La decisión de Humberto de la Calle y Clara López de unirse para las próximas elecciones es una luz de esperanza en medio de las tradicionales divisiones de las fuerzas progresistas del país que les dificultan construir una alternativa que sea ganadora frente a la más organizada derecha, que siempre es capaz de superar sus diferencias para llegar al poder.
Tanto la iniciativa de Humberto de invitar a Clara a ser su fórmula vicepresidencial como la decisión de ella de renunciar a sus aspiraciones de candidata a la presidencia son una demostración de coherencia y madurez política, que es posible cuando hay afinidad en los principios y en los objetivos, por encima de los intereses partidistas y los egos.
La alianza es coherente porque desde que se lanzaron como candidatos ambos hicieron continuos y persistentes llamados a la unidad de los partidos y movimientos de centro izquierda. Desafortunadamente hasta ahora no ha sido posible, pero ellos decidieron dar un primer paso, que no significa que abandonen su empeño. De hecho, al anunciar su decisión, reiteraron que no desistirán en su propósito de lograr una amplia convergencia para garantizarle a Colombia un posconflicto con profundas reformas sociales.
También hay coherencia por las muchas coincidencias programáticas de las dos campañas. Las comparaciones pueden ser odiosas, pero no hay duda que a pesar de las diferencias de matices, Humberto y Clara son ambos liberales de izquierda, y que hay mucha más cercanía programática e ideológica entre ellos que la que puede nunca llegar a darse entre el conservatismo tolerante de Marta Lucía y la intransigencia homofóbica del ex procurador, o entre el extremo centro de Sergio Fajardo y la izquierda nacionalista de Robledo. Ni para que hablar de cómo el ansia de poder y el odio compartido contra Santos hizo olvidar, por ahora, las grandes diferencias y peleas personales entre el expresidente del Caguán y el de los falsos positivos.
Por el contrario, los programas del candidato liberal y los del movimiento “Nuestro partido es Colombia” tenían grandes afinidades y coincidencias, por lo cual resulta muy fácil integrarlos. No solo los une el compromiso con la paz sino el consenso con las cuatro grandes prioridades que debe tener el próximo gobierno.
Primera, la equidad y la justicia social. “primero los pobres” dice Humberto, mientras que Clara enfatiza la necesidad de pagar la deuda social; segunda acelerar el crecimiento, modernizar la economía y generar empleo decente; tercera, disminuir la inseguridad ciudadana y cuarta combatir la corrupción. Son elementos esenciales para consolidar la paz.
Una característica destacada de esta alianza es la madurez política de los dos candidatos. Humberto y Clara no solo tienen una enorme ventaja sobre los demás candidatos por tener la más amplia trayectoria de servicio público y el conocimiento más profundo del funcionamiento del Estado, sino que están más allá de los odios personales y los rencores políticos que se perciben en otras campañas. Al oírlos debatir se tiene la nítida impresión de que se trata de dos estadistas decentes que dan plena confianza y garantía en el manejo de la cosa pública.
Ser los candidatos más maduros no los hace voceros del pasado como la derecha. Por el contrario sus programas son una apuesta por el futuro y la mejor alternativa que pueden tener los jóvenes para poner la paz en marcha y construir una país en el que quepamos todos.