El ejército, toda una perita en dulce.

Opinión Por

Recientemente salió a la luz pública el escándalo que produjo el informe de la última edición de la revista Semana en el que destapó las supuestas irregularidades que recaen sobre generales del Ejército, unos por malos manejos de alrededor de mil millones de pesos y otros por regresar a la práctica de los llamados “falsos positivos”1.

Las investigaciones preliminares, según la revista Semana, “son contra los generales Adelmo Fajardo, segundo comandante del Ejército, Eduardo Quirón, del Comando de Apoyo de Contrainteligencia, y Jorge Horacio Romero, del Comando de Apoyo de Acción Integral y excomandante de la Cuarta Brigada”.

Esta situación que se considera grave por ser la institución que representa la guarda de la soberanía del país y la tranquilidad de los colombianos, pone en tela de juicio la confianza que los colombianos deberíamos tenerle.

Parecería que nos hemos acostumbrado a que en el país los escándalos de corrupción, de violaciones a los derechos humanos se han vuelto normales, pero que ponen en entredicho la democracia y el Estado de Derecho.

Estos hechos reflejan aún más los antivalores, la falta de ética y de credibilidad de las instituciones del estado, y el adormecimiento de la sociedad que tolera estas situaciones sin levantarse en una protesta para reclamar la legalidad y la justicia que deben imperar en todo Estado de Derecho.

No se explica cómo las autoridades no tomaron a tiempo las medidas correctivas y sancionatorias que en materia de corrupción y de violación de derechos humanos deberían haberse dado, más aún cuando el Estado ha venido siendo condenado de forma reiterativa por parte de instituciones internacionales por hechos como los “falsos positivos” que vulneran los derechos fundamentales.

La doble moral y el doble discurso por parte de líderes políticos y de las instituciones estatales son algo vergonzoso.

Situaciones de este tipo ponen en tela de juicio la credibilidad del Estado y de sus instituciones en el contexto internacional, y nos dejan como parias.

No se puede entender cómo se toleran las violaciones a los derechos humanos como son los “falsos positivos” y a la vez la muerte de líderes sociales y ex combatientes.

Estos hechos llaman a la violencia y hacen que la reconciliación se aleje.

En un país como el nuestro, en el que nos hemos acostumbrado a la violencia, hemos perdido el norte de lo que significa la democracia, el desarrollo, la paz, la equidad social, y por ende el fortalecimiento de las ramas del poder en igualdad de condiciones.

Lo que es más lamentable, es que parecería que existen distintas categorías de ciudadanos, que se miden por su condición económica, política, social y cultural, y nos hemos olvidado que todos los colombianos somos iguales ante la ley y no debe existir ninguna diferencia entre ellos.

Nos hemos acostumbrado a que se gobierne para unos pocos y no para todo el conglomerado social.

Como dirían las abuelas, ya nada es lógico y decente en este país; claro, con honrosas excepciones. A veces no se sabe si llorar o reír, porque todos estos hechos resultan macondianos.

¿Dónde se encuentra la capacidad de reflexión de los colombianos? Estas situaciones lo único que hacen es llevarnos a la destrucción como país y como sociedad.

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1 https://www.semana.com/nacion/articulo/las-reacciones-en-la-justicia-tras-revelaciones-de-semana- sobre-generales/622545

Ex-diplomática. Abogada, con una Maestría en Análisis Económicos y en Problemas Políticos de las Relaciones Internacionales Contemporáneas, y una Maestría en Derecho Comunitario de la Unión Europea. Autora del Libro, Justicia transicional: del laberinto a la esperanza.