“Fuego y furia”

Opinión Por

No se trata de un texto de análisis político el libro que ha desatado las iras del único presidente de los Estados Unidos en toda su historia, de quien, abiertamente y a nivel global se inquiere acerca de si es un villano, un payaso o un desquiciado mental.

Es más bien un cúmulo de anécdotas contadas por cerca de 200 personas del entorno que fueron entrevistadas por su autor Michael Wolff y, que, retratan de cuerpo entero a un líder ignorante e incapaz que está sacando a flote desde las cloacas la parte oscura del alma de Norteamérica, el lastre del supremacismo blanco masculino, la intolerancia racial y la xenofobia.  

No cabe duda de que  Trump está teniendo éxito en su designio de distanciar a la primera potencia de la comunidad internacional, dejándola aislada hasta en la propia ONU, mientras juega para eludir las controversias que lo afectan y desviar la atención mediática, con conflictos tan candentes como el del Medio Oriente, o boicotea el cumplimiento del acuerdo nuclear cerrado por el Grupo de los Cinco + Alemania,  con Irán para garantizar la naturaleza pacífica de su programa de desarrollo atómico.

No es mera coincidencia que durante el pico más alto del escándalo de su relación con los rusos Trump haya escalado la confrontación verbal con Corea del Norte hasta niveles nunca antes desafiados, para afirmar, cuando la tormenta amaina, que podría tener magníficas relaciones con Kim Jong-un.

Ello no significa que para alguien como Trump para quien negociar significa presionar y presionar la guerra nuclear no se convierte otra vez en una opción estratégica.

Las revelaciones contenidas en “Fuego y Furia” encajan perfectamente con las actuaciones de un mandatario descrito como “iracundo, infantil y sin escrúpulos”, durante el año de pesadilla que acaba de completar en la Casa Blanca

La reunión con emisarios de un gobierno extranjero que ofreció aportar información perjudicial para Hillary Clinton y las evidencias de lavado de dinero por algunos asesores en las relaciones con Moscú, no sólo constituirían un sólido caso de “traición” si terminan por comprobarse, sino que, además, darían bases incuestionables para adelantar el impeachment del presidente, que previamente había sido ya promovido por 58 legisladores demócratas, por otras razones, pero  que ahora será vuelto a impulsar por el  Congresista demócrata Alexander Green, a raíz de las preferencias expresadas por Trump hacia los migrantes de países como Noruega en lugar de quienes arriban de “agujeros de mierda” como Haiti, Centroamérica  y otras naciones africanas.

Antes de que Wolff lo aireara en su libro, Trump, no había ocultado su perplejidad por la victoria que ninguna encuestadora se había atrevido a pronosticar y no solamente se ha mostrado enfadado en la toma de posesión a la que concurrieron muchas menos personas que a la de Obama, sino furibundo y descompuesto en casi todas sus apariciones.  Y no resulta improbable que encontrara la Casa Blanca “espeluznante” ya que durante los primeros 80 días de su mandato se gastó más de 20 millones de dólares en gastos de viaje a su club privado de la Florida.

Ivanka, sin duda, en esta feria de las vanidades en que se ha convertido la toma del poder en la política estadounidense por alguien tan poco preparado y tan impredecible como su padre, sin duda se siente llamada a ser su sucesora, aunque Bannon, la haya calificado de “bruta como un ladrillo.”

Que la Casa Blanca no conoce sus prioridades resulta evidente.

Trump no tiene equipo asesor sino séquito, conformado por su círculo familiar más cercano y por personajes tan improvisados como él mismo. Un número muy alto de cargos en la administración sigue sin ser provisto.

Michael Flynn acaba de declararse culpable de mentir sobre la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses y planea testificar que el circulo más estrecho alrededor de Trump lo sabía y que “el propio presidente le dio la orden de contactar a Putin”, según lo afirma ABC

Aunque no ha podido cumplir las grandes expectativas del electorado que lo catapultó a la presidencia mantiene y alimenta su retórica altisonante hecha de amenazas y promesas vacías.

Mientras a través de una marea incesante de twitters desvía la atención de la opinión hacia la discusión de banalidades y noticias falsas, Trump, no para de hacerle daño a las instituciones ni de atacar con la contundencia de un ariete los fundamentos esenciales de la democracia americana cuya división de poderes pretende desconocer o se niega a entender y sobre todo a los medios de comunicación.

Ha concretado hasta ahora dos logros nefastos: designar un juez  conservador recalcitrante en la Suprema Corte y aprobar la reforma impositiva.

El nombramiento de Neil Gorsuch logrado gracias a una controvertida maniobra republicana garantiza la mayoría conservadora en la más alta Corte, cuyos miembros son vitalicios.

Los recortes tributarios de la Administración Trump beneficiarán a las corporaciones y al 1% de la población y en mucha menor medida a algunos sectores de la clase media blanca. Siguen ahondándose los abismos y la polarización en una sociedad cuyos ricos se vuelven cada vez más ricos mientras los pobres siguen perdiendo beneficios.