Al paso que vamos, «podríamos dejar a las generaciones venideras sólo escombros, desolación y suciedad» Papa Francisco.
ATILA
Al mejor estilo de Atila, el último y más poderoso caudillo del Imperio de los Hunos (434-453), el Presidente de los EEUU Donald Trump, se ha propuesto desde que arribó a la Casa Blanca, tal y como lo había prometido en su rauda carrera para ocuparla, arrasar con todos los tratados, convenios y acuerdos firmados por su antecesor, Barack Obama. Esta política está llevando a los EEUU a su aislamiento, a encerrarse en sus propias fronteras, amojonadas ahora por una muralla comercial infranqueable y el muro de la infamia que se empecina, con terquedad aragonesa, levantar en su frontera con México.
Apenas acababa de retornar de su periplo por el Medio Oriente y Europa, en donde marcó distancia con todos los líderes de los países aliados de los EEUU y haciendo alarde de su aislacionismo, al socaire de su frase de clisé «América primero», cuando le dio un puntapié al tablero, pretendiendo convertir en tabla rasa el Acuerdo de París contra el Cambio climático, anunciándole al mundo desde los jardines de la Casa Blanca el retiro de los EEUU del mismo. El Presidente Trump ya se había anticipado a expedir 14 órdenes ejecutivas derogando las medidas que había tomado el ex presidente Obama, borrando con el codo lo que este había hecho con la mano en materia ambiental. Y fue tajante al firmar la Orden ejecutiva notificando su decisión “no queremos que nada se interponga en nuestro camino”.
“VALIENTE” DECISIÓN
Este Acuerdo fue suscrito en diciembre de 2015 por 195 jefes de Estado, solo Nicaragua y Siria se sustrajeron del mismo, el primero por considerar que el Acuerdo a su juicio no era satisfactorio y el segundo por estar enzarzado en una guerra civil y su propósito es conjurar el peligro en ciernes de que el aumento de la temperatura global supere los dos grados centígrados con respecto a la Era preindustrial, cuando ya el termómetro marca un incremento de 1.1 grados. Ello delata los desvaríos del Presidente Trump al darle el portazo al resto del mundo exterior, pero el tiro le puede salir por la culata.
Trump fue enfático al afirmar que «es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París», siendo los EEUU el segundo mayor responsable, después de China, de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global y, de lejos, el mayor contaminador per cápita del mundo, con 19.8 toneladas métricas de CO2, mientras un chino incurre en 8.6, un hindú 2.2 y un colombiano 3.3 (¡!). Después que a través de un trino en el 2012 puso a circular la especie de que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer no competitiva a la manufactura de EEUU”, el Presidente Trump se ha convertido en rehén de sus propias palabras, las que contrarían el concepto autorizado de los científicos.
La diferencia entre las post verdades, como esta, que están ahora en boga y el conocimiento científico estriba en que no requieren demostración, son axiomáticas. Pero, no puede desconocerse que desde 1988 se creó el Panel Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático, más conocido con el acrónimo en inglés IPCC, acogido en su seno posteriormente por Naciones Unidas, el cual está integrado por centenares de científicos y expertos de todo el mundo, de todas las lenguas, razas, posturas ideológicas y credos religiosos. El objetivo fundamental de este Panel de expertos es observar, monitorear, investigar y hacerle seguimiento constante al cambio climático y producir informes periódicos, que son cada vez más alarmantes y dramáticos, los cuales le son reportados a La Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), el más reciente de ellos fue el sexto informe en 2016.
Y por consenso este Panel de expertos ha llegado a dos conclusiones básicas, debidamente soportadas en sus rigurosas investigaciones: la primera, que existe una gran correlación entre la concentración de CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera y la temperatura global; segundo, las mayores emisiones de CO2, que se van acumulando en la atmósfera, son atribuibles a la actividad humana, su origen es antropogénico. Trump justifica sus dislates escudándose en que no tiene tiempo “de ser políticamente correcto”, pero bien dijo Antonio Machado que «es propio de aquellas mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza».
