No vamos hablar de ningún acontecimiento que tuvo lugar el 8 o el 10 de enero, nos vamos a referir a la decisión que acaba de tomar el Ministro de Minas y Energía Germán Arce, al expedir la Resolución 4 0185 fechada el 27 de febrero, mediante la cual eleva el porcentaje de la mezcla de etanol con la gasolina motor que se expende al público en todo el territorio nacional del 8% al 10%. De esta manera, a partir del 1º de marzo se nivelan en el 10% tanto la mezcla del etanol con la gasolina como del aceite con el diesel. Esta era una decisión largamente esperada por el gremio productor y por parte de los inversionistas que le han apostado al cluster de los biocombustibles en Colombia, pues con ella se sueltan las amarras que tenían frenado el ensanche de sus plantas y la expansión de la producción, que ha estado estrangulada debido al aplazamiento del aumento del porcentaje de la mezcla, que ahora llega a su fin. Dos de las principales destilerías del país, que representan el 47% de la capacidad instalada de producción de etanol en el país se encuentran paralizadas debido a que el mercado está saturado y sus inventarios al tope.
Entre las consideraciones de dicha Resolución se tiene que “con base en el estimativo de producción y la proyección del año 2018”, se demuestra “la viabilidad y capacidad de sostener una mezcla del 10% de alcohol carburante”. En efecto, mientras la demanda interna de etanol para la mezcla en 2017 fue en promedio de 1.050.800 litros/día, la capacidad instalada de producción de las 8 plantas en operación es de 1.650.000 litros/día, es decir que Colombia tiene como autoabastecerse. Este aumento del porcentaje de la mezcla representará, aproximadamente, 262.700 litros/día adicionales en la demanda. De hecho esta ampliación del mercado del etanol, merced al aumento del porcentaje de la mezcla del mismo con la gasolina, le da un respiro a Bioenergy, cuya planta recién instalada en Puerto López (Meta) es del Grupo empresarial ECOPETROL, la cual empezó a operar el año anterior con una capacidad de producción de 400 mil litros/día de etanol.
Como autor de la Ley 693 de 2001, que estableció la obligación de dicha mezcla y en ejercicio de la paternidad responsable tengo que manifestar mi complacencia por este paso que acaba de darse, pues contribuirá a consolidar una política tendiente a reducir las emisiones de gases contaminantes a consecuencia de la combustión de los motores de los vehículos. En efecto, con la mezcla del etanol con la gasolina-motor se oxigena el combustible y de esta manera la combustión es más completa, al tiempo que se reduce el contenido de aromáticos, benceno, azufre y olefinas, que de otra manera se arrojarían a la atmósfera, incidiendo notablemente en el deterioro del aire que se respira en las ciudades. Y, como es apenas lógico, cuanto mayor sea el porcentaje de la mezcla sus beneficios para la población citadina serán mayores. Recordemos que, según el Alcalde de Medellín Federico Gutiérrez “el 80% del smog que se posa sobre el cielo del Valle de Aburrá proviene de la combustión de los motores”, viéndose precisado a decretar de manera recurrente la emergencia ambiental para tratar de contrarrestarlo, imponiendo el pico y placa ambiental.
Es más, según estudio del Banco Mundial, cada año en Bogotá se pierden 63.000 años laborales por discapacidad y muertes prematuras causadas por la contaminación del aire. Y, como si eso fuera poco, resulta que, de acuerdo con un estudio del DNP, en Bogotá el 10.5% del total de las muertes prematuras en 2015 son atribuibles a causas asociadas con la contaminación del medio ambiente, lo que generó costos estimados en salud de 44.2 billones, equivalentes al 2.5% del PIB de la capital. Igualmente, en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá ese porcentaje fue de 12.3% y el costo $2.8 billones, equivalente al 5% de su PIB. En el 2015 se registraron 10.527 muertos por esta causa, cifra similar al número de homicidios en todo Colombia en 2017 (11.000).
Colombia, además de haber sido el promotor de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), vigentes desde el 2015, suscribió el Acuerdo de Paris en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), ambos vinculantes, por lo que se comprometió con la comunidad internacional en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en un 20% hacia el 2030. Y, para lograrlo, según el Ministro Arce “uno de los elementos en los que más esperanzas tiene el Gobierno es el plan de biocombustibles y dentro de esa iniciativa, uno de los ejes es aumentar la participación del alcohol dentro de la gasolina que consumen los carros”. A partir del análisis de ciclo de vida de la cadena del etanol producido en Colombia se ha podido establecer que el mismo está contribuyendo a reducir 2.5 millones de toneladas/año de GEI, equivalentes a 6 puntos porcentuales de la meta de reducción del 20%. Y no es para menos, dado que el mismo reduce las emisiones de GEI en un 74%.
Como no faltará quien critique el incremento de la mezcla aduciendo que con ello se va a aumentar el precio de referencia de la gasolina al consumidor final, al tiempo que aumentará el monto del subsidio a los biocombustibles, nos anticipamos a disipar esa preocupación, pues no se va a dar ni lo uno ni lo otro. En cuanto a su incidencia en el precio, comparto el punto de vista del Ministro Arce cuando llama la atención sobre el hecho de que dadas “las condiciones de los mercados el alcohol carburante muestra una tendencia a la baja, lo que permitirá una reducción cercana a los 7 pesos por galón”. Y advierte el Ministro, además, que “pesan más en el precio del combustible el tema tributario (impuesto a los combustibles, sobretasa e impuesto al carbono), los cuales representan el 29% en promedio del precio”. En cuanto a los subsidios, la verdad sea dicha: a pesar de la decisión que se tomó en 1999 de desmontarlos subsisten y no propiamente para el etanol sino para la gasolina, prueba de ello es que el segmento de refinación en la operación de ECOPETROL sigue arrojándole pérdidas. Huelga decir que los combustibles de origen fósil, llámese gasolina o diesel, tienen unos costos ocultos que no se reflejan en sus precios, nos referimos a la huella de carbono que dejan tras de sí y a su impacto en el medio ambiente y en la salud.