Alternativa para Alemania fuerza ultranacionalista neoliberal, populista y xenófoba, contraria al Euro, con participación de componentes neonazis, enemiga de los inmigrantes a quienes de manera simplista atribuyen todas las dificultades, se adueñó de la irritación social que también existe en la próspera y potente locomotora europea, prendiendo todas las alarmas en relación con su propia estabilidad política y el futuro de la Unión.
La AFD al igual que Trump es partidaria militante de no preocuparse por el cambio climático y de abandonar todos los acuerdos que imponen responsabilidades compartidas a Alemania.
Esta ala radical de los conservadores que desde siempre existió, aunque en número insignificante, alza ahora una voz destemplada a nombre de la clase media desencantada y de los lesionados de la globalización que por lo visto pululan en todas partes.
Con un electorado de casi 6 millones de votos conquistados a punta de provocaciones y maniobras de victimización para anular con el estruendo de las redes sociales el silencio que se autoimpusieron los medios de comunicación para no darles importancia, han provocado un terremoto electoral de desenlaces imprevisibles.
Pretenden erosionar la institucionalidad desde adentro, aunque carecen de propuestas o alternativas de gobierno.
Los argumentos esgrimidos para obtener el apoyo de tantos sufragantes carecen de peso intelectual en concepto de los más reputados analistas, pero resultan de gran efectividad en un país tan rico como desigual donde sin hacer alarde de ostentación, el 10% de la población se queda silenciosamente con el 70% de la riqueza nacional y la desigualdad sigue aumentando.
Merkel asumirá la Cancillería y tiene la responsabilidad de formar gobierno por cuarta vez emulando a su mentor Helmuth Kohl, quien la catapultó al gobierno de la República Federal en el cargo de ministra, y a quien se enfrentó para sucederlo.
Pero nunca antes la Canciller había afrontado aprietos semejantes en el intento de construir una coalición sólida y duradera. Tendrá que tratar de conformarla con verdes y liberales, dos fracciones pequeñas y antagónicas en muchos de sus postulados esenciales. Ya, que la Social Democracia de entrada le dio un portazo a la posibilidad de mantener la gran coalición, que les quitó el aire y lesionó de manera grave a los dos grandes partidos de tendencia conservadora y socialdemócrata hasta el punto de arrinconarlos en zona de crisis.
En cambio, el avance de la AFD aunque previsible y preanunciado por los sondeos de opinión desencadenó un terremoto político abriéndole las puertas del Bundestag a una fuerza de choque integrada po94 parlamentarios.
Durante su ya larga gestión Merkel ha dado muestras de ser extraordinariamente flexible y hábil para apoderarse de las expectativas que mueven el electorado germano.
A lo largo del último cuatrenio se mudó al centro del espectro político de manera tan ostensible que no pocos la consideran hoy tan socialdemócrata en sus ejecutorias o más que el mismísimo SPD.
Esto dejó un flanco descubierto a la derecha que Alternativa para Alemania aprovechó, montándose sobre la ola de cansancio que en cualquier escenario produce la permanencia de una misma persona en el poder y sobre todo el rechazo que producen los refugiados en toda Europa
Al igual que ocurre con los partidarios de Trump el electorado que votó a Alternativa para Alemania está ubicado en las zonas rurales sobre todo de la antigua RDA donde hay menos refugiados, pero persisten condiciones de pobreza y desigualdad que contrastan abrumadoramente con las de las zonas más ricas del occidente.
Angela Merkel, quien con razón es considerada una grande líder global defensora de los valores de Occidente, está pagando caro su gesto humanitario de dimensiones históricas de recibir a más de un millón de refugiados sirios en el momento más álgido de la crisis provocada por las movilizaciones masivas de desesperados provenientes de países en guerra o sitiados por la hambruna y la falta de oportunidades, que no se registraban en semejantes proporciones desde la segunda Guerra Mundial.
Alemania había resistido incólume a las presiones de la ultraderecha, nacionalista, racista y xenófoba que ya ha logrado ingresar a los parlamentos de 20 naciones de la Unión, pero se enfrenta ahora a la inseguridad que genera una colectividad extremista integrada por muchas almas contradictorias, incrustada en su corazón legislativo.
Para constituirse, la AFD utilizando a fondo un lenguaje muy parecido al de los nazis que había sido considerado un anatema desde el fin de la guerra, le quito más de un millón de votos al ala conservadora de Merkel y de los social cristianos, medio millón largos a la socialdemocracia y un cuarto de millón a los verdes, entró dando patadas en el Bundestag y amenaza cazar a Merkel.
No hay duda, la reacción populista de derecha extrema europea en fase de expansión se nutre del profundo malestar que la austeridad alemana impuso al Continente, hasta casi asfixiarlo y del colosal costo humanitario que pagaron en aumento de la pobreza, desempleo, recortes de pensiones, amento de impuestos y pauperización de ingresos los ciudadanos más débiles de los países menos potentes de la Unión.
Pero, también 1 de cada 8 ciudadanos alemanes votó en septiembre por esta formación agresiva y peligrosa que se constituyó en la tercera fuerza política del país con asiento en su Parlamento.
Si es que Merkel logra al fin constituir una nueva coalición en alianza con verdes y liberales, ésta solo logrará proyectarse en un gobierno federal inestable.