Para Trump, el Acuerdo de París no pasa de ser un Pacto «debilitante, desventajoso e injusto» y «un castigo para EEUU» que no les permite «utilizar todos nuestros recursos energéticos» haciendo referencia a los energéticos de origen fósil (carbón, petróleo y gas), los mayores contaminantes, que tiene en el nuevo Director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) a quién es considerado como el caballo de Troya de la industria con chimenea, Scott Pruitt. Este se atrevió a afirmar, sin rodeos, que ¨el Presidente ha tomado una decisión muy valiente” y frente a la reacción que provocó esta decisión dentro y fuera de los EEUU espetó: “no hay razón para que pidamos disculpas como país…El mundo aplaudió cuando adherimos al Acuerdo…porque sabían que pondría a nuestro país en desventaja”. No obstante, las declaraciones del Secretario de Estado Rex Tillerson, pone al desnudo las grietas en el equipo de Trump, pues, según expresó “no pienso que vamos a cambiar nuestros esfuerzos para reducir esas emisiones en el futuro y así espero que todos puedan mantener la perspectiva”. Será este un caso de polaridad manifiesta?
SE REPITE LA HISTORIA
A nadie ha sorprendido este mal paso que acaba de dar el Presidente Donald Trump, que pretende llevar con los ojos abiertos a los EEUU y al resto del mundo al abismo planetario. Se repite la historia, en 1997 el ex presidente demócrata Bill Clinton impartió su aprobación al Protocolo de Kioto y el ex presidente republicano George Bush se negó a ratificarlo, esgrimiendo los mismos argumentos de los cuales está echando mano Trump. Según éste, el Acuerdo de París “debilita la economía” y “provocaría la pérdida de 2.7 millones de empleos para el año 2025”. Con una gran carga de ironía se atrevió a dejar consignado en su cartabón programático que aceptaba “que el cambio climático esté causando algunos problemas: nos hace gastar miles de millones de dólares en desarrollar tecnologías que no necesitamos”.
En su momento Bush manifestó lo mismo, que los EEUU no estaban dispuestos “a renunciar a sus mayores tasas de crecimiento en aras de darle cumplimiento a las estipulaciones del Protocolo de Kioto”. Sin embargo, como los hechos son tozudos, el huracán Katrina se encargó de darle una dura lección a Bush. Según Lord May, Presidente de la Academia Británica de Ciencias (Royal Society), “los daños ocasionados por el Huracán Katrina, fenómeno extremo atribuible al cambio climático que insisten en negar, representan 1.7% del PIB y es concebible que la parte de Norteamérica del Golfo de México sea inhabitada de aquí a fin de siglo”. Obama fue enfático al desmentir la aseveración de Bush y Trump, al destacar que “concretamente , las emisiones de dióxido de carbono (CO2) del sector energético se redujeron 9.5% entre 2008 y 2015, mientras que la economía creció más del 10%”.
En cuanto a los empleos que supuestamente se destruirían por cuenta de la puesta en práctica del Acuerdo de París en los EEUU, ello no es más que una falacia, puesto que, según un estudio de la Universidad de Columbia, se estima que el sector minero ha perdido desde 2011 60.000 empleos, la mayoría de ellos no atribuibles a las medidas tomadas por Obama sino por la sustitución del carbón por el gas natural barato, ahora que los EEUU se ha convertido, como lo dijo él, en “la Arabia Saudita del gas natural”, gracias a la revolución del fracking. Vale la pena destacar, además, que las empresas que operan en el negocio de la energía solar emplean 374.000 personas en los EEUU, el doble que la industria del carbón. Es más, según un Informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables, el número de empleos generados por estas pasó de 7 millones en 2012 a 9.8 millones en 2016 y se prevé que esa cifra puede llegar hasta los 24 millones en 2030, “compensando (así) las pérdidas de empleos en el sector de los combustibles fósiles”. El ex presidente Obama, con fundamento en un Informe del Departamento de Energía de EEUU, sostuvo que “2.2 millones de estadounidenses están empleados en el diseño, instalación y fabricación de productos y servicios de eficiencia energética. Esto se compara con los 1.1 millones de estadounidenses que se emplean en la producción de combustibles fósiles”.
