“Estoy decepcionado del presidente Duque”. Esto le oí decir en un corrillo a un parlamentario del Centro Democrático. Su explicación a esta declaración es sencilla: “No sabe cómo gobernar. No tiene priorizados los temas de la agenda de gobierno. No sabe diferenciar entre la formación de un gobierno y la mermelada. No tiene un buen equipo de gobierno. Y, en el caso nuestro, está maltratando a casi todos los congresistas del Centro Democrático”.
Tan explícita afirmación de un congresista del partido de gobierno, me llevó a preguntarle a un par de parlamentarios liberales que llegaron presurosos, el año pasado, a ofrecerle el apoyo a Iván Duque, desde cuando se hizo la consulta interpartidista para escoger candidato presidencial.
Uno de ellos es un representante a la cámara, con larga trayectoria en esa Corporación: “Sí hubo compromisos y todos los incumplió. Nos quitó todo lo que teníamos”. El otro es un Senador, recién llegado al Congreso: “Fue muy amable en la campaña e incluso en los primeros días de su gobierno. Designó un par de personas para hablar con quienes lo habíamos apoyado. Nos pidieron los nombres de las personas que nos representaban en el gobierno. Dimos el listado, y las sacaron a casi todas. Muy lamentable ese comportamiento”.
Pero la decepción con el presidente Duque no viene sólo del establecimiento político. También se origina entre los empresarios, que no han logrado que sus proyectos de inversión despeguen como esperaban, dada la alta incertidumbre política que vive el país, y que se ve reflejada en las dificultades que ha tenido el gobierno de lograr que el Congreso le apruebe leyes sustanciales como la tributaria y el plan de desarrollo, no sin antes cambiar drásticamente el espíritu de las mismas. Y hayan quedado en veremos las reformas pensional y de justicia.
Además, el presidente Duque se ha enredado en discusiones como la de las objeciones a la JEP, que se sabía que no tendrían mucho futuro en el Congreso y que si lograba pasar, por alguna circunstancia, se caerían en la revisión de la Corte Constitucional. Este, que es un tema complejo jurídicamente, ayudó a dividir más al país y no resultó tan benéfico para la imagen del Presidente como esperaban los estrategas de Palacio.
El tema de meterse con la institucionalidad política de Venezuela, que en un principio le ayudó a Duque a avanzar en su alicaída imagen pública, se ha convertido en un bodrio informativo que cansó a la ciudadanía, dado que no se ven avances en las acciones, pues Maduro sigue firme en el poder y Guaidó, el autoproclamado Presidente, ha perdido el encanto inicial y los países que lo apoyaron en un principios, andan sin saber qué hacer con él.
Las relaciones internacionales de Colombia, que fueron uno de los temas estrellas del gobierno del expresidente Santos, han entrado en un periodo de vicisitudes, donde los países de la Unión Europea exigen el cumplimiento de los acuerdos de paz y la respuesta del canciller Holmes Trujillo ha resultado destemplada. Una parte importante de países latinoamericanos miran con recelo a Colombia, frente a desafortunados anuncios que dejaban entrever que estaríamos de acuerdo con una intervención militar en Venezuela. Y, Estados Unidos que nos había dado un trato respetuoso, ahora Trump se cree con la potestad de regañar al presidente Duque y tratarlo como un joven inexperto.
Y a nivel interno, la crisis no puede ser más grande. El desempleo se disparó. Se rompió la regla fiscal. Las grandes obras de infraestructura no avanzan. Y la protesta social se volvió generalizada.
Hay decepción frente al presidente Duque, especialmente de aquellos que estaban seguros que el 8 de agosto de 2018, a primer hora, el país cambiaría y empezaríamos a vivir en un paraíso, dirigido por un líder que haría trizas el acuerdo de paz, metería a la cárcel a todos los comandantes guerrilleros y nos aseguraría un desarrollo económico y social nunca antes visto.