Las sociedades que se disponen al cambio, son aquellas que se deben enfrentar a los argumentos del pasado y estar dispuestos a transformarse.
Lo más interesante del panorama para las elecciones de 2018, es ver cómo las fuerzas que intentan traer nuevos elementos al debate nacional, y hacer una verdadera transformación a la forma como polarizamos ese debate, son aquellos que están por ahora más divididos.
Si pusieramos el debate en términos de izquierdas y derechas, observaremos como luego del Acuerdo de paz, y de que Santos perdiera su capacidad de unir a las fuerzas políticas, la izquierda tiende a dividirse y la derecha a unirse.
Ante la explosión de candidatos presidenciales, es claro que los acuerdos llevarán a una misma candidatura a Marta Lucía Ramírez y el Centro Democrático (CD), muy posiblemente con Ordóñez en el barco, y a todo lo anterior sumemos una posible alianza de segunda vuelta con Vargas Lleras. Todos estos sectores con una inmensa capacidad de convocar votos, pues nadie duda de los 2 millones que obtuvo Ramírez en 2014, la primera vuelta ganada por el Centro Democrático y un Vargas Lleras que se lleva buena parte de las maquinarias que hicieron elegir a Santos.
Pero mientras todo eso se cocina, la izquierda no parece ver buen puerto, primero porque entre ellos se distribuyen desde la izquierda extrema hasta el centro, en debates que se vanaglorian de su independencia y coherencia política, y sacrifican en el camino su capacidad de llegar al poder.
Esa resulta ahora, la gran paradoja de los más independientes, no pueden llegar a la Casa de Nariño solo con el llamado voto de opinión y confiando en reducir el abstencionismo, pero tampoco quieren acercarse a otros políticos que podrían estar en su parte del espectro ideológico, invocando alguna suerte de integridad (que muchas veces esconde su miedo a no ser ellos elegidos como candidatos), o por no querer ceder en lo programático para llegar a una alianza.
A propósito invito como parte de ese experimento de los “independientes”, a observar qué pasa en Chile, país que tendrá en diciembre su segunda vuelta presidencial, y donde un floreciente partido (Frente Amplio), con el 20% de la votación en primera vuelta, será fundamental para decidir la segunda. ¿Buscarán que sea elegido el candidato más cercano a la centro-izquierda? ¿O terminarán atrincherados en la idea de que nadie merece su apoyo?.
Esa podría ser la paradoja en Colombia para 2018, si la coalición de los “Ni-ni” Fajardo, López, Robledo, no logra buen puerto, o si no atraen a ella a los liberales con Humberto De La Calle, sus probabilidades de llegar a una segunda vuelta serán mínimas o nulas. Y mientras en la derecha el CD no deja que coquetear por los lados a Cambio Radical y el exvicepresidente sigue buscando puentes con los conservadores, el ambiente en la centro-izquierda es de enemistad o lentitud en el diálogo entre los que hoy parecen más opcionados.
Finalmente quiero resaltar que ese es el gran problema en la construcción de proyectos colectivos, crear un movimiento alrededor de un nombre se volvió popular y formar un partido alrededor de unas ideas sinónimo de rechazo. Si la centro-izquierda no antepone sus personalismos a una causa con vocación de poder, la centro-derecha no tendrá ningún problema en aprovecharse y anteponer sus escasas diferencias para limpiar el escenario a su favor desde la primera vuelta.
¿Quién llegará más cohesionado?.