Jeffrey D. Sachs no duda, al referirse a la administración Trump, en señalar que “la política estadounidense se ha convertido en un juego de poderosos intereses corporativos. Hoy, empresas como ExxonMobil, Koch Industries, Continental Energy y otras compañías megacontaminadoras ya no necesitan del cabildeo; Trump les ha entregado las llaves del Departamento de Estado, de la Agencia de Protección Ambiental y del Departamento de Energía. También tienen puestos jerárquicos como funcionarios del Congreso… Antes del reciente viaje al exterior de Trump, 22 senadores republicanos le enviaron una carta donde reclamaban que Estados Unidos se retirara del acuerdo climático de París. Casi todos reciben financiación de campaña importante de la industria del petróleo y el gas”. Este es el capitalismo desbocado, el mismo que, a juicio del Premio Nobel de Economía 2015 Angus Stewart Deaton, “necesita ser domado…No se puede permitir que opere salvajemente”. Se trata, igualmente, del modelo económico que, en concepto del ex secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, constituye “un pacto de suicidio global”.
Jeffrey D. Sachs no duda, al referirse a la administración Trump, en señalar que “la política estadounidense se ha convertido en un juego de poderosos intereses corporativos. Hoy, empresas como ExxonMobil, Koch Industries, Continental Energy y otras compañías megacontaminadoras ya no necesitan del cabildeo; Trump les ha entregado las llaves del Departamento de Estado, de la Agencia de Protección Ambiental y del Departamento de Energía. También tienen puestos jerárquicos como funcionarios del Congreso… Antes del reciente viaje al exterior de Trump, 22 senadores republicanos le enviaron una carta donde reclamaban que Estados Unidos se retirara del acuerdo climático de París. Casi todos reciben financiación de campaña importante de la industria del petróleo y el gas”. Este es el capitalismo desbocado, el mismo que, a juicio del Premio Nobel de Economía 2015 Angus Stewart Deaton, “necesita ser domado…No se puede permitir que opere salvajemente”. Se trata, igualmente, del modelo económico que, en concepto del ex secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, constituye “un pacto de suicidio global”.
LA “RENEGOCIACIÓN” COMO CORTINA DE HUMO
Tratando de dorar la píldora envenenada, planteó que «EEUU se retirará del Acuerdo de París pero empezará negociaciones para volver al Acuerdo de París o a una nueva transacción en términos que sean justos». Lo primero que hay que aclarar es que, así lo quiera, el Presidente Trump no puede hacer efectivo dicho retiro de forma inmediata, pues en el Acuerdo, que él tanto abomina, quedó establecido en el punto 28 que cualquier país que haya ratificado el Acuerdo y este es el caso, solamente podrá solicitar su salida del mismo tres años después de su entrada en vigor; estamos hablando del 4 de noviembre de 2019.
Y en cuanto a la renegociación del Acuerdo, este anuncio no pasa de ser una cortina de humo, pues los demás países signatarios del mismo han sido categóricos al afirmar que esa posibilidad no existe. Los gobiernos de Francia, Alemania, Italia y España le hicieron saber al de EEUU que “no se puede renegociar el acuerdo porque es un instrumento vital para nuestro planeta, nuestras sociedades y nuestra economía”. El nuevo mejor amigo de Trump, el Presidente de Rusia Vladimir Putin, se desmarcó de las críticas a Trump al afirmar que “si esos grandes países emisores, como EE UU, no van a cooperar, entonces no se podrá consensuar ni firmar ningún acuerdo en este ámbito”. Además, con el vano intento de sacarle las castañas del fuego desatado hizo hincapié en que “no deberían hacer un escándalo sobre esto, sino que deberían crear las condiciones para un trabajo conjunto”. Definitivamente el Presidente Trump está conduciendo a los EEUU en contravía del resto del mundo, lo que no deja de ser un desafío a la comunidad internacional que le puede salir muy caro.
