El sociólogo Manuel Castells, referente mundial en el tema de los conflictos políticos en la sociedad de la información, ha sido entrevistado por El Tiempo. Destaco sus conceptos que arrojan luz sobre la turbulencia política que nos sacude con fuerza telúrica.
“En la nueva América Latina, vemos crisis constantes, ya no solo económicas sino crisis de legitimidad política, que se resumen en una sola cosa: la gente no cree en quienes la gobiernan, en quienes la representan, en los partidos políticos en los medios de comunicación, en nada. Eso es lo que está pensando la mayoría de los ciudadanos de muchos países.
Es un fenómeno global, pero en América Latina las instituciones son aún más débiles. Cuando la gente no aguanta más o tiene problema con las condiciones de vida y no hay canales institucionales porque están cerrados o porque la gente no cree en ellos, entonces se va a la calle. Y a partir de esto pueden ocurrir distintos procesos en función de las fuerzas políticas y militares en cada país y por lo tanto se desestabiliza la situación.
Hay corrupción del Estado, hay destrucción de los propios partidos y actores políticos que se aniquilan utilizando la demolición de la confianza política en el otro. Todos pierden porque nadie se fía de nadie. La descomposición de los sistemas democráticos puede llevar a cualquier tipo de salida:
Las crisis no son sólo económicas sino de legitimidad política. La gente no cree en quienes las gobiernan, en quienes las representan, no creen en nada, la mayor crisis es la de la propia gestión de la crisis”
Evo Morales bajó no solo la pobreza sino también la desigualdad e hizo una gran gestión económica en Bolivia. Sin embargo, una sociedad fragmentada en términos étnicos implosionó ante la insistencia del presidente en prolongar su mandato más allá de lo permitido por la Constitución.
Pero, nadie puede considerarse a salvo de la turbulencia. Según la última encuesta de Naciones Unidas, el 83% de los ciudadanos de América Latina no creen en ningún partido político. La gente vive más o menos sobrevive y en algún momento la gota desborda el vaso y salen a la calle.
En Chile aparentemente el detonante fueron los 30 pesos de alza en el transporte público, pero la razón del alzamiento que aún no ha podido controlar el gobierno, fue lo ocurrido durante los 30 años anteriores bajo la égida de la constitución de Pinochet. Chile avanzó de manera impresionante, bajo gobiernos de derecha, izquierda y centro izquierda, en reducción de la pobreza y la desigualdad, pero sus clases medias asistieron impotentes al desmantelamiento de su estado de bienestar y al crecimiento exponencial de los abismos entre la ínfima minoría más rica y el resto de los ciudadanos. Chile despertó así en medio de una pesadilla real del sueño de que ya era un país desarrollado.
Las redes son el nuevo gran actor político y están en todas partes, pero en ellas está lo bueno y lo malo de las sociedades, el sexismo el nazismo, la homofobia. Y, la credibilidad colectiva no beneficia a las redes en general sino a la “mía en particular, mi red, la de mi tribu, la de mis amigos o los que yo quisiera que fueran mis amigos.” Aquí y en todas partes, “lo que hacen las redes es activar una respuesta de la gente que está sintiendo algo, más que pensando algo. La gente ahora construye su imaginario en función de lo que siente y quiere creer. Se guía por emociones y no por razonamientos. La gente quiere la democracia, pero no cree en su propia democracia.”
Estos movimientos, como todos los que se están registrando en el mundo desde hace una década, son totalmente espontáneos, sin ningún liderazgo. No hay líderes, es un colectivo en redes
En Colombia el malestar difuso y transversal a todos los estamentos estalló en el cacerolazo espontaneo que sonó al unísono en Bogotá y en muchas ciudades del país cuando estaban terminando las marchas y arreciaban los disturbios. Pero el hecho incontestable es que muchísimas organizaciones sociales, las centrales obreras y sobre todo cientos de miles de jóvenes colombianos, marcharon, dispuestos a hacer oír su voz y a impulsar sus demandas de manera pacífica.
Pese a que el ritmo de la economía se mantiene a un nivel mejor que en casi todo el resto del Continente el desempleo no da tregua. Siguen creciendo los grupos residuales que prolongan el conflicto armado, el crimen organizado y los altos niveles de corrupción, desigualdad e impunidad. Y a ello se agrega la migración de venezolanos que tampoco se detiene y que amenaza incrementar las explosiones de xenofobia.
Ya sea desde el gobierno o la oposición el Centro Democrático ha trabajado incansablemente, durante casi 20 años en el propósito de desistitucionalizar el país y fortalecer el caudillismo mesiánico de su líder, Álvaro Uribe Vélez. Para lograrlo, han envenenado y sembrado cizaña en la opinión, deslegitimando el acuerdo de paz sellado con las FARC y atravesado toda clase de talanqueras y de obstáculos a la implementación de lo pactado y particularmente a los cambios acordados en materia de transformación del campo.
El presidente Iván Duque, llegó a la primera magistratura, con muy poca experiencia de gobierno, sin peso específico propio y con el único mérito de ser el señalado por Uribe. No podía esperarse de él un liderazgo sólido. Su gestión tanto en el plano interno como en el internacional ha sido errática y condicionada a las exigencias de una bancada parlamentaria ideologizada al extremo y por añadidura dividida y, de una base política cuyo centro de gravitación son los terratenientes alrededor de los cuales han estado organizados a lo largo de décadas y de manera violenta paras y narcos.
Como lo afirmó recientemente el expresidente Juan Manuel Santos, los líderes sociales están siendo asesinados por los que se oponen a la restitución de las tierras despojadas a los campesinos y a la erradicación de los cultivos ilícitos que son los más fuertes opositores al proceso de paz.
Hay que destacar, sin embargo, que aquí por lo menos existe una agenda de 10 puntos y un grupo de convocantes claramente identificados. No será nada fácil desactivar la protesta que tiene raíces profundas en un modelo neoliberal, que no se toca con tres días sin IVA u otras concesiones menores.
Pero, tampoco se puede soslayar que es imperativo que todos y cada uno contribuyamos sin reservas para que la crispación social desatada logre encausarse por las vías democráticas.