde el escalón 46 que ocupaba en el anterior Informe, correspondiente al año 2015, es decir que cayó 19 posiciones, en la clasificación que hace el Informe de la “versatilidad” y resiliencia de las instituciones. Según Gabriel Moreno, economista Senior de KPMG en el Reino Unido, “el ranking analiza los distintos segmentos de un país, de cómo anticipan, gestionan y responden al cambio. Estos pueden provenir de shocks a la estabilidad social y financiera, cambios políticos, institucionales, tecnológicos o demográficos”.
Acota, además, Moreno que “Colombia aún no cuenta con aeropuertos, vías y puertos de calidad que promuevan una mejora competitiva y que mejoren la flexibilidad del sector privado a las necesidades de los mercados”. Ello explica por qué Colombia ocupa el sexto puesto en Latinoamérica con una nota global baja de 0.510, en un rango de 0 a 1, retrocediendo con respecto a la que obtuvo dos años atrás, de 0.559. Llama la atención KMG sobre el hecho que “7 de los 15 países que peor desempeño tienen en relación con su nivel de ingreso son excesivamente dependientes del petróleo y minerales, con las únicas excepciones de Noruega y Emiratos Árabes”. Es el caso de Colombia, que tiene en esa excesiva dependencia su talón de Aquiles.
Según el Nobel de Economía Paul Krugman en materia competitividad “la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es todo”. Y, de acuerdo con la Presidenta del Consejo Privado de Competitividad Rosario Córdoba, un estudio que realizaron junto con la Universidad de los Andes demuestra que la productividad en Colombia ha permanecido estancada por más de dos décadas y “hoy Colombia registra uno de los niveles más bajos de productividad del mundo, incluso inferior a los del resto de países de América Latina”. A guisa de ejemplo, según este estudio, un trabajador colombiano produce menos que uno chileno y menos de la cuarta parte de un estadounidense.
Y, para rematar, el bajo crecimiento de la economía, los déficits gemelos, el desaforado incremento de la deuda pública (40% del PIB, US $120.000 millones) y la incertidumbre asociada a la coyuntura electoral y a la polarización política, que golpea el principal activo de la economía que es la confianza, llevaron a la calificadora de riesgos Standard & Poor´s (S&P) a bajar su calificación desde BBB a BBB-, quedando a un solo peldaño de perder el grado de inversión, con lo cual se dificulta y encarece el crédito externo, al tiempo que aleja a la inversión y a los inversionistas, que ahora verán a Colombia en zona de riesgo. Por lo visto, la promesa del Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas de que con la aprobación de la reforma tributaria se despejaban “algunas dudas que han tenido las calificadoras y esto debe reforzar la confianza en el país”, no se cumplió. Además, el efecto contagio terminó afectando la calificación de la deuda de las multilatinas colombianas, tales como ECOPETROL, ISA, ISAGEN, el Grupo Sura y Nutresa, a las que ahora les tocará pagar tasas de interés más elevadas por sus créditos en el exterior.
Es de anotar que esta es la primera vez que S&P le rebaja a Colombia su calificación de riesgo en más de una década, durante los cuales se ha ponderado muy bien la calidad de su deuda soberana. Es bueno recordar que Colombia perdió el grado de inversión en la administración de Andrés Pastrana en 1998, en vísperas de la recesión de la economía colombiana de 1999. Al término de su Gobierno la nota fue de BB, la cual se mantuvo hasta abril de 2007 y sólo en abril de 2013 la deuda soberana del Estado colombiano en moneda extranjera obtuvo, por fin, el grado de inversión, que ahora está en riesgo de perder.
Hay una arista del completo Informe de S&P que le sirvió de base para tomar su decisión a la que poca atención se le ha prestado, es el peso que tuvo en su decisión el alto índice de corrupción que acusa Colombia, el cual se refleja en la baja nota alcanzada en el Indicador de Control de la Corrupción (COC, por su sigla en inglés) de 44.2 sobre 100, ocupando la 6ª posición entre los 20 países de Latinoamérica. Y al respecto se afirma en el Informe que ello afecta a la economía, en la medida que “podría paralizar o hacer más lenta la toma de decisiones en el Gobierno, lo que se traduciría en desviaciones de las políticas y deficientes resultados económicos (mayor endeudamiento). Y advierte claramente que “la corrupción podría afectar nuestra evaluación económica a través de diferentes canales, incluso el empeoramiento de las condiciones para hacer negocios. La incertidumbre y la injusticia que genera la corrupción podrían frenar la inversión privada, fomentar negocios ineficientes (generalmente cercanos a los gobiernos desde un punto de vista político y limitar el crecimiento del PIB)”. Es más, advierte que en el plano político “la indignación pública que deja la corrupción erosionaría la posición de los partidos políticos favoreciendo el populismo, debilitaría la institucionalidad haciendo más difícil gobernar, por lo que una baja de las calificaciones soberanas sería inminente”. Más claro no canta un gallo!
Así S&P, para dorar la píldora, mejorara la perspectiva de calificación de negativa a “estable”, el Ministro Cárdenas encajó el golpe infligido a la política económica, asumiendo el recorte de la calificación como una “señal de alerta”. Y fue muy enfático al advertir, que “esto nos invita a pensar con mucha responsabilidad en el debate político que se avecina, en cuales deben ser las fórmulas de política fiscal durante los próximos años”. Y no le quedó otro camino que anunciar, a través del Plan Financiero 2018, un drástico apretón fiscal para el próximo año para asegurar un déficit fiscal del 3.1%, al tiempo que revisó, una vez más, a la baja la meta de crecimiento para el año entrante del 3% al 2.7%, la cual, aunque es más realista, luce todavía demasiado optimista. Este tétrico panorama explica de sobra el pesimismo que ha invadido a los colombianos: según una Encuesta reciente de YanHaas, el 76% cree que el país va por mal camino y el 81% cree que la situación económica del país es mala. La economía y el país están bajos de nota!