En el transitado camino de la política electoral, ser LIDER es una palabra que se repite en todos los escenarios. No necesariamente me refiero a que toda persona que se desenvuelva en el ámbito electoral es líder o lideresa.
En la continua y creciente desconfianza ciudadana hacia la política en todos sus matices, cuyo contexto actual se caracteriza por una crisis global donde emergen con éxito propuestas populistas y aquí es importante señalar que esta no es una definición que valide, aunque al buscar referencias sobre qué significa la palabra líder, algunos autores señalen el populismo como una circunstancia propia desencadenante del liderazgo.
En la estrategia de ideologías como el neofascismo europeo, cuya exaltación de creencias se ve representada en el reciente ataque supremacista islamófobo en Nueva Zelanda, por supuesto, era impensable que frente a esta barbarie la respuesta inmediata, al menos bajo los liderazgos tradicionalmente masculinos, fuera el “oportuno” mensaje para legitimar el belicismo: la declaración de un nuevo enemigo legitimando el uso de la fuerza, etc. Mi interés no es cuestionar que deba existir una respuesta. Mi interrogante plantea la forma política, vehículos o vías en cómo se aborda.
Las nuevas formas de gobernar traen consigo un mandato implícito sobre la necesidad de retomar o aportar nuevos valores. Jacinda Kate Laurell Ardern hoy es un ejemplo de lo aquí afirmado. La primera ministra de Nueva Zelanda, la lideresa mas joven del mundo, la misma que hace algunos días marcó un punto de inflexión, particularmente frente al orden mundial y la seguridad, en un cambio de paradigma por su forma de actuar con el mensaje político que transmitió a través de una foto vestida con un hiyab, abrazando a una mujer musulmana en una mezquita tras el atentado terrorista sufrido por el país considerado históricamente como uno de los mas pacíficos del mundo, seguido de un lenguaje político verbal alrededor de la palabra “NOSOTROS” en su discurso público.
En este sentido no hace falta leer una y otra vez sus primeras declaraciones y ver cómo con unas pocas palabras marcó una postura racional no deliberada, con una respuesta creíble dotada de deslegitimación como respuesta a la violencia. Su irrupción en la política mundial es entonces acorde a los principios del derecho internacional, rompiendo las estructuras tradicionales.
Jacinda representa el liderazgo transformador femenino. Política ciudadana, humanista, pacifista, vehemente, franca, carismática, creíble, con un discurso reconciliador. Estas son las nuevas formas de liderazgo a las que me refiero. Una nueva práctica en un mundo reconquistado por la polarización, en un un siglo obstinado con la violencia como un común denominador, donde permanecen conflictos políticos, étnicos, religiosos, diplomáticos, revoluciones, etc., en función de nuevas guerras.
Esa es la Jacida Arden que recuerdo. Una joven feminista que tuve la oportunidad de conocer en la Unión Internacional de Juventudes Socialistas – IUSY en calidad de Presidenta. La misma que comunica a través de la política, por ejemplo, simbolizando la conciliación de la vida familiar con la laboral al asistir el año inmediatamente anterior a la Asamblea General de la ONU con su hija recién nacida y su pareja.