Como lo afirma en columna editorial el periódico The Economist, Santos deja un mejor país que el que encontró.
Sin duda, el mayor de sus logros es el de haber terminado la guerra de más de medio siglo con las FARC y haber evitado la muerte violenta de por lo menos 5000 personas desde cuando entró a funcionar el cese al fuego. La aprobación y puesta en marcha de las leyes de víctimas y de restitución de tierras constituyen un hito en la historia colombiana. Santos entregó todo a la causa de la paz e hizo méritos de sobra para que le fuera otorgado un premio nobel que debería enorgullecernos a todos los colombianos.
El acuerdo sienta las bases para la construcción de una paz estable y duradera y es una hoja de ruta para la superación de los abismos económicos sociales, que no nos han permitido consolidarnos cabalmente como una nación en la cual quepamos todos con iguales derechos y garantías.
Santos gobernó con talante liberal y modernizante, con la mira puesta en la decencia, la dignidad y la protección del Estado de derecho y el compromiso sin fisuras con la democracia, en medio del fuego incesante proveniente de una oposición iracunda, carente de fronteras éticas y dispuesta a arrasar hasta la última de sus ejecutorias oficiales, con tal de garantizar el retorno del uribismo al poder y el mantenimiento de un statu quo plagado de injusticia e inequidad estructurales que está en el origen de todos los males que nos agobian.
El presidente fue respetuoso de la división de poderes y de los veredictos de las altas Cortes con las cuales mantuvo las relaciones de acatamiento y consideración propias de un Estado de Derecho.
El gobierno que concluye implementó grandes avances en términos de “pacificación, reducción de homicidios, aumento de la oferta habitacional, protección del medioambiente y lucha contra la pobreza.”
Capoteó con mucho cuidado la crisis financiera y el desplome de los precios del petróleo de más de 100 a 27 dólares el barril, que en concepto de los analistas tuvieron un impacto más letal sobre la economía del país que la crisis mundial de los años 30.
Pero, al igual que todos sus pares de América Latina, la administración Santos no introdujo ninguna rectificación sustantiva a las políticas del modelo neoliberal a las cuales se ha apegado la tecnocracia colombiana durante los últimos 25 años y sustentó el crecimiento, como se ha venido haciendo y, pretende profundizarlo Iván Duque, en el desmantelamiento de la tributación progresiva, la disminución de salarios y el libre comercio.
Durante 4 años el país registró tasas de crecimiento menores al 2%, que pusieron en riesgo el logro inicial del gobierno, consistente en haber podido reducir el desempleo a 1 dígito. Sin embargo, entrega una economía en aceleración preordenada a crecer 2,7 en 2008 y 3,6 en 2019, según el pronóstico del Fondo Monetario Internacional.
El ingreso de Colombia en la OCDE cuyos integrantes concentran el 75% de la inversión extranjera directa a nivel global y el 60% del comercio y PIB mundial, implica una ganancia que es preciso destacar pues mejora el ambiente inversionista y el acceso a nuevas fuentes de financiación, fortalece el posicionamiento internacional del país y ya se ha venido traduciendo en la adopción de buenas prácticas públicas en materia social, política y económica.
Para ser admitidos en la OCDE, entre muchas otras, tuvimos que hacer nuestras leyes antisoborno y de conglomerados financieros, las que impiden la evasión de impuestos a través de paraísos fiscales, las encaminadas a promover competencia y productividad, la creación del impuesto al carbono y a la utilización de bolsas plásticas y la regulación del uso de sustancias químicas.
Tampoco es de menor entidad y merece destacarse haber conseguido el ingreso de Colombia a la OTAN, “que constituye un sistema de defensa colectiva, en la cual los Estados miembros acuerdan defender a cualquiera de sus pares si son atacados por una facción externa”.
Con Venezuela y Nicaragua en punto de ebullición, mediando diferendos limítrofes de vieja data y expuestos a la tentación de sus gobernantes en apuros de promover confrontaciones con nuestro país para remendar sus apoyos internos, a Colombia le viene muy bien su incorporación a la OTAN.
En materia de relaciones internacionales Colombia cuenta hoy con respeto y miramiento a nivel global.
Santos, concretó, además, el plan de inversión de las 4G, el más ambicioso en la historia del país. Y la apuesta gubernamental en educación puso por encima el presupuesto de esta cartera sobre el de Defensa y llevó a que en el 2016 los estudiantes colombianos mejoraran su posición en las pruebas Pisa, comenzando a hacer realidad la aspiración de hacer de Colombia una nación más educada. Mucho antes de lo que pensamos estaremos añorando un gobierno que actuó con valor, claridad y transparencia y en beneficio del interés público.