La elección de Claudia López como alcaldesa de Bogotá constituye un hito histórico.
Por su origen y trayectoria, por su preparación académica, por su lucha sin cuartel contra la corrupción, por ser mujer y representar orgullosamente la diversidad en una sociedad en proceso inatajable de cambio, que al fin empieza a manifestar con vigor que está harta de la polarización, emergiendo de la violencia crónica, y, demostrando ser capaz de adecuarse a las transformaciones socioculturales que se traducen en reconocimiento de derechos a los ciudadanos alrededor del mundo.
Que una mujer haya logrado llegar mediante elección popular al segundo cargo más importante del país, no solo es noticia de primera plana en Colombia. Su logro ha sido destacado en muchos medios en torno del orbe, ya que la brecha de género continúa siendo enorme y la paridad política en términos del último análisis del Informe Global de Género solo podría alcanzarse dentro de un siglo.
Las mujeres son jefes de Estado apenas en 17 países. Escasamente el 18% se desempeñan como ministras y, en los parlamentos tan solo el 24% representan al género femenino.
En Colombia el proceso de participación femenina se ha estancado. La proporción de elegidas en estos comicios no llega al 20%. Aunque creció levemente su intervención en la justa electoral un número menor de ellas resultó elegido.
El potencial de mujeres aptas para votar supera al de los hombres en 1.150.760 sufragantes y fueron más las que los que se inscribieron para votar. El balance en materia de acceso al poder regional para las mujeres es severamente deficitario.
Aparte del suceso excepcional de Claudia López en Bogotá y de Virna Johnson en Santa Marta, solo 130 mujeres regirán los destinos de igual número de municipios de los 1.101, que integran la República. Esta cifra equivale al 11.8% del número total de mandatarios seccionales e implica una disminución del 3% de mujeres al frente de alcaldías respecto a las elecciones regionales de 2015.
Únicamente dos mujeres ocuparán el cargo de gobernadoras: Clara Luz Roldán en el Valle y Elsa Margarita Noguera en el Atlántico. Respecto a 2015 las mujeres perdieron tres gobernaciones.
Para destacar la elección en Silvia Cauca de Mercedes Tunubala, indígena mizak, economista y dirigente comunitaria, quien, por primera vez en 200 años de vida republicana, en su condición de mujer nativa, logra acceder al primer cargo del Municipio en el que se encuentra asentada su comunidad.
Muchas candidatas denunciaron durante la campaña ser objeto de agresiones físicas y simbólicas.
El más horrendo, el asesinato de Karina García Sierra, aspirante a la Alcaldía de Suárez también en el Departamento del Cauca, masacrada junto a su madre, los guardaespaldas asignados a ella en su esquema de protección y Yeison Obando, un jovencísimo candidato al Concejo.
En los terrenos de por sí azarosos de la política la discriminación contra las mujeres tiene muchas caras: los obstáculos levantados por una cultura machista y patriarcal que es transversal y común en todos los escenarios de la vida pública, las dificultades para acceder a la financiación y la carencia de incentivos ya que los partidos ni siquiera cumplen con las normas contenidas en La Ley 1475 de 2011 que dispone la obligación legal de destinar el 15% de los aportes estatales que reciben para la realización de cursos de formación y capacitación política y electoral y para la inclusión efectiva de jóvenes, mujeres y minorías étnicas en el proceso político.
La MOE viene documentando desde hace tiempo las múltiples trabas que, además, de su dedicación a la economía del cuidado sin remuneración, que ocupa una gran proporción de su tiempo, afrontan a diario las mujeres que participan en política y que constituyen formas de violencia:
La ley de cuotas utilizada para ubicarlas en posiciones de relleno en las listas. Si victimización a través de amenazas, estereotipos, sesgos e insultos. La poca atención que reciben por parte de los medios de comunicación.
En los territorios la mujer ha sido y sigue siendo históricamente relegada como lo viene reafirmando la Misión de la OEA presente en el país. “No solamente a través de la violencia de género, sino también en las lógicas centenarias de las estructuras políticas, de los partidos políticos, del Estado mismo. Detrás de esta violencia contra las mujeres hay un mensaje clarísimo y es el de obstaculizar o impedir que estas accedan a puestos de decisión, careciendo del poder transformador de su realidad”.
Por todo ello hay sobradas razones para que las mujeres aplaudamos la elección de Claudia, quien está dando magnificas señales de que no se limitará a encarnar un fenómeno coyuntural de cambio, sino que al igual que los jóvenes independientes que saltaron en estas elecciones a la arena política, convertirá su gestión en punta de lanza de las grandes transformaciones que la violencia ha obligado a aplazar por décadas en el país.