Los 11.600.000 votos depositados en la consulta anticorrupción están provocando un terremoto que buena falta le hacía a la democracia representativa colombiana. Es irrelevante que haya faltado un puñado de votos para alcanzar el umbral. Aunque no sea legalmente vinculante, el resultado constituye para sus animadores un triunfo en toda la línea y consolida para legisladores, gobierno, partidos y fuerzas sociales un mandato político incuestionable.
Sin campañas publicitarias, ni compra de electores, ni buses a disposición, sin tamales, ni lechona, ni promesas de cargos públicos, sin reposición económica de votos y sin incentivos de ninguna naturaleza, la ciudadanía se movilizó en una jornada histórica llamada a marcar un antes y un después en el decurso de nuestra vida colectiva.
Resultaron derrotadas las noticias falsas y la agresividad amarga que circula sin contención por las redes sociales.
El costo de la iniciativa de alrededor de 100 millones de dólares es responsabilidad exclusiva del uribismo y de nadie más. Fue esta bancada la que impuso el aplazamiento y logró desligar su realización de la segunda vuelta presidencial. Si se hubiera efectuado, como había sido propuesta por sus promotores en esta oportunidad, hubiera valido centavos.
A ritmo de reguetón, buena vibra y mejor humor se puso por primera vez en marcha y resultó exitoso un mecanismo nacional de participación popular.
Los promotores de la iniciativa con Claudia López y Angélica Lozano, sus rostros más visibles a la cabeza, consiguieron lo que parecía imposible: impulsar con el concurso de más de 80.000 voluntarios a una sociedad civil indiferente y tradicionalmente apática y unirla en una causa que nos convoca a todos: la lucha contra la corrupción.
Demostraron que pueden resultar triunfantes otras maneras de hacer política y, que, además, la opinión alternativa es capaz de arrasar a las maquinarias cuando una causa legítima compacta la sinergia de muchas voces.
El presidente Duque cumplió la palabra empeñada, invitó a votar y apoyó la consulta mientras su mentor el expresidente Álvaro Uribe, quien al final resultó ser el gran perdedor, disparaba sin cesar misiles en forma de trinos, contra la decisión de la ciudadanía de apelar al recurso establecido en la Constitución de 1991.
Por eso resulta una incoherencia de enorme dimensión que el primer mandatario no respalde con hechos la batalla emprendida por la ciudadanía y que precisamente el mismo día que convoca a todas las fuerzas políticas a una cumbre en Palacio para tratar de unificar la agenda anticorrupción que deberá tramitarse en el Congreso, designe como Embajador ante la OEA al exprocurador Alejandro Ordoñez a quien el Consejo de Estado le anuló su elección por efectuar nombramientos de parientes de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, órgano que lo postuló para su reelección.
Una enorme grieta destinada a profundizarse comenzó a abrirse en el Centro Democrático. El primer mandatario de los colombianos se distanció abiertamente de las directrices de su mentor y no sólo votó la consulta, sino que está dispuesto a acatar el mandato de las urnas poniendo en el centro de su agenda y como base del pacto de gobernabilidad nacional las propuestas votadas en la Consulta que los opositores al gobierno lograron sacar avante, aunque les hayan faltado unos poquísimos votos para sobrepasar el umbral.
Duque, quien parece empeñado en tratar de sintonizarse con el país nuevo que insurge no podrá hacerlo si tiene que gobernar con el núcleo duro de intransigentes y energúmenos que constituyen en las Cámaras la fuerza visible del uribismo y quienes cerraron filas para hacer fracasar la iniciativa y ya están presentando firmas para convocar una nueva consulta enderezada a echar atrás los acuerdos de paz.
Se ha dado un gran paso adelante al desnudar y decir basta a la macro corrupción. No cabe duda de que los corruptos merecen estar en la cárcel y se les debe prohibir volver a contratar con el Estado. La contratación transparente y obligatoria en todo el país y la elaboración de los presupuestos públicos con participación de la ciudadanía son imperativas. Los Congresistas deben rendir cuentas de su asistencia, votación y gestión y hacer públicas las propiedades e ingresos injustificados de políticos y extinguirles el dominio de manera expedita
Pero es preciso también seguir avanzando para arrancar de raíz un fenómeno que no es exclusivo de la política ya que tiene ocurrencia por igual en los sectores público y privado y que ha infectado hasta los más insospechados rincones de la dinámica social.
Hace falta un remezón de potencia telúrica para erradicar la cultura mafiosa legada por el narcotráfico que deja sin sanción social los “éxitos” obtenidos mediante el atajo, la viveza, la infracción abierta de la ley, los amiguismos cómplices o la habilidad para transitar haciendo prodigios de equilibrismo entre las normas del Código Penal.