Quizás una de las más grandes paradojas de las elecciones presidenciales en América Latina es la idea ampliamente difundida de que cada país en elecciones corre el riesgo de convertirse en Venezuela, como si la economía, la cultura, e incluso la forma de hacer una ideología una forma de gobierno, fueran iguales en todo lugar.
En Colombia los resultados de la última encuesta Gallup, han llamado la atención principalmente porque el expresidente Uribe tiene la imagen más desfavorable desde 2002, y porque el presidente Iván Duque (que hasta ahora inicia su mandato), no parece acumular mayor favorabilidad.
Pero me llama la atención, un aspecto que podría cambiar la forma como se interpreta, tanto la idea de “convertirnos en Venezuela”, como la llegada masiva de hermanos venezolanos: el tema de inmigración.
Más de 1 millón de venezolanos en Colombia no es una cifra nada despreciable, el país no se encuentra en un gran auge económico, y lucha para que su desempleo se mantenga en un digito, además ha comenzado realizando estrategias para que la carga de este fenómeno sea compartida por la región.
Pero el efecto social y cultural es inevitable, según Gallup cuando se les pregunta a los colombianos que imagen tienen de los venezolanos que llegan al país, la respuesta es relativamente pareja, el 52% tiene una imagen desfavorable, y el 42% favorable.
La gran paradoja para el gobierno Duque, es que al preguntarle a los encuestados si Colombia puede en el futuro estar en la misma situación que Venezuela, mientras en junio durante la última medición del gobierno Santos el 70% estaba en desacuerdo con esa afirmación, y solo el 27% lo creía, ahora con el presidente Duque solo el 55% no lo cree, y los que creen que sí puede ocurrir aumentaron a un 43%.
A la pregunta: ¿Está de acuerdo o desacuerdo con que el gobierno colombiano acoja a los venezolanos que ingresen a Colombia dada la situación de Venezuela?, observamos que el 57% está de acuerdo (en la última medición de agosto era el 52%), y el 41% no lo está.
Más colombianos están de acuerdo en acogerlos, pero no tienen una imagen favorable de esos venezolanos, mientras nadie puede pensar que Duque es cercano al régimen de Maduro, la presión generada por la migración parece acrecentar la idea de que Colombia se está “venezolanizando”.
A pesar de ser países hermanos, el choque cultural es indudable, los efectos de la llegada de inmigrantes en un país de oportunidades tan limitadas, genera una serie de efectos que sin lugar a duda pondrán el tema cada vez más arriba de la agenda política, pero también abrirá un espacio gigante al populismo, como lo decía Álvaro Forero de una de sus columnas: “El problema de este fenómeno es su intensidad: generalmente se convierte en el asunto que define el voto de los ciudadanos contagiados de xenofobia, y ataca principalmente en los estratos bajos, que son más frágiles frente a los discursos de odio”
Las elecciones regionales de 2019, serán un interesante termómetro para este fenómeno, en especial en las zonas que más inmigrantes reciben, como Norte de Santander, Santander, o la región Caribe. En Europa y Estados Unidos, la respuesta se ha cargado con una xenofobia que en algunos casos reavivó a grupos de algún extremo ideológico, o promovió el populismo.
El peor camino de todos a evitar, es que de la misma forma que se usó como enemigo del Estado a las FARC para definir todo tipo de decisiones políticas, así mismo se termine usando la desfavorabilidad sobre la inmigración venezolana para patear el tablero político.