En todo caso, no se puede subestimar los nefastos efectos que puede acarrear la insensata decisión del Presidente Trump, que envía una pésima señal al resto del mundo y a los propios estadounidenses, en momentos en los que están encendidas todas las alarmas sobre los estragos de la variabilidad climática en todo el orbe que a diario registran los medios. Aun cuando tardarán cuatro años para hacer efectivo el retiro de los EEUU del Acuerdo de París, lo cierto es que al no existir la voluntad política de honrar los compromisos contraídos por parte de la administración Trump, ello significará inexorablemente una mengua significativa de los recursos comprometidos para la financiación del Fondo Verde del Clima, creado justamente para transferir recursos hacia los países que, como Colombia, acusan una mayor vulnerabilidad frente al cambio climático. Según Deon Terblanche, Jefe del Departamento de Investigación Atmosférica y Medio Ambiente de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de Naciones Unidas, la renuncia de los EEUU al Acuerdo de París podría significarle al mundo 0.3 grados centígrados más a la temperatura promedio global. Ello, al renunciar a la meta que había fijado Obama de reducir las emisiones de CO2 entre 26% y 28% para 2025 con respecto a 2005.
TRUMP AISLADO EN SU PROPIO PAÍS
Por fortuna, el duro pronunciamiento de rechazo a la avilantez de Trump por parte del High Ambition Coalition (HAC), que agremia a las naciones que promovieron la adopción del Acuerdo de París, ha encontrado eco en los EEUU. Un poco antes del decepcionante anuncio del Presidente Trump, se había conocido un sondeo de las universidad de Yale y George Mason, que arrojó como resultado que el 69% de los estadounidenses creían que los EEUU debía mantenerse en lo acordado en París, entre ellos el 51% de los republicanos. Por ello, las reacciones por parte de todos los estamentos no se han hecho esperar. Michael Bloomber, el 8º hombre más rico del planeta, por ejemplo, ofreció US $15 millones para apoyar los esfuerzos de la organización en su lucha contra el calentamiento. La misma cifra que la ONU dejará de percibir (¡!). Es muy diciente que en la Asamblea de accionistas de ExxonMobil se impusiera, por una mayoría aplastante del 62.3% y en contra de sus directivas, una propuesta tendiente a obligar a la empresa a evaluar el impacto financiero de las políticas del clima sobre su actividad tras el Acuerdo de París, única forma de desvirtuar las especulaciones tremendistas de sus detractores.
Por lo demás, 30 estados de los EEUU y cerca de 68 alcaldes, en representación de 36 millones de ciudadanos, entre ellos el de Pittsburgh, manifestaron su desacuerdo con Trump y se proponen continuar su lucha contra el calentamiento global, particularmente los estados de Nueva York, California y Washington, que cuentan con una población de 68 millones de personas y representan nada menos que un quinto del PIB estadounidense, responsables además del 10% de las emisiones de GEI en EEUU, no darán su brazo a torcer y se mantendrán firmes con el Acuerdo de París. 80 rectores universitarios se sumaron a la rebelión contra este despropósito. Más de 1.000 empresas, entre ellas empresas tan emblemáticas de la tecnología como Facebook, Google y Apple y quién lo creyera, empresas de la industria automotriz como General Motor, así como de la industria petrolera, como Chevron, han manifestado públicamente su disentimiento con la Orden ejecutiva de Trump, que más parece un bumerán que habrá de complicarle su gobernabilidad.