Este 22 de marzo, como todos los años desde 1993 se celebra el Día Mundial del Agua, por disposición de la Asamblea General de la ONU el 22 de diciembre de 1992, mediante la Resolución A/RES/47/193. Pero esta vez hay muy poco para celebrar y sirve más bien para encender las alarmas por la inminencia de una crisis global provocada por el déficit en el abastecimiento de agua potable en el mundo.
El campanazo se acaba de dar en Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más poblada de Suráfrica, con 4 millones de habitantes, después de Johannesburgo. Debido al Cambio climático, la sequía se ha prolongado por tres años, la peor en un siglo y, por ello, las represas de las cuales se sirve para el suministro del preciado líquido que para el 2014 estaba al tope, ahora se encuentran en un nivel promedio del 26%. Está a punto de convertirse en la primera ciudad del mundo abocada al racionamiento del consumo de agua, viéndose precisada a sancionar a quienes sobrepasen el límite establecido para el consumo residencial, que pasó de los 87 litros diarios a finales de 2017 a sólo 50 desde el pasado mes de febrero.
Y ello, no obstante que Ciudad del Cabo es reconocida internacionalmente por su gestión y conservación del recurso hídrico, al poner en práctica medidas tendientes a reducir las fugas en las redes, la instalación masiva de medidores, así como ajustes tarifarios. Pero si bien estas medidas eran necesarias resultaron insuficientes y debido a la autocomplacencia y a la imprevisión, al no contemplar alternativas distintas a los 6 embalses de los cuales se surten de agua, únicas fuentes de abastecimiento, ello se convirtió en su talón de Aquiles, dada su gran vulnerabilidad de cara al Cambio climático. Ahora está abocada a la peor tragedia que puede afrontar una gran ciudad desde la segunda guerra mundial y el espantoso atentado contra las Torres gemelas el 11 S. Ahora está a punto de convertirse en la primera ciudad del mundo expuesta al racionamiento del consumo de agua, viéndose precisada a expedir medidas desesperadas, tan drásticas como sancionar a quienes sobrepasen el límite establecido para el consumo residencial, el cual pasó de los 87 litros diarios a finales de 2017 a sólo 50 desde el pasado mes de febrero.
Las autoridades habían dispuesto las medidas de contingencia tendientes a mitigar el impacto del temido Día cero, en el cual esta metrópoli se quedaría sin agua corriente para abastecer el consumo cotidiano de su población. Esta fecha fatal se fijó primero para el 1º de marzo de este año, pero luego, gracias los resultados de las medidas tomadas, que indujeron a un uso más racional del agua, se corrió para el 9 de julio. Ese día el agua dejará de llegar a través de acueducto y se tendrá que recurrir a los 180 camiones cisternas que se han dispuesto para suministrar 25 litros/día por persona.
Es decir, Ciudad del Cabo está en el conteo regresivo para llegar a ese momento que nadie desea y comprando tiempo, pero en cualquier momento se podrá traspasar la línea roja y se activará el plan de contingencia una vez que el promedio del nivel de los embalses llegue al límite del 13.5% de su capacidad. El Director de Turismo Sisa Ntshona advirtió perentoriamente a la comunidad internacional que “ciudad del Cabo es el foco de atención ahora mismo, pero en realidad este es un problema global”. Ello es tanto más cierto habida cuenta que hoy el 50% de la población en el mundo reside en áreas urbanas y, según las Naciones Unidas, para el 20150 entre el 70 y el 85% se asentará en ellas.
Por ello es muy pertinente su llamado al mundo en el sentido que este “tiene la oportunidad de aprender una gran lección de Suráfrica: no deben esperar a que haya una crisis para modificar los hábitos de consumo”. Ya lo había advertido Thomas Fuller, “nunca reconoceremos el valor del agua, hasta que el pozo esté seco”. Y, según el Informe de las Naciones Unidas presentado en el VIII Foro Mundial del Agua en Brasilia esta semana, al que concurren 150 países, «la seguridad hídrica sostenible no se alcanzará sin que se adopten soluciones innovadoras”. Así de claro!
Como lo sostiene la Red Global de la Huella Ecológica, el mundo se está “sobregirando” y acudiendo a “vigencias futuras” que comprometen seriamente la sostenibilidad den los servicios ambientales, debido a la demanda desaforada por los mismos, sobrepasando con creces la capacidad de reparación o reposición de la naturaleza. Y lo más preocupante es que la tendencia es aún más amenazante. Así lo enfatiza Rob Cameron, Director de SustainAbility, centro de estudios y asesoramiento de empresas con sede en Londres, cuando afirma, no sin razón, que “el actual patrón de consumo es demasiado grande para la Tierra. Estamos más allá de la capacidad que tiene el planeta para sostenernos. Para el año 2030 necesitaremos 35% más de alimentos, 40% más de agua y 50% más de energía (la que, a su vez, utiliza agua para producirla). Esto es lo que genera tensión”. Y de contera el sector agrícola demanda el 70% del agua disponible, de la cual dedica el 85% para irrigación, al tiempo que la industria consume otro 20% y ambos se requieren para responder a la creciente demanda de alimentos.