La semana pasada señalaba al señor Gini como el peligroso agitador extranjero que con su índice de desigualdad estaba desestabilizando el país, y decía además que este índice se había vuelto subversivo porque hoy la desigualdad era mucho más visible, notoria e hiriente.
Un amigo lector rechazó la tesis de que la desigualdad hubiera aumentado porque, de acuerdo con el DANE, entre el 2010 y 2017 mejoró la distribución del ingreso medida con ese índice Gini, que pasó de 56 a 51, y solo el año pasado volvió a subir un punto hasta 52. Lo que olvida mi amigo es que en los años 80 del siglo pasado el índice estaba por debajo de 50, es decir que con el esfuerzo de esta última década solo hemos corregido parcialmente los desastrosos efectos de la apertura neoliberal.
Sin embargo, aunque el Gini haya bajado un poco o se mantenga igual, sigue siendo cierto que la desigualdad ha aumentado. ¿Cómo explicar esta aparente contradicción? Muy sencillo: el Gini mide la desigualdad relativa que puede no haber cambiado, mientras que lo que la gente siente y sufre en carne propia es la desigualdad absoluta que si ha aumentado.
Una sencilla aritmética ilustra esta realidad. Hoy en Colombia el 1% más rico de la población se queda con, el 20% del ingreso, y el 1% más pobre solo con el 0.1%, es decir que los más ricos ganan 200 veces más que lo que reciben los más pobres. Como hace 30 años esta diferencia era similar, entonces la distribución porcentual de ingreso no ha cambiado y el Gini se debe mantener en los mismos niveles.
Pero la conclusión es muy diferente cuando se miran los pesos en el bolsillo de cada grupo y no los porcentajes. A partir de las cifras del DANE se puede estimar que en 1994 el ingreso anual per capita del 1% más rico era $144 millones de pesos de hoy, es decir unos $12 millones mensuales. El del 1% más pobre era 200 veces menos, $720.000 anuales o $60.000 mensuales.
En el 2018 el ingreso anual de los más ricos había aumentado a $250 millones (unos $20.8 millones al mes), y el de los más pobres llegó a $1.25 millones al año (un poco más de $100.000 al mes). En porcentajes los ingresos de los dos grupos aumentaron el mismo 72% y la desigualdad relativa se mantuvo igual (el más rico sigue ganando 200 veces más).
Como el mercado no se compra con porcentajes sino con pesos, lo que ve la gente es la diferencia entre lo que puede comprar con los pesos que recibe, y esta desigualdad si aumentó mucho.
En efecto, en 1994 el más rico recibía $144.1 millones más que el más pobre, diferencia que se incrementó a $248.5 millones en 2018. El pobre sigue sin poder comprar la canasta familiar mínima mientras que el rico ha aumentado su capacidad de gasto y consumo de bienes de lujo y suntuarios. Por eso algunos pueden pagar $600 millones por un carro o $10 millones por un palco para un concierto y otros no tienen para una bolsa de leche.
El agitador Gini se quedó corto y la desigualdad es más grande que lo que indican los indicadores. La gente lo vive y lo siente, y por eso sale a la calle a protestar.