¡Se acabaron las FARC!, exclamaban felices muchos colombianos el pasado martes 27 de junio en plena carrera séptima en el centro de Bogotá, lágrimas de mujeres y hombres que mojaban sus mejillas al ver el histórico momento, ¡no era para menos! la principal y más grande guerrilla colombiana, la misma que sembró el terror a lo largo y ancho de la geografía nacional, yacía sobre una gran explanada en zona rural de Mesetas Meta, algo sumisa, acongojada tal vez, por el magno suceso del momento. Quizás, ni ellos mismos se lo imaginaban, pero el día llegó.
Y ese martes 27 de junio de 2017, pasará a la historia de todos los colombianos como el día en que la horrible noche cesó, ya nunca más se sentirán en nuestros pueblos el sonido ensordecedor de las bombas, ni de los cilindros que las FARC lanzaban contra nuestros soldados y policías, ya nunca más tendremos miedo de desplazarnos por carretera por temor a ser secuestrados o extorsionados por esa guerrilla, los ganaderos podrán tener sus hatos sin la zozobra del abigeato de esta organización armada ilegal, los campesinos labrarán sus tierras con total tranquilidad y podrán ver a sus hijos caminar y correr por los hermosos campos sin el temor a que queden mutilados por minas antipersonas, nuestras lejanas poblaciones de la apartada Colombia ya no tendrán que vivir a oscuras por cuenta de las voladuras a la infraestructura energética. Sí, hay que reconocerlo, las FARC le hicieron mucho daño al país a lo largo de 53 años de existencia, pero hoy, ese terrible monstruo ha sido neutralizado, la tragedia quedó atrás, la horrible noche cesó y ahora los colombianos sentimos que respiramos aires de Paz, se ha cerrado la fábrica de víctimas que dejó tristemente a más de ocho millones de compatriotas desplazados por el conflicto armado.
Colombia desde hace 35 años, cuando gobernaba el entonces presidente Belisario Betancourt, ha venido buscando por todos los medios acercamientos de paz con las guerrillas, han sido siete los acuerdos de paz y sólo dos han resultado exitosos.
¿Y quién dijo que negociar con una organización armada ilegal era fácil?, son visiones de país totalmente distintas, poner de acuerdo en una mesa a tantas personas con ideologías diferentes y llegar a consensos, es un reto que solo el tiempo y la paciencia de los gobernantes pueden lograr.
El Presidente Juan Manuel Santos, inició su mandato contrario a lo que pensaba su antecesor, con la paz como prioridad para Colombia. Tal vez, ese pensar distinto, con otra forma de soñar el país, le ocasiono múltiples tropiezos con quien había sido su jefe inmediato años atrás. A pesar de todos los obstáculos, insistió, perseveró y alcanzó el objetivo: la Paz de Colombia. Y aunque no es una Paz perfecta la lograda con las FARC, sí es el comienzo para construir un mejor país.
Muchos expresidentes intentaron sellar la paz con el grupo de “Tirofijo” y con otras organizaciones alzadas en armas, pero fueron pocos los que lograron esa misión. Belisario Betancourt lo intentó sin éxito, de ese proceso surgió un partido político años después, bajo el gobierno de Virgilio Barco. Luego vendría el cuatrienio de Cesar Gaviria, quien asumió la presidencia con el firme propósito de seguir las políticas de paz de Barco, pero sus esfuerzos fueron en vano, por varias razones de peso, la inestabilidad creada por los magnicidios de dirigentes como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro León Gómez, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, cinco candidatos presidenciales muy populares en esa época.
Otro factor que opaco el anhelo de paz de Gaviria fue la lucha frontal contra el narcotráfico y el cartel de Medellín encabezado por Pablo Escobar, la construcción de la nueva carta política y la apertura económica de comienzos de la década de los noventas truncó cualquier expectativa de paz de ese gobierno.
Luego con Andrés Pastrana, hubo un despeje de 42 mil kilómetros en Caquetá, que le permitieron a las FARC su fortalecimiento bélico. Ese hecho, de ver a la principal guerrilla pasearse por todo un territorio del sur del país sin ningún control del Estado, colmó la paciencia de la gran mayoría de colombianos y esto sí que lo supo aprovechar el entonces candidato Álvaro Uribe, quien con una propuesta de guerra, de acabar con las FARC por la vía militar, logró el éxito en las urnas. Fue evidente que esa organización no se pudo doblegar por esa vía y a cambio el país todos los días recibía noticias y más noticias de la intensidad del conflicto, sobre todo en las zonas más apartadas de Colombia. Aquí es bueno señalar que Uribe, también ofreció a las FARC despejar dos municipios del Valle del Cauca, Florida y Pradera, sin éxito alguno.
En 2010 llega al poder el actual presidente Juan Manuel Santos y con una gran experiencia de fallidos procesos pasados, rediseña uno nuevo con la más grande y principal insurgencia del país. Entonces, traslada el proceso a Cuba con el apoyo de varios países garantes.
Al principio había gran escepticismo cuando iniciaron los diálogos en La Habana, la gente estaba saturada de más de lo mismo, los puntos de la agenda no colmaban las expectativas, la larga negociación, la lejana implementación, el desarme de las FARC, en fin, eran muchos ingredientes para que los colombianos fueran apáticos al proceso.
Pero después de cinco años de largas jornadas se vio la luz al final del túnel, y hoy podemos decir ¡Sí se pudo! Y gritar de emoción como aquellos ciudadanos que vieron el acto de dejación de armas en el centro de Bogotá, Increíble, ¡se acabaron las FARC!