Un ciudadano de cualquiera de las regiones periféricas del territorio nacional se podría preguntar en qué se beneficiaría con el triunfo de un determinado candidato presidencial. Por ejemplo, alguien de la Alta Guajira cuestionaría –en todo su derecho– sobre qué positivo traería a la población desnutrida y abandonada a su suerte si quedara uno u otro.
Las regiones periféricas del país viven en una tremenda pobreza y los golpes que noquean estos territorios vienen de distintas direcciones, esto queda evidenciado en el estado de cosas inconstitucionales declaradas en sentencias de la Corte Constitucional y las medidas cautelares proferidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Por todos esos grandes problemas y por el grado de desigualdad extrema de nuestra nación es que las propuestas y discursos de los candidatos presidenciales tienen que estar estructurados con un profundo sentimiento de justicia para que se supere el estado de cosas inconstitucionales que padecen los habitantes de esas regiones periféricas que no es más que la vulneración continua y generalizada de sus derechos. Ellos (los aspirantes a la Casa de Nariño) tienen que asumir el compromiso de trabajar en la superación de esa situación tan indignante.
Asimismo, en la democracia, en un Estado Constitucional de Derecho, los candidatos tienen que focalizarse en las aspiraciones de la ciudadanía. La Región Caribe, por ejemplo, ha exigido autonomía política para la administración de sus asuntos, sin la interferencia del poder centralista, desde hace al menos un centenar de años. Con el Voto Caribe, en el año 2010, eso quedó ratificado.
Los ciudadanos de las regiones periféricas no son menores de edad ni deben ser tratados irrespetuosamente como si necesitaran tutores del centralismo para gobernar con sus leyes, mas si esto se hace con bienes que están en su territorio, que les pertenecen y les fueron arrebatados en expropiaciones sin su consentimiento y sin indemnizaciones.
Los discursos de los candidatos no son atractivos para la libertad política y el desarrollo económico y social de las regiones periféricas. Tenemos el derecho a la igualdad en la libertad y al autogobierno regional. Es un derecho humano que no puede desconocerse a la ciudadanía de la Región Caribe y del resto de los territorios de la nación. Los discursos, en consecuencia, carecen del peso argumentativo para seducir a la ciudadanía.
La gente podría responder sus interrogantes señalando que los discursos de los candidatos presidenciales no toman en cuenta las aspiraciones regionales y no disponen del atractivo necesario que merezca el respaldo político con su voto porque mantienen el estatus de discriminación, desigualdad y el estado de cosas inconstitucionales que es necesario superar.
La conclusión de los habitantes de las periferias sería: “Si ni siquiera en los discursos como candidatos presidenciales nos incluyen, en su gobierno todo seguirá igual de mal para los intereses regionales”.
Al responderse de esa forma, los ciudadanos de las regiones periféricas actúan correctamente y su respuesta contiene una verdad que no puede ser falseada, como recomienda Karl Popper.
Los candidatos tienen el compromiso de garantizar la autonomía regional en su gobierno. Lo primero que tienen que hacer es incluir este asunto en sus discursos. Si no lo hacen, el estado de cosas inconstitucionales seguirá fortaleciéndose. ¡Inclúyanlo!