Muchas ciudades alrededor del mundo ya resolvieron su problema frente a la disposición de basuras; Bogotá aún está retada a darle un mejor manejo al tema y aprender de las lecciones que llevaron a otras capitales a encontrar la salida. Por ejemplo, en Suecia el reciclaje hace pare de su cultura y cuenta con una política pública que permite que el 99% de los residuos se reutilicen y sólo lleguen a los rellenos el 1%. En Holanda hay un aprovechamiento del 98% de su basura, de estos el 80% se recicla y el 18% se incinera para generar energía, en tanto sólo el 2% llega a rellenos sanitarios.
En San Francisco, Estados Unidos, la ley obliga a restaurantes y empresas a separar basuras, reciclando por ejemplo los residuos orgánicos para convertirlos en abono. En Mar del Plata, Argentina, se implementó un sistema de recolección que separa residuos secos de húmedos, facilitando el reciclaje de papel, plástico y vidrio para ser comercializados. Ciudades como éstas han entendido el inmenso valor económico de los residuos.
En Bogotá no hemos logrado imprimir una nueva visión a la gestión de los residuos. Por esto, sólo el 17% de las 6.500 toneladas que se producen diariamente de basura se recicla y el resto va directo al relleno sanitario Doña Juana, creando una situación social y ambiental muy crítica.
Las buenas prácticas que ocurren en el extranjero se materializaron porque la realidad del impacto negativo de los residuos depositados ineficientemente en rellenos sanitarios, los obligó a adoptar políticas públicas para organizar su modelo de gestión de basuras. En este sentido, ¿será necesario que Bogotá profundice su crisis en Doña Juana para que empiece a pensar seriamente en la adopción de alternativas innovadoras tecnológicamente?
No podemos seguir improvisando decisiones frente al manejo relleno sanitario. Hay diagnósticos suficientes sobre los efectos negativos de la manera como se está manejando este depósito y hay propuestas sobre cómo salir de la crisis. Todo esto lo conoce la Administración Distrital, la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos – UAESP, la Secretaría de Salud y el Centro de Gerenciamiento de Residuos, que es el operador del relleno. Pero nadie toma las medidas adecuadas.
Recordamos que la licencia ambiental del relleno Doña Juana vence en 2022 y lo único que escuchamos por parte de las autoridades es que es posible ampliarlo y optimizarlo por otros 30 años. Esta mención preocupa a los habitantes del sector, que han expresado su malestar a través de protestas. El Operador, por su lado, lo único que atina a decir es que requieren alrededor de $80.000 millones para ir solucionando los problemas operativos, los que espera recibir a través del aumento de tarifa de aseo. Pero ninguna de las partes se compromete a avanzar hacia un esquema moderno de aprovechamiento de los residuos, que solucione gran parte de los problemas que se originan por tener un relleno sanitario que no ha sido bien manejado.
La Contraloría de Bogotá ha advertido que si se sigue manejando el relleno Doña Juana como se ha hecho hasta ahora, agotará su vida útil antes de 2022. Otros afirman que las irregularidades en que se incurre en la etapa de depósito final, podrían llegar a generar una nueva tragedia ambiental.
Hasta aquí, he planteado las responsabilidades que tienen las autoridades en el manejo del relleno sanitario Doña Juana. Pero hay otros actores que también tiene incumbencia: los generadores, o sea, los hogares, el comercio y las industrias. Los integrantes de las familias y los responsables de las empresas criticamos con fervor las consecuencias de un relleno mal manejado y nos asombramos de las grandes cifras de residuos que produce la ciudad. Pero no asumimos la autocrítica, para entender cuál es el grado de responsabilidad que nos cabe frente a esta situación, debido a la falta de interés y compromiso en el proceso de reciclaje, por no desarrollar actividades de separación en la fuente y por no aminorar los niveles de consumo, especialmente de productos que no se degradan con facilidad.
Doña Juana es un reto para las autoridades, para que innoven sobre la manera como deben manejar los residuos sólidos. Pero también un desafío para los hogares y las industrias, con el fin de que asuman responsablemente la tarea de producir mucha menos basura.