¿Cómo explicar que en una economía frenada que solo crecerá este año un 2%, el desempleo siga disminuyendo y haya pasado de 8.9% a 8.7% en los últimos doce meses? ¿Si cunde el pesimismo entre los empresarios, por qué en ese período aumentó en 552.000 el número de personas con empleo? ¿Estas cifras tienen algo que ver con el proceso de Paz?
No cabe la respuesta fácil de que al DANE no se le puede creer porque presenta cifras que no corresponden a la realidad. Si bien la metodología de la Encuesta de Hogares puede tener falencias y es susceptible de mejoras, es la misma metodología que se viene aplicando hace años, de manera que si al DANE se le creía cuando reportaba un aumento del desempleo, también hay que creerle ahora.
Dos respuestas usuales para explicar esta paradoja son que hay menos gente buscando trabajo porque se cansaron de hacerlo y que lo que ha crecido es el empleo informal. La primera no es cierta en esta oportunidad porque la población dispuesta a trabajar aumentó en 560.000 personas el último año. La segunda si es parcialmente cierta porque la mitad de los nuevos empleos generados en el período son “subempleos” en los que la gente no se encuentra satisfecha.
Una clave para la respuesta se encuentra al mirar por aparte las cifras del empleo en las ciudades y en el campo, y sobre todo si se separan las 13 ciudades más grandes del país. En efecto, en estas últimas la tasa de desempleo si subió de 10.2% a 10.8%, porque aunque se crearon 100.000 empleos nuevos en el año, estos no fueron suficientes para las 180.000 personas que salieron a buscar trabajo.
En las ciudades intermedias y pequeñas – que representan el 28% de la población- hubo 200.000 personas nuevas en el mercado del trabajo, pero en ellas se crearon la mitad de los empleos nuevos del país, por lo que el desempleo bajó del 10.7% al 9.7%.
En las zonas rurales, donde viven un poco más de la quinta parte de los colombianos, hay una tendencia similar aunque un poco más limitada: se crearon 133,000 empleos y el desempleo bajó del 5.2% al 4.4%.
Se puede aventurar una hipótesis política para explicar estos comportamientos tan disímiles, y tiene que ver con el hecho de que la enorme polarización política respecto del proceso de paz que hoy divide hasta las familias es mucho más notoria en las grandes ciudades que en el resto del país.
En las pequeñas ciudades y en el campo es donde se vivió con más intensidad la guerra contra las Farc y por lo tanto es donde se están viendo más rápido los beneficios de la paz. Ya no hay bombas ni tomas guerrilleras, se ha podido volver a cultivar el campo y están volviendo los turistas, todo lo cual está dinamizando las economías locales.
Por el contrario, en las grandes ciudades la gran mayoría de sus habitantes solo vio la guerra por televisión y resienten mucho más las concesiones de la negociación con la guerrilla que los beneficios del silencio de los fusiles.
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COLETILLA: Preocupante el caso de Bogotá donde en un año el desempleo pasó de 8.5% a 10.6%, y en la industria, la construcción y el comercio desaparecieron 112.000 empleos, que solo fueron compensados en parte con 46.000 nuevos empleos en actividades inmobiliarias y de alquiler. Después de año y medio del cambio de alcalde ya no se le puede seguir echando la culpa a Petro.