Calentando motores

Opinión Por

2018 promete ser un año electoral diferente en muchos aspectos. En primer lugar, será la primera vez desde la entrada en vigencia de la Constitución de 1991 en la que la cantidad de candidatos inscritos por firmas será superior a los candidatos avalados por partidos políticos y, segundo pero no menos importante, la dispersión del voto de los diferentes sectores ideológicos hasta este momento hace imposible que exista la posibilidad de tener un candidato favorito en primera vuelta. Cábalas electorales hay de todo tipo pero aún es imposible avizorar qué ocurrirá en el certamen electoral. Sin embargo, existen algunos hechos que nos permiten hacer pequeños vaticinios o sacar algunas conclusiones preliminares frente a lo que se avecina.

Frente a Fajardo, que actualmente lidera las encuestas y por ello se siente ya el Presidente electo, sería pertinente recordarle que ocurrió con la Ola Verde en el año 2010: las elecciones no las ganan las encuestas y tampoco las redes sociales. Él tiene un fuerte voto de opinión fruto de su gestión en la alcaldía de Medellín y la gobernación de Antioquia, y cuenta con un sólido equipo político gracias a su coalición con el Polo Democrático y el Partido Verde. No obstante, sus posturas ambiguas y falta de posición clara frente a temas controversiales juegan en su contra. Urge conocer su programa de gobierno que contenga las propuestas concretas y que materialice una alianza con Humberto de la Calle, que podría fortalecer no solo el voto de opinión con el que cuenta sino también su estructura política regional, factor clave para determinar el ganador en una elección.

Por su parte, Vargas Lleras no ha perdido un solo momento desde que renunció a la vicepresidencia en aras de hacer campaña. Recorriendo el país y concretando todo tipo de alianzas con los clanes políticos regionales, él está cohesionando su maquinaria electoral. No se afana por aparecer en las encuestas pues tiene claro que lo importante para ser elegido presidente no es la popularidad ni la supuesta intención de voto del electorado, sino los votos. Un gigante dormido que actualmente está siendo menospreciado pero que no podemos perder de vista pues, para nuestra desgracia, en cualquier momento va a despertar.

La alianza entre Uribe y Pastrana, en el pasado enemigos acérrimos y hoy mejores amigos gracias a las dinámicas de la política, que pretende elegir un candidato único entre Ivan Duque, Martha Lucia Ramirez y Alejandro Ordoñez, ha enfrentado dificultades. Ordoñez, que se adjudica la victoria del NO en el plebiscito, cree que él es el llamado a gobernar por designio divino. Martha Lucia, por su parte, cree que por su condición de mujer, su trayectoria política y la considerable votación que obtuvo en las presidenciales de 2014 ella debe ser la ungida por la coalición. Ivan Duque, pese a ser un aparecido reciente en la política del cual no se sabe más que su profundo conocimiento sobre la vida personal del expresidente Uribe, ha logrado convencer falsamente a una buena parte del electorado que su juventud es sinónimo de renovación y que eso es lo que el país necesita;  renovarse. Entre ellos tres puede el diablo entrar y escoger, en últimas quien pondrá los votos será Uribe y, de ganar, él gobernará a la sombra. Pastrana no es nada diferente a un triste recuerdo incapaz de poner un solo voto diferente al propio.

Viviane Morales, la otrora brillante constitucionalista que hoy se encuentra reducida a fanática radical cegada por su odio y fundamentalismo religioso, ha lanzado su candidatura presidencial por el partido Somos, anteriormente conocido como Alas Equipo Colombia, tristemente célebre por los escándalos de la parapolítica. Para nuestra fortuna su candidatura nacerá muerta. Es cuestión de tiempo antes que el Consejo Nacional Electoral la anule por su condición de doble militancia pues acorde a la ley 1475 de 2011 ella debió renunciar al partido Liberal por lo menos un año antes de la fecha de inscripción de su candidatura, pero solo lo hizo hasta la semana pasada. Ella lo sabe, y es posible que para evitarse dolores de cabeza termine aliada a Vargas Lleras o dentro de la coalición del Uribismo.

Petro, el autodenominado “hijo del pueblo” y lo más cercano a un dictador que el país ha conocido en su historia reciente, por su parte, recibe una cucharada de su propia medicina. Igual que hizo en su paso por la alcaldía de Bogotá, ahora es excluido por todos los sectores pues lo consideran toxico debido a su capacidad de polarizar, quedando acompañado solo de Clara López, a quien ya ni siquiera quieren en la izquierda, y Carlos Caicedo. Pese a sonar en las encuestas, su candidatura materialmente será inviable pues su nombre genera más odio y temores que simpatía.

El 22 de enero vence el plazo para que los partidos políticos, los movimientos políticos y/o grupos significativos de ciudadanos realicen consultas populares, internas o interpartidistas, para la escogencia de candidatos a la presidencia de la República. En esa fecha tendremos una noción más clara sobre el panorama electoral, el cual se aclarará aún más después de las elecciones al congreso.

Por ahora la único cierto es que no se le puede creer a las encuestas, o si no pregúntenle a Antanas Mockus y a Óscar Iván Zuluaga, ganadores indiscutibles en las encuestas y perdedores en las urnas. Amanecerá y veremos.

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Especialista en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.