El despropósito liberal

Opinión Por

El partido Liberal atraviesa una crisis profunda. A la ya conocida antipatía y desconfianza de los colombianos por su clase política, se suma la desacertada decisión de realizar una consulta popular para elegir un candidato a la presidencia.

La convocatoria a una consulta es un mecanismo legalmente establecido que busca incentivar la democracia interna de los partidos para que la elección de sus candidatos refleje la voluntad de toda la colectividad y no sea fruto de la tristemente célebre “dictadura del bolígrafo”, que no es nada diferente a la decisión arbitraria de sus directivas.

Pese a ser un mecanismo útil y bien intencionado, una consulta es una herramienta que puede obrar tanto a favor como en contra; cual espada de doble filo, puede servir de arma para vencer al rival o, si no sabe usarse, propinar una herida mortal a quien la porta. Si la afluencia de votantes a las urnas es alta, la consulta fortalecerá al partido y unificará las fuerzas políticas alrededor del candidato ganador facilitando futuras alianzas; en caso contrario, sepultará las aspiraciones políticas de los precandidatos participantes y pondrá en riesgo la vocación de poder del partido o movimiento que la convoca.

La consulta Liberal no pudo darse en un peor momento: la indiferencia de la ciudadanía es absoluta, y los medios especializados vaticinan una lánguida participación en el certamen democrático. Es necesario preguntarse: ¿Cómo explicar a los contribuyentes esta dilapidación de dinero en épocas de vacas flacas? No son solo los $40.000 millones que cuesta organizar la elección, por cada voto válido que se obtenga en la consulta, el Estado deberá pagar al partido Liberal, por concepto de reposición de gastos, la suma de $4.714 pesos según lo estableció el Consejo Nacional Electoral mediante la resolución 2587 de 2017. Sí, los colombianos no solo tendremos que meternos la mano al bolsillo para financiar la realización de la consulta, sino también darle al partido una recompensa por haberla hecho. Un despropósito absoluto.

Existiendo solo dos precandidatos a la presidencia, ¿no era posible recurrir a otros mecanismos igual de efectivos y mucho más económicos para la toma de la decisión? Incluso Uribe, que se caracteriza por anteponer su vanidad a las necesidades del país, va a realizar una encuesta para elegir a su candidato. La elección del candidato liberal perfectamente pudo haberse hecho en el congreso liberal celebrado en meses pasados, cuya realización también tuvo un costo para el Estado, y le hubiese ahorrado al país unos recursos que se requieren ingentemente para finalidades más importantes. La torpeza y carencia de olfato político de la dirección liberal fue absoluta.

Haber optado por la consulta demuestra que el partido no solo es indiferente a las necesidades del pueblo sino que, además, está completamente alienado a la realidad nacional, en la que desde ya se está comenzando a hablar de la nueva reforma tributaria que obligatoriamente tendrá que hacer el próximo gobierno, aun cuando el pueblo no ha terminado de recuperarse de los tres puntos del IVA que se aumentaron recientemente; y donde la falta de recursos obligó a hacer recortes en rubros muy sensibles del presupuesto nacional para el año 2018, tales como educación y deporte.

La democracia tiene un costo y no asumirlo podría llevar a justificar dictaduras con tal de ahorrarse unos centavos, afirman al unísono los liberales a modo de sofisma para justificar su absurda decisión. Nadie ha dicho que en Colombia no se deban realizar elecciones, lo que se critica es que nos metan en un proceso electoral que implica un elevado costo para tomar una decisión que solo le incumbe a dicha colectividad, en detrimento de las necesidades de todo un país.

Para acabar de completar el ya de por sí pésimo panorama, la consulta no es liberal, en el sentido amplio de la palabra, sino de dos facciones puntuales del liberalismo: la de Humberto de la Calle, respaldado por César Gaviria, y la de Juan Fernando Cristo, que representa a Horacio Serpa. Vivian Morales, Juan Manuel Galán, Sofia Gaviria, Luis Fernando Velasco, entre otros potenciales precandidatos, no participarán. Lo que se planeó como un mecanismo para unificar al partido alrededor de un candidato, sentó diferencias irreconciliables entre sus miembros.

Siendo un gran admirador de Humberto de la Calle, por quien pienso votar este domingo, es necesario reconocer que se equivocó al presionar para que la consulta se hiciera en noviembre y no en marzo, tal como estaba inicialmente planeado. Si bien es cierto que su propuesta estaba enfocada en la posible realización de una consulta interpartidista con Fajardo, Robledo y Claudia López con miras a presentar una candidatura capaz de enfrentar al Centro Democrático y a Cambio Radical en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el resultado de esta consulta, sea cual sea, no lo favorecerá; será recordado siempre como aquel cuyo capricho nos costó a los colombianos decenas de miles de millones de pesos que terminarán en la basura. Contrario a generar apoyo popular, esta consulta le traerá el repudio mayoritario de la ciudadanía.

Fruto de una decisión tomada en forma acelerada, aunque por motivaciones altruistas, Humberto quedará en la calle, y el partido, como Cristo, crucificado. La vocación de poder será solo un recuerdo del pasado.

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Especialista